
Historias de una sala de emergencias muy locas para ser verdad
Precaución: ¡estas historias no son para los delicados! Los enfermeros de la sala de emergencias tienen las mejores —a veces más asquerosas—historias.
Los enfermeros son conocidos por ser cuidadosos, empáticos, organizados, entendidos, y gentiles ante la presión, pero tenemos que aceptarlo: los enfermeros de la sala de emergencias tienen las mejores —a veces más asquerosas—historias. Solo mira estás. (Precaución: ¡Estas no son para los delicados!)
Como es de esperarse, muchas historias de enfermería involucran la desafortunada colocación de objetos en orificios donde claramente no pertenecen. Esta no es muy diferente.
Rebecca Lee, una enfermera registrada de Nueva York que también lleva un recurso de remedios naturales caseros, cuenta la historia de cuando un caballero entró en la sala de emergencias quejándose de un dolor rectal extremo y un “objeto extraño” alojado en su ano.
Resultó ser la pata de un banco de madera. ¿Cómo llegó ahí? El se “cayó sobre el” (cuando estaba boca abajo, y se quedó “atorado” dentro de él). “Nos pidió no decirle a su esposa”, dice Lee.
El caso más asqueroso de algo atorándose donde no debería, dice A.J. Marsden, PhD, antigua enfermera quirúrgica el ejército de Estados Unidos que ahora sirve como profesora asistente de servicios humanos y psicología en el Colegio Beacon en Leesberg, Florida, fue uno que ella está segura de que fue un error.
“Este hombre de la mediana edad estaba experimentando piedras en los riñones terribles”, recuerda el Dr. Marsden. “Tenía tanto dolor que no sabía que más hacer, así que se metió un tubo de cristal por la uretra”.
Si eso no era lo suficientemente malo, al hacerlo contrajo el abdomen, causando que el tubo fuera succionado más lejos en su uretra. El movimiento repentino hizo que el tubo se rompiera. Obviamente, fue directo a la sala de emergencias.
Algunas experiencias solamente puedes esperar conseguir bloquearlas mentalmente. “Un día memorable, una joven mujer llegó al departamento llorando amargamente porque tenía algo en su trasero”, recuerda el Dr. Marsden.
Para entonces, el Dr. Marsden ya esperaba que fuera algo que la señorita se hubiera metido por si sola. O algo que quizás un amante la había ayudado a poner ahí. No. “Le pedí que se bajara los pantalones”, dice el Dr. Marsden, “y entonces me agaché para mirar el objeto. Fue ahí cuando me di cuenta de que el objeto me estaba mirando también”.
El “objeto” era una lombriz. Esta es la única vez que el Dr. Marsden recuerda haber vomitado después de ver un paciente.
Muchas enfermeras han aprendido que cuando los pacientes se presentan con objetos atorados en sus cuerpos, es mucho mejor si el objeto está atorado en un orificio.
Cuando no es así, suele ser mucho más serio—como cuando un paciente fue admitido con un poste de cerca que había entrado por su torso justo por debajo de las costillas y salía justo por encima del hombro opuesto.
El paciente había estado en un accidente de tráfico y se había estrellado con una cerca. Eso es lo que le dijo a Louis Davis, enfermero de la sala de emergencias en el Reino Unido, cuando llegó completamente consciente a la sala de emergencias. También le dijo a Davis que se sentía bien solo que, “parece que tengo una astilla que creo que quizá debas sacar”.
Tal vez funcione la negación, porque el hombre sobrevivió (tras pasar un mes en la unidad de cuidados intensivos).
Un paciente estaba seguro de que su brazo había sido “cortado” en un accidente de granja, recuerda Davis. “Señaló a su lado izquierdo e insistió que era verdad”. Estábamos sentados por la sala de emergencia y mirándonos entre todos escépticamente porque “a pesar de que el hombre parecía un poco perdido e ido, seguramente, esto no era verdad”.
Pero después cuando tomaron la sábana sucia que estaba sujetando al rededor de sus hombros, al tirarla… su brazo izquierdo se vino con ellas. “Te lo dije”, dijo el hombre. Efectivamente.
