Para Françoise Fontaine, residente de París, el acné no era más que un lejano recuerdo de la adolescencia, y sin embargo se vio en la frente la hilera de inconfundibles granitos rojos que una amiga le hizo notar al final de un día de compras. Debe de ser una reacción alérgica a la ropa que compré, pensó. Pero, por si acaso, tan pronto como llegó a casa se comunicó con su médico de cabecera y le describió la erupción, nunca se imaginó que sería herpes zóster.
—Creo que sé lo que tiene —le dijo el doctor—. No se alarme. Mi asistente le va a llevar un antiviral que debe empezar a tomar de inmediato, y también es importante que acuda a un oftalmólogo lo antes posible.
Al día siguiente Françoise estaba en el consultorio del oftalmólogo, consternada de saber que tenía herpes zóster, una infección viral también llamada zona o culebrilla.
—Es una reactivación del virus de la varicela —le explicó el especialista—. De niña usted padeció varicela, ¿estoy en lo cierto?
Así era. Lo que Françoise no sabía era que el agente causal de la fiebre eruptiva de la infancia, llamado virus de la varicela-zóster, había estado latente desde entonces en las ramas nerviosas de su médula espinal, acechando a su sistema inmunitario para volver a atacar cuando estuviera debilitado. Tampoco sabía que en algunos enfermos, aunque desaparezcan la erupción y las vesículas, la neuralgia postherpética (hormigueo y dolor ardiente en el nervio afectado) puede persistir indefinidamente.
Seis años después, Françoise, actualmente de 86, dice: “Tuve suerte de que el herpes zóster no me afectara los ojos, pero, por más remedios que probé, el dolor no se me ha quitado hasta el día de hoy. En eso no tuve tanta suerte”.
En la mayoría de los casos un acceso de herpes zóster no dura más de una o dos semanas, pero algunos enfermos corren mayor riesgo de presentar complicaciones que ponen en peligro la vida, entre ellos los pacientes que están recibiendo tratamiento para el cáncer. Un estudio publicado en diciembre de 2015 reveló que el herpes zóster grave puede aumentar el riesgo de ataques cardiacos (infartos) o de apoplejía (accidentes cerebrovasculares) y ser mortal.
La doctora Caroline Minassian y sus colaboradores de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres revisaron los historiales clínicos de más de 67,000 pacientes estadounidenses beneficiarios de Medicare (un programa estatal de asistencia sanitaria para personas mayores de 65 años) que sufrieron herpes zóster y un ataque de apoplejía o un infarto con una diferencia no mayor de un año
“Observamos que el índice de apoplejías isquémicas se multiplicaba por 2.4, y el de infartos por 1.7”, informaron los investigadores en el Public Library of Science Journal. “El aumento más marcado se registró durante la primera semana a partir del diagnóstico de herpes zóster”.
Los investigadores proponen dos posibles explicaciones de ese aumento: que el virus haga que los depósitos de lípidos en las arterias se desprendan, las obstruyan y causen así la apoplejía o el infarto, o bien, que el estrés producido por el dolor aumente la presión arterial, con las mismas consecuencias.
Otro estudio realizado en la Clínica Mayo de Minnesota, también publicado en diciembre de 2015, indicó que los adultos asmáticos corren 70 por ciento más riesgo de contraer herpes zóster que los no asmáticos.
Ambos nombres, zóster y zona, proceden de palabras latinas y griegas que significan “cinturón”, porque la erupción a menudo forma una banda que rodea la cintura por un lado. La doctora Allison McGeer, microbióloga del Hospital Monte Sinaí en Toronto, Canadá, enumera los síntomas (que tienden a manifestarse en un lado del cuerpo porque suele resultar afectado uno solo del par de nervios periféricos): adormecimiento u hormigueo, comezón, fatiga, dolor de cabeza, fiebre alta, intolerancia a la luz y dolor neurálgico intenso, que puede quitar el sueño y dejar a la persona incapacitada para trabajar o realizar sus actividades cotidianas.
“En la edad avanzada, el sistema inmunitario baja la guardia contra el virus, que entonces puede recorrer sin impedimento el nervio afectado”, explica McGeer. “La erupción cutánea resultante tiene una forma distintiva que sigue el trayecto del nervio”.
El herpes zóster no es contagioso. Si se tiene contacto con un enfermo, no se contrae la infección siempre y cuando ya se haya padecido varicela, añade McGeer. En cambio, si no se ha padecido varicela y se tiene contacto con un enfermo de herpes zóster, se puede contraer varicela.
