Las generaciones anteriores fueron muy estrictas y no reconocían los méritos de sus hijos, pero los padres actuales están alabándolos de más. De acuerdo con expertos en desarrollo infantil, el objetivo de los halagos es motivar la conducta positiva. Pero ser “inteligente” no es una conducta, y los niños no lo perciben como algo que puedan controlar.
Alabar su inteligencia “no es útil porque tanto niños como adultos piensan que no pueden cambiarla”, dice Christia Spears Brown, profesora de psicología.
“Piensan que nacemos con cierto nivel de inteligencia: si les va bien en la escuela es porque son inteligentes, pero si tienen malas calificaciones se debe a que no lo son”. Así, cuando enfrenten dificultades, creerán que les será imposible superar ese obstáculo.
Alabar a los hijos exageradamente hará que busquen la aprobación en los demás y no en ellos mismos.
Los expertos proponen reconocer el esfuerzo de los niños, en lugar de sus habilidades inherentes, para impulsar el desarrollo de su perseverancia. “Frases como ‘estoy tan orgulloso de lo mucho que te esfuerzas en matemáticas’ o ‘me enorgullece lo mucho que estudiaste para tu examen” le dicen al niño que las metas se logran con esfuerzo”, explica la doctora Brown.
“Así, cuando un niño enfrente una dificultad, tenderá a esforzarse más en lugar de darse por vencido por temor a no ser ‘inteligentes’.”
Por supuesto que los padres se sentirán orgullosos si sus hijos sacan buenas calificaciones, pero en lugar de halagar el número hay que reconocer lo mucho que han avanzado.
“Las investigaciones han descubierto que las personas somos más felices cuando nos orientamos al crecimiento”, dice Laura Markham, psicóloga.
Estudios de la Universidad de Stanford demostraron que los niños que piensan de esta forma obtuvieron buenas calificaciones y adquirieron mejores técnicas de estudio, pues creían que esforzarse los ayudaría a avanzar.
“Motivemos a los niños para que obtengan esta mentalidad: les ayudará a volverse más resilientes y capaces de alcanzar sus metas en la vida”, dice la doctora Markham. El mejor reconocimiento consiste en mostrarles lo que su esfuerzo hace por ellos.
“Motivarlos con alabanzas mientras se esfuerzan (con frases como ‘practicar te está ayudando a entender la materia’) puede darles una visión realista acerca de cómo están avanzando”, dice el psicólogo Paul Donahue.
“Por ejemplo, un niño al que no le encante leer pero que se haya esforzado en terminar su primer libro debe escuchar palabras de apoyo: ‘realmente te esforzaste, te mantuviste concentrado y lograste terminar ese libro'”. Obtener ese tipo de reconocimiento hará que el niño esté más dispuesto a esforzarse.
Este es complicado: quizá sí crees que sus dibujos son hermosos, pero alabarlos exageradamente hará que los niños busquen la aprobación en los demás y no en ellos mismos.
“Le enseña al niño que su trabajo siempre será evaluado por otros, lo que reduce su confianza en sí mismo”, dice la doctora Markham. “También les enseña a ‘producir’ más y más pinturas con menor esfuerzo, ya que siempre les parecerán hermosas a sus padres”.
“Las niñas están creciendo en una cultura donde su valor siempre se relaciona con su apariencia, así que el mensaje colectivo que aprenden es que necesitan ser bonitas para ser valiosas”.
En un estudio, los chicos con autoestima baja que recibieron alabanzas exageradas terminaron haciendo trazos muy sencillos en lugar de intentar bocetos más complicados, pues representaban la elección más segura.
Para no desalentar a tus hijos sin querer, reconoce su dedicación, comparte observaciones específicas sobre el dibujo (“veo que combinaste colores para crear las olas en el océano”) y pregúntales qué piensan sobre sus dibujos.
No es tu aprobación la que debería importarles: es la suya. Tu misión es impulsar el interés de tus hijos en lo que están haciendo. “¿Por qué no concentrarse en el esfuerzo y en lo que el niño hizo o sintió en lugar de evaluar el producto final?”, dice la doctora Markham.
Alabar a un niño o niña por ser “buenos” les otorga un valor inherente a ellos, no a sus acciones, y acaban creyendo que son “buenos” o “malos”. ¿Pero qué tiene de malo ser buenos?
“Todos los niños saben que no siempre son ‘buenos’ y que tienen pensamientos y sentimientos que sus papás no aprobarían”, dice la doctora Markham. “Así que si les dices que son buenos, necesitan desmentirte portándose mal.
O podrían esforzarse en mantenerte engañado, lo que hará que oculten su verdadero ser y se muestren como personas perfectas, lo que es todavía peor”. La doctora recomienda siempre calificar las acciones de tu hijo, no a tu hijo en sí.
Solemos notar más la apariencia de las niñas (ropa, cabello y facciones) que la de los niños, así que parece natural reconocerlo. Pero esto es evidencia de nuestra discriminación de género. “El problema radica en los mensajes que las niñas constantemente reciben “, dice la doctora Brown.
En lugar de halagar el número de su calificación hay que reconocer lo mucho que han avanzado.
“Las niñas están creciendo en una cultura donde su valor siempre se relaciona con su apariencia, así que el mensaje colectivo que aprenden es que necesitan ser bonitas para ser valiosas”. Algunas investigaciones muestran que las niñas se sienten presionadas a ser lindas desde la escuela primaria.
Ser bonita también se considera algo que no puede controlarse, así que si una niña nota que no es tan linda como las demás, podría creer que no merece recibir amor y que nada que haga servirá para obtenerlo.
O, en contraste, podría invertir demasiado esfuerzo tratando de lucir bonita en lugar de enfocarse en habilidades e intereses más importantes. “En general, no existe una razón para evaluar la apariencia de una niña: solo hay razones para no hacerlo”, concluye la doctora Markham.
La mayoría de los padres dicen esto varias veces al día, pero no es una opción muy efectiva para motivar a los chicos. “Podrían convertirse en adictos a las alabanzas que necesitan escucharlas constantemente”, dice la doctora Markham.
“El niño aprende habilidades para obtener la aprobación de sus padres y deja de buscar la recompensa propia de la habilidad en sí. Esto elimina su propia motivación.” Amamos a nuestros hijos y queremos que se sientan bien con ellos mismos, pero alabar cualquier cosa que hagan elimina nuestra buena intención.
Además, como “lo hiciste muy bien” es una frase poco específica, el niño no recibe información precisa sobre qué hizo bien.
La doctora Brown propone una idea para darle la vuelta. “Siempre es bueno decirle frases positivas a nuestros hijos, pero no necesitan ser halagos ni reconocimientos”, explica. “Por ejemplo, en lugar de decir ‘lo hiciste muy bien’, prefieran ‘gracias por ayudarme a poner la mesa'”.
Aunque sí sean los mejores en algo (que no suena muy posible), decirle a los niños que lo son podría crearles expectativas inalcanzables… e impulsarlos a hacer cualquier cosa con tal de lograrlas.
Ofrecer un halago tan absoluto puede presionar a los niños y hacer que crean que deben destacar en todo, lo cual es prácticamente imposible”, dice el doctor Donahue.
Los padres no deben considerar a los halagos y reconocimientos como una opción para fomentar la autoestima porque no sirven para eso.
Las investigaciones indican que si no logran alcanzar ese nivel al que aspiran, los niños pueden sentirse inútiles. “O puede hacer que se limiten a actividades en las que sí saben que son buenos”, agrega el doctor Donahue.
Esto haría que los niños dejen de esforzarse o que traten de ‘engañarte’ para conservar su imagen. Una técnica más efectiva es definir estándares y metas realistas y comparar a tus hijos únicamente con lo que han logrado antes (y nunca con los demás).
Los niños pueden detectar cuando alguien no les dice la verdad, y saben cuando no sientes ni orgullo ni interés por lo que están haciendo.
“Los niños reconocen con facilidad cuando sentimos decepción o cuando nuestros halagos son débiles, poco sinceros o, peor aun, sarcásticos”, dice el doctor Donahue.
“Uno de los deseos más importantes de los niños es obtener el cariño sincero de sus padres, su apoyo y su crítica constructiva”. Por ejemplo, si tu hijo canta horrible, podrías reconocerle su valor al cantar frente a todos y el hecho de que recordó la canción a la perfección.
Un estudio hecho en Corea del Sur demostró que las percepciones infantiles con respecto a las alabanzas exageradas (o falsas) se relacionaban con un peor desempeño escolar y con mayores índices de depresión.
“Los padres no deben considerar a los halagos y reconocimientos como una opción para fomentar la autoestima porque no sirven para eso. Es mejor usar los halagos para reforzar los atributos específicos que queremos fomentar en nuestros hijos y así ayudarlos a convertirse en adultos exitosos”.
¿Cuál de estos halagos has usado con tus hijos?
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