Aunque no lo creas, hay veces que un enfermero podría no ser la mejor persona para hacer el trabajo. Este fue el caso cuando un paciente entró a la sala de emergencias quejándose de un problema con su vejiga artificial, dice Lee.
El paciente le pidió a Lee que apagara la válvula en el esfínter artificial en la punta del artefacto, debajo de los genitales del paciente. Lee nunca había visto un esfínter artificial, o tan siquiera una vejiga artificial en ese entonces, y se quedó ahí sin saber qué hacer exactamente.
“Afortunadamente”, dice, “su esposa había entrado y salvó el día. Haciendo a un lado su bata dijo, ‘olvídalo, lo puedo hacer yo misma’”.
“En el 1974 cuando era mayor mientras atendía en la escuela de enfermería, trajeron a un caballero que había sido herido en un accidente automovilístico”, recuerda Benjamin Evans, DD, DNP, RN, presidente de la Asociación de Enfermeros del Estado de Nueva Jersey.
“Necesitaba cirugía facial y un cableado de la mandíbula”. Evans notó que la esposa del hombre parecía ansiosa. También podía notar que no estaban bien financieramente.
Finalmente, justo antes de realizar el cableado, la esposa habló, pidiendo a Evans si podía quitar la prótesis dental de su marido. Resultó que compartían la dentadura—que habían comprado de segunda mano a un director de una funeraria local.
Todos los diabéticos deberían saber los detonantes que suben los niveles de azúcar en sangre, pero esta mujer simplemente los ignoraba.
“Esta paciente que tenia tenía muchísimo sobrepeso y era diabética. No importaba cuánta insulina le diéramos, no importaba cuánto cuidáramos su dieta, no podíamos hacer que sus niveles de azúcar en la sangre se estabilizaran” recuerda Lee.
Fue un misterio hasta que Lee ayudó a la mujer a cambiarse su bata de hospital. Fue entonces cuando trozos de arroz frito y alas de pollo empezaron a caer de los pliegues entre sus muslos y estómago. “Resulta que su hijo le había estado metiendo comida a escondidas, y ella la había estado escondiendo en los pliegues de su piel”.
Un paciente mayor entró solo y muy desorientado, recuerda Lee. “Tenía incontinencia y no se podía mover bien por si solo. El hospital no podía localizar a ningún familiar, y parecía no tener visitas”. Pero un día, el hombre insistió en que su hija había pasado a verlo.
Lee le siguió la corriente, y lo escuchó pacientemente mientras le contaba sobre la visita de su hija, que incluía a ella dándole un billete de 5 dólares. “Era tan insistente”, dice Lee, “que realmente buscamos ese billete de 5 dólares por todos lados. Pero no pudimos encontrarlo”.
Más tarde ese día, cuando Lee estaba cambiando el pañal del paciente, un billete de 5 dólares muy arrugado salió del interior de su ombligo. “Después, miramos en todas las cámaras de seguridad, pero nunca vimos a su hija pasar, o a nadie más”.
Lee recuerda a otro paciente mayor varón, pero este tenía una actitud muy distinta del hombre con el ombligo misterioso productor de dinero. A este le estaba cambiando su pañal Lee cuando llamó desde donde estaba recostado boca abajo en la mesa de examen, “me dijeron que tengo el trasero más bonito de la sala de emergencias”.
¿Qué podía responder Lee a eso?
Una de las pacientes de Lee medía dos metros y pesaba 140 kilos. Era una paciente psiquiátrico, tenía que ser vigilada cuidadosamente porque tenía una tendencia a huir, y aparentemente podía correr muy rápido a pesar de su tamaño.
“Una vez, se quitó toda la ropa y corrió por toda la sala de emergencias”, recuerda Lee. “Estaba haciendo papeleo en la estación de enfermería, y levanté la vista y pude ver que dos de mis colegas la estaban persiguiendo”. Llevó más de diez minutos y tres personas para detenerla finalmente.
Lo gracioso fue que cualquier persona que fuera familiar con este paciente solo se quedó ahí, sin mostrar sorpresa. “Para nosotros, esto era normal”.
Tomado de rd.com 11 Emergency Room Stories That Are Almost Too Crazy to Be True