Timo Vesi-kari, profesor de virología y director del centro de investigación de vacunas de la Universidad de Tampere, en Finlandia, afirma que la mayoría de las personas sufren un solo acceso de herpes zóster en su vida porque la enfermedad sirve de recordatorio para que el sistema inmunitario vuelva a ponerse en guardia. Aun así, dependiendo de la edad que se tenga al presentar el primer acceso, es posible que se produzca otro y a veces un tercero.
En vista de que la esperanza de vida es hoy mayor que nunca y la generación de la posguerra está en edad de contraer la enfermedad, los médicos se preparan para atender un número de casos sin precedente. “Veámoslo así: si viviéramos 200 años, todo el mundo sufriría un acceso en algún momento de su vida”, dice Vesikari.Como uno de cada tres adultos mayores de 50 años contrae la enfermedad, lo más aconsejable es centrarse en la prevención. “Para eso se necesita la vacuna”, agrega el experto.
Si no se está vacunado, hay que actuar en cuanto aparezca la primera señal del padecimiento, pues la mayor eficacia de los antivirales se obtiene antes de transcurridas 72 horas a partir de que se inicia el acceso. Esto es de especial importancia si se espera mitigar el intenso dolor de la neuralgia postherpética.
Se llama Zostavax, su empleo está autorizado en Europa y América del Norte desde hace 10 años y se ha demostrado que reduce en 64 por ciento el riesgo de contraer herpes zóster. Como contiene virus vivos atenuados de la varicela-zóster, no es fácil producirla en gran escala; en consecuencia, una sola dosis cuesta el equivalente de unos 200 dólares, un precio demasiado alto para la mayoría de los programas de seguridad social.
No obstante, en Europa hay algunas excepciones: hace tres años el Reino Unido incluyó la vacuna en las recomendaciones del Servicio Nacional de Salud para las personas de entre 70 y 78 años. Sanofi Pasteur, el laboratorio que obtuvo la licencia para fabricar la vacuna en Francia, anunció en junio de 2015 que estaba lista; en ese país su costo se reembolsará a todas las personas de entre 65 y 74 años.
Son edades un tanto arbitrarias, ya que aun personas más jóvenes (en raras ocasiones incluso niños) pueden contraer herpes zóster, y los planes de salud oficiales no cubren el costo de la vacuna para ellos.
“Lo que está ocurriendo en Finlandia es más común”, señala Vesikari, que participó en las pruebas clínicas de la vacuna. “El Zostavax no se conseguía aquí sino hasta hace muy poco debido a su alto costo”. Sin embargo, no está claro cuánto tiempo dura la inmunidad una vez aplicada la vacuna; se cree que un máximo de cinco años. Por eso, si una persona se vacuna entre los 50 y los 65 años, le conviene consultar a su médico sobre la conveniencia de vacunarse otra vez pasado ese tiempo. Si ya padeciste herpes zóster, adquiriste inmunidad y no necesitas la vacuna.
Marilee Sigal, una residente de Vancouver, Canadá, quisiera haber actuado a tiempo cuando en 2013 enfermó de herpes zóster. Una tarde de agosto, poco después de cumplir 55 años, estaba atendiendo a unas visitas en el jardín de su casa cuando la acometió una punzada en el costado izquierdo.
Al principio la atribuyó a las secuelas de una dura batalla en su niñez contra la escoliosis, una desviación lateral de la columna vertebral. Pero, lejos de ceder, el dolor fue en aumento. Al día siguiente Marilee se vio una roncha que parecía una picadura de insecto, y por fin al tercer día acudió a una clínica ambulatoria; allí, el médico le dijo:
—Puedo esperar los resultados de sus análisis, pero tengo que darle ya el diagnóstico: es herpes zóster.
Marilee, hoy día de 58 años, no podía creerlo. Como psicoterapeuta estaba al día de la bibliografía médica y pensaba que no correría riesgo sino hasta que cumpliera 60 años. El médico le prescribió un antiviral, pero ya era tarde porque ella había presentado los primeros síntomas más de tres días antes.
Para Françoise Fontaine tampoco ha sido fácil. Ha probado todo tipo de terapias, desde la acupuntura hasta la hipnosis, para aliviar el dolor quemante, pero nada le ha resultado. “Tengo que protegerme la piel del sol y el viento porque me duele”, afirma.
“Algunas noches es insoportable. No puedo dormir y me rasco hasta sacarme sangre”. Con todo, no pierde la paciencia ni el ánimo y se ha propuesto vivir plenamente cada día. Ante la perspectiva de que en el futuro cercano haya una nueva vacuna, quizá el herpes zóster deje de representar un problema para otras personas.
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