Hierro: ¿cuál es la conexión entre este mineral y nuestro bienestar?

La vida lo requiere. Los humanos lo usamos para producir, entre otras cosas, hemoglobina y mioglobina, proteínas que ayudan a almacenar y transportar oxígeno a todo el cuerpo.

Nuestras provisiones de hierro necesitan reponerse a menudo mediante la comida. La carne, el pescado, la yema de huevo, los frijoles, los frutos secos y los vegetales color verde oscuro son buenas fuentes del mineral. Podemos aumentar su consumo cocinando en una sartén de hierro: así la comida contendrá diminutas piezas del recipiente.

Otra opción son los complementos, que, como su nombre lo indica, aportan una dosis adicional si es necesaria; no representan un sustituto.

Hay dos tipos de hierro alimenticio: hemínico (solo presente en la carne) y no hemínico (se encuentra en animales y vegetales). “El cuerpo absorbe bien el primero”, afirma Agnès de Sesmaisons Lecarré, miembro de la unidad de nutrición de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.

“En el aprovechamiento del no hemínico, por el contrario, influyen mucho las interacciones con otros componentes alimenticios”. Por ejemplo, el tejido muscular de la carne o los comestibles ricos en vitamina C, como naranjas o tomates, pueden aumentar su absorción.

El organismo mantiene reservas del mineral

Sin embargo, la ingesta o absorción deficiente durante mucho tiempo puede provocar anemia, falta de glóbulos rojos saludables que transportan el oxígeno. Los posibles síntomas incluyen fatiga, dificultad para respirar, escalofríos, dolor de cabeza, irritabilidad, mareos o palidez. Es importante tratar la anemia ferropénica (se diagnostica con una prueba de sangre), ya que puede provocar cardiopatías a largo plazo.

Esta puede ser incluso señal de una condición subyacente como la celiaquía, la enfermedad inflamatoria intestinal o el cáncer colorrectal. Como el hierro está en la sangre, pueden aumentar los riesgos para las mujeres durante el periodo menstrual y para los donadores de sangre habituales.

A menos que se rebase por mucho la dosis de complementos recomendada, es improbable ingerir demasiado hierro, a no ser que se padezca hemocromatosis, un trastorno genético que afecta a más de 1 de cada 200 personas del norte de Europa. Este mal fomenta su absorción excesiva y causa molestias como fatiga y dolor articular y estomacal.

Si no se atiende, la hemocromatosis puede provocar graves problemas cardiacos o de hígado; pero bajo un tratamiento adecuado, con una dieta baja en hierro o extracciones de sangre regulares, no tiene por qué representar un problema.

Juan Carlos Ramirez

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