Hicimos un recorrido y descubrimos algunas joyas subterráneas, conocelas

En los años 70, el temor a los bombardeos propició la construcción de la Ciudad Subterránea en Pekín, China: una red de túneles y catacumbas que abarca un área de aproximadamente 85 kilómetros cuadrados.

Las entradas a la Dixia Cheng, también conocida como la Gran Muralla Subterránea, se encuentran por todo Pekín. En total, se supone que hay más de 90 accesos a ella.

     

Si toman el desafiante camino que lleva al pabellón real, los turistas que vayan a la cueva Phraya Nakhon, en Tailandia, seguirán los pasos del rey Rama V. La estructura fue erigida seis años después de la visita del querido monarca en 1896.

Hoy en día, el templo está reservado para los pocos privilegiados que se enteren de su existencia.

La cueva de Naica, en México, es uno de los lugares más extremos del mundo. Ahí crecen preciosos cristales gigantes a temperaturas de 50 grados Celsius y una humedad del 99 por ciento, condiciones que resultan inhóspitas para el ser humano.

Solo se puede entrar con trajes refrigerantes.

Los visitantes de Hang Én pueden tumbarse en la playa y asolearse ¡en una cueva! Esta fascinante anomalía geológica de la región central de Vietnam alberga una playa subterránea situada junto a un lago de color turquesa.

El Sol entra gracias a un agujero que hay en el techo.

Uno de los sistemas de riego más antiguos del mundo se puede encontrar en Irán. Kariz-e-Kish es una red de túneles mediante los cuales se llevaba agua a zonas áridas.

Fue construido hace más de 2,500 años, mucho antes de que los romanos edificaran sus famosos conductos de agua y acueductos.

¿Un partido de minigolf o un paseo en barco por un lago de agua salada? ¿Dónde puedes hacer eso 120 metros bajo tierra? ¡Pues en Rumania!

La antigua mina de sal Salina Turda ha albergado desde 1992 al que probablemente sea el parque de atracciones a mayor profundidad en el mundo.