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¿Hambre emocional? Así puedes reconocer este problema

Como sabemos, el estómago no sólo sirve para alimentarnos sino que está estrechamente ligado con nuestras emociones y sentimientos.

Es por eso que quizás asociemos la comida con un estado de bienestar emocional.

Probablemente, cuando estamos atravesando por un sentimiento de tristeza, angustia, ansiedad, incluso felicidad, entre otras, buscamos algún alimento para mitigar o reforzar esa emoción.

Sin embargo, cuando se convierte en un patrón, se puede llegar a desarrollar un problema de la conducta alimentaria que se define como hambre emocional.

¿Qué es el hambre emocional?

El “hambre emocional” es una sensación de hambre que surge no por una necesidad fisiológica del cuerpo, sino como respuesta a factores emocionales o psicológicos, como el aburrimiento, la ansiedad, el estrés, la tristeza, la soledad o el abatimiento.

En lugar de sentir el hambre física en el estómago, la persona experimenta un anhelo intenso de alimentos específicos, generalmente alimentos ricos en grasas, carbohidratos y azúcares, que pueden proporcionar una sensación temporal de satisfacción y confort emocional.

Y se puede identificar por la necesidad de comer por compulsión y no por necesidad fisiológica; cuando esto se convierte en algo rutinario, se llegan a presentar graves consecuencias físicas como lo es la obesidad.

Y es que el hambre emocional y la obesidad, no son casos aislados, ya que de acuerdo con el Dr. Héctor Esquivias médico psiquiatra, “cerca del 60% de los pacientes con obesidad, presentan trastornos depresivos y ansiosos”.

Con base en información de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) México ocupa el segundo lugar de las naciones con mayor índice de obesidad entre los países que conforman este organismo.

¿Cómo afecta?

En ese sentido, la Dra. especialista en Obesidad y Trastornos de la conducta alimentaria, Ruth Carmina Cruz Soto, refiere que la obesidad impacta en el 100% de la vida diaria de las personas que la padecen, pues en respuesta a una dieta rica en grasas, los niveles de hormonas que regulan el balance energético se modifican.

En tanto, los niveles circulantes de leptina, la hormona fabricada por las células grasas que ayudan a controlar la sensación de hambre y la cantidad de grasa que se almacena en el cuerpo se pueden ver elevados.

No solo eso, la obesidad es una enfermedad crónica que predispone a las personas a padecer otras patologías, como la diabetes, la hipertensión arterial, sin dejar de lado el riesgo de mortalidad, de ahí la relevancia de tratarla como un pilar fundamental para contar con una vida sana.

Lo anterior refiere la necesidad de atender el hambre emocional, la obesidad y otros problemas de la conducta alimentaria de manera multidisciplinaria, es decir, al momento de iniciar cualquier tratamiento de pérdida de peso se pueden identificar cuáles serán los beneficios del mismo,

sin embargo, “se debe tratar la parte emocional de cada paciente. Y reconocer que el completo estado de salud y bienestar, incluye la parte emocional”.

Además de atender las expectativas que los pacientes esperan e irlos adaptando a fin de mantener la motivación”refirió el Dr. Esquivias.

Señales de que que puedes tener hambre emocional

  • Usas la comida para chantajear a los demás. Por ejemplo, si tus padres o tu pareja no actúan como tú quieres o te hacen enojar dejas de comer.
  • Te premias con comida. ¿Te comes un pastel después de una hora de gimnasio? Si “festejas” tus logros con comida, cuidado.
  • Utilizas la comida para sentirte mejor. Si cada vez que te sientes deprimido corres al refrigerador, tu relación con la comida no es sana.
  • La comida es un pretexto para las celebraciones sociales. Cada vez que te reúnes con amigos tiene que haber comida de por medio.
  • No puedes dejar de pensar en comida. Apenas terminas de desayunar ya te estás preguntando qué se te antoja comer a medio día.
  • A veces prefieres comer solo. Te sientes avergonzado de comer frente a otras personas o no comes tanto como lo harías solo.
  • Te sientes culpable después de comer. No soportas la idea de engordar así que sufres cada bocado y ni siquiera lo terminas.
  • La comida deliciosa no dura en tu alacena. No puedes comprar galletas o helado porque sabes que se acabarán apenas entres a la casa.
  • No logras equilibrar lo que comes. Para ti solo hay dos estados: dieta y no dieta. O eres súper estricto o te comes todo lo que ves.
  • Te sigues reprochando lo que comiste hace tres días. Te niegas el postre hoy porque el fin de semana te comiste una hamburguesa.
  • Nunca comes lo que se te antoja o sólo comes lo que se te antoja. Te prohibes todo lo que te gusta por miedo a engordar o sólo comes lo que te gusta aunque no te nutra.
  • Conclusión

Sin importar cuáles sean las emociones que conducen a los pacientes a comer en exceso, el resultado final suele ser el mismo, llevando al cuerpo a un ciclo poco saludable; se generan alteraciones en la salud en el ámbito hormonal, psicológico y hasta mecánico, de tal manera que se debe de acudir con los especialistas indicados para atender este padecimiento de manera integral.

Con información de: Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Health at a Glance 2019)

Lilo

Comunicóloga por la UNAM. Redactora de temas de bienestar general. Apasionada del mundo digital, soy geek, metalera, petfriendly. Fan de las pelis de terror y el anime. Una de mis frases favorita es: "Yo solo sé que no sé nada” de Sócrates.

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