¿Dices “yo con mucha frecuencia”? Es conveniente cambiar ese hábito
Las personas somos adictas a los hábitos, si no lo crees piensa en la forma en como haces las cosas. Algunos no son tan buenos como parecen. Sigue leyendo.
Nos han dicho que mirar a los ojos a las personas con quienes hablamos transmite sinceridad, pero si quieres convencer a un amigo, por ejemplo, de que practique el paracaidismo, aparta la mirada.
Los investigadores de un reciente estudio, valiéndose de monitores oculares, observaron que los participantes eran menos influidos por los oradores que los miraban más tiempo a los ojos, lo cual parecía ocurrir sólo si los oyentes coincidían de antemano con el orador.
“Mirar a los ojos puede transmitir mensajes muy distintos, desde atracción e interés hasta agresión y deseo de intimidar”, asegura la directora del estudio, Frances Chen, profesora adjunta de psicología en la Universidad de Columbia Británica.
Para prever la reacción, ten en cuenta a tus oyentes o interlocutores y el tono de la conversación. En situaciones amistosas, el contacto visual puede acercar a la gente; en los momentos de enfrentamiento, se puede asociar con un afán de dominio.
Tomar fotos para guardar el recuerdo de cada una de tus experiencias puede, de hecho, impedir que vivas plenamente esos momentos y nublar tus evocaciones, revela un nuevo estudio de la Universidad de Fairfield, en Connecticut.
Los investigadores pidieron a los visitantes de un museo que se fijaran en ciertos objetos, ya fuera fotografiándolos o simplemente observándolos. Al día siguiente, quienes sacaron fotos fueron menos capaces de reconocer las obras de arte que se les habían asignado y tenían recuerdos menos precisos de ellas.
“Es como si al oprimir el disparador pensáramos ‘Listo, a otra cosa… y nos desentendiéramos del proceso mental que intensificaría el recuerdo”, explica Linda Henkel, directora del estudio y profesora de psicología en esa universidad.
Se diría que quienes dicen mucho “yo” tienen una autoestima sana, pero hace poco investigadores de la Universidad de Texas en Austin realizaron cinco estudios de conversaciones habladas y mensajes electrónicos y comprobaron que quienes usan a menudo la palabra “yo” son menos seguros de sí mismos que quienes la utilizan poco.
¿La explicación?
“Los pronombres personales —yo, tú, nosotros, etc.— reflejan a quién o a quiénes estamos prestando atención realmente”, dice el autor del estudio, James Pennebaker, profesor de psicología en esa institución.
Es posible que las personas que usan “yo” con frecuencia dirijan la mirada hacia su interior porque son tímidas, inseguras o porque les preocupa no agradar a los demás. En cambio, la gente más segura de sí misma, que dice “tú” o “ustedes” más a menudo, dirige casi toda su atención al mundo exterior en busca de reacciones favorables.
Un análisis reciente de 50 estudios reveló que pensar demasiado en qué comer puede sabotear tus metas. Cuanto más consideramos nuestras opciones, tanto más fácil nos resulta hallar razones por las que “merecemos” alejarnos de nuestro propósito, advierte la autora del análisis, Jessie de Witt Huberts, estudiante de doctorado e investigadora en psicología de la Universidad de Utrecht, en Holanda.
“En lo referente a la comida y la forma física, las buenas intenciones para el futuro parecen tener un efecto perjudicial sobre la conducta alimentaria presente”, afirma la investigadora. “Somos más propensos a comer alimentos poco saludables si tenemos pensado ir al gimnasio más tarde, al final del día”.
¿Qué es más eficaz?
Plantéate una rutina que se adapte fácilmente a tu vida (como comer el mismo desayuno saludable a diario o regresar a pie a casa desde el trabajo) y atente a ella, sin dedicarle mucha reflexión y variándola lo menos posible.
Según la sabiduría popular, no hay que pensar demasiado en el pasado, pero un reciente estudio de la Universidad de Southampton, en el Reino Unido, revela que sentir añoranza y recordar sucesos del pasado remoto puede hacernos ver el futuro con más optimismo.
¿Cómo se relacionan en la mente pasado y futuro?
Los recuerdos nostálgicos nos hacen sentir más unidos a los demás, explica la directora del estudio, Wing-Yee Cheung. “Hemos observado que la nostalgia refuerza ante todo los vínculos sociales, lo que aumenta la autoestima, y ésta a su vez estimula el optimismo”.
En otras palabras, cuando rememoras el día en que fuiste a la pista de patinaje con tus compañeros de secundaria y patinaste tomado o tomada de la mano de la chica o el chico más popular, te reconforta el pasado, experimentas más satisfacción con tu presente y te sientes más esperanzado sobre el futuro.
¿Tienes alguno de estos hábitos?