La hepatitis (inflamación del hígado) vírica se identifica con distintas letras, según el virus que la cause. Es contagiosa, y los síntomas incluyen cansancio, náuseas, fiebre, dolor de estómago y ojos amarillentos. Los casos más graves terminan en cirrosis, cáncer, o requieren un trasplante.
Por suerte, la probabilidad de contagiarse es muy baja.
La variante A (se transmite a través de agua o alimentos contaminados con heces) va y viene en pequeños brotes, mientras que la D (complicación de la B) y la E (atribuible al agua sucia) son raras en los países desarrollados. Los tipos B y C son los más frecuentes: afectan al 0.7 y al 1 por ciento de los habitantes de América, respectivamente.
La hepatitis B se encuentra en la sangre y los fluidos vaginales y seminales, así que corres mayor riesgo de contraerla si tienes relaciones sexuales sin preservativo con varias parejas, usas drogas inyectables o cepillos dentales, navajas de afeitar o corta-úñas de alguien infectado.
Si te contagias de hepatitis B en la edad adulta, la probabilidad de que tu sistema inmunitario elimine el virus sin tratamiento es del 95 por ciento. No obstante, los niños que la contraen durante el parto suelen ser portadores de por vida. Esta cepa puede ser asintomática hasta que aparecen las complicaciones, lo que le sucede al 25 por ciento de los enfermos. Por eso, las autoridades sanitarias alrededor del mundo sugieren vacunar a los niños y adultos en riesgo si aún no lo han hecho.
La hepatitis C se transmite a través de la sangre. Puede adquirirse al usar drogas intravenosas o artículos de higiene personal de contagiados, o en caso de haber recibido transfusiones de sangre antes de 1990, cuando apareció la tecnología de análisis sanguíneo. Todavía no hay una vacuna contra ella, aunque no suele haber síntomas hasta que el hígado presenta un daño grave.
La probabilidad de eliminar el virus sin tratamiento es del 25 por ciento, pero existen fármacos con una efectividad del 90 al 97 por ciento, comenta Helena Cortez-Pinto, médica experta en salud hepática de la organización United European Gastroenterology.
“La Organización Mundial de la Salud se ha propuesto erradicar la amenaza que representan las variantes B y C a la salud pública para el 2030”, señala Cortez-Pinto. Con la ayuda de las vacunas, tratamientos y campañas de concientización, esta meta es realista.
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