Como tantas mujeres, Katherine Trent, de Austin, Texas, padeció alguna que otra infección urinaria cuando era más joven. Experimentó los síntomas típicos (dolor, ardor y una necesidad constante de orinar) en forma moderada y se alivió con antibióticos. Pero al llegar a los 65 años de edad las ocasionales infecciones urinarias de antes se volvieron recurrentes.
A los pocos días de haber salido de una, los síntomas reaparecían. El ciclo se repitió de manera cada vez peor durante cinco años. “Ya sabía cuando venía la infección. Se me irritaba la vejiga, iba al baño a cada rato y me dolía”, recuerda. “Si no llegaba a un consultorio médico o a una clínica antes de 24 horas, a veces orinaba con sangre”.
Tendemos a pensar que las infecciones urinarias sólo afectan a las mujeres jóvenes, pero muchas mujeres —y hombres— que rara vez o nunca las padecieron pueden volverse propensos a ellas en la edad madura.
Saber que la edad aumenta el riesgo y cuáles son los mejores tratamientos puede brindarnos un alivio que nos cambie la vida.
Como las infecciones urinarias son muy raras en varones jóvenes, pueden resultar una sorpresa desagradable cuando aquejan por primera vez a un hombre mayor de 50 años, a menudo debido a hiperplasia (agrandamiento) de la próstata.
“La próstata rodea la uretra (el conducto que parte de la vejiga y atraviesa el pene) como una rosquilla”, explica el doctor Neil Baum, profesor de urología clínica en la Universidad Tulane, en Louisiana.
La próstata agrandada comprime la uretra, lo que debilita el chorro de orina, hace más frecuentes las ganas de vaciar la vejiga y produce un goteo después de hacerlo. Si la vejiga no se vacía totalmente, la orina residual puