Su nombre es hidradenitis supurativa, pero comúnmente se le llama acné inverso y, más coloquialmente, ‘golondrinos’ o ‘bartolinos’. Es una enfermedad crónica que va más allá de “simples granos”.
Es dolorosa y deteriora la calidad de vida de quienes la sufren, pues a la afectación física y emocional se le suman el estigma y el aislamiento provocado no solo por la supuración y el olor que generan las lesiones, sino también por el hecho de que es desconocida y, por lo tanto, invisible para la sociedad y hasta para la comunidad médica.
Es una enfermedad principalmente dermatólogica, pero puede haber un componente interno sobre todo en las formas de moderadas a intensas, explica a Selecciones la doctora Lorena Estrada, jefa del Servicio de Dermatología del Hospital Regional Adolfo López Mateos del ISSSTE.
Se caracteriza por lesiones nodulares como granos rojos inflamados que pueden convertirse en abscesos.
Si esa condición evoluciona se transforman en fístulas, es decir, conductos subcutáneos que conectan con distintas estructuras dentro de la misma piel o en otras zonas y por las cuales sale constantemente pus.
Se presenta en pliegues de inglés, axilas, área genital, perianal, debajo del busto y pueden ser desde pequeñas espinillas hasta las lesiones inflamadas, dolorosas y con pus y fístulas que si persisten forman cicatrices retráctiles o elevadas o queloides, así que la zona queda más deformada.
Este proceso tarda años, no aparecen de un día para otro, precisa la dermatóloga. El paciente inicia con una lesión en una parte del cuerpo, luego en otra zona y poco a poco aumentan hasta que confluyen y afectan grandes áreas.
Afecta a ambos sexos por igual, sin embargo, en algunas poblaciones es más frecuente entre mujeres.
Por lo general inicia en la adolescencia y persiste a lo largo de la vida, es decir, es incurable, pero mejora, en el caso de las mujeres, alrededor de la menopausia.
No se sabe a ciencia cierta qué la detona y aunque existen factores genéticos no siempre el paciente refiere más casos en la familia.
Existen factores que empeoran la situación:
Las afectaciones a la calidad de vida son graves, explica Lorena Estrada, pues el paciente tiene dolor constante en varias partes del cuerpo y supuración (la pus huele mal) lo que ocasiona que el paciente se cambie de ropa con frecuencia.
“Algunas personas intentan detener la supuración con algodón, toallas sanitarias o con baños dos o tres veces al día, así que sus relaciones interpersonales se ven afectadas, no se diga la parte sexual, francamente dañada, así que la enfermedad se acompaña de cuadros de depresión e intentos e ideaciones suicidas“.
En México se calcula que pasan entre 7 y 10 años para un diagnóstico certero, lo que retrasa el tratamiento, el cual debe ser personalizado, pues no es lo mismo un paciente con una forma leve a uno que padece una forma severa.
Si existe un absceso debe ser drenado y luego contrarrestado con antibióticos. “Pero hay que aclarar que no es un proceso infeccioso aunque haya pus, eso es secundario, todo lo origina la obstrucción cutánea del poro, lo cual no se soluciona solo con antibiótico” puntualiza la dermatóloga.
Cuando existen lesiones persistentes (fístulas que no sanan) deben ser drenadas. Cuando son muy grandes hay que abrirlas y drenarlas o recurrir a cirugías muy amplias con colgajos e injertos.
No se debe a la falta de hábitos de higiene o lavado.
“Y finalmente para el control, porque no hay curación sobre todo en las formas moderadas y severas, los médicos deben recurrir a terapias biológicas, que de la mano de medidas como pérdida de peso, uso de antibióticos, control de enfermedades concomitantes y abandono del tabaquismo, dan excelentes resultados.
Esas acciones deben ser coordinadas por un grupo de especialistas, pues aunque la dermatología es el área que está más capacitada, se necesita del apoyo de especialidades como nutrición o cirugía plástica. “Si es en la zona perianal, por ejemplo, el paciente tendrá que ser visto por el médico familiar y el proctólogo”.
Con el objetivo de volver más visible esta enfermedad ante la sociedad y entre los profesionales de la salud, actualmente se están capacitando a casi una treintena de dermatólogos en México.
Los especialistas están recibiendo información sobre los tratamientos más innovadores y el manejo de esta enfermedad. “No todos los dermatólogos están interesados o están al tanto de las últimas novedades, así que ese esfuerzo es importante” cuenta Lorena Estrada, jefa del Servicio de Dermatología del Hospital Regional Adolfo López Mateos.
“Lo ideal sería identificar al paciente en las fases iniciales, pues el manejo sería más sencillo, pero aunque algunos dermatólogos están capacitados pasan por alto esa entidad y dan otro diagnóstico”.
Aunque en México no existen cifras exactas, se estima que uno o dos millones de personas padecen hidradenitis supurativa en diferentes grados de severidad, siendo una minoría en forma severa.
No es una enfermedad contagiosa ni se transmite sexualmente.
Además de la falta de capacitación de los profesionales de la salud, está la vergüenza de las personas afectadas, pues aparece en zonas como el ano o los genitales.
“Entre el área médica es poco conocida, apenas hace 10 años se empezó a estudiar, antes se pensaba que era algo infeccioso, lo que retrasa el tratamiento, a lo que se suma que el paciente tiene pena de mostrar sus lesiones”.
México cuenta con los tratamientos más novedosos desde la parte quirúrgica hasta los fármacos, pues tiene el único medicamento de tipo biológico autorizado a nivel internacional.
En la actualidad, la terapia biológica ha permitido el control de un gran porcentaje de casos moderados y graves. Dicha terapia permite cambiar la historia de un proceso crónico en el que el número de cirugías está disminuyendo progresivamente.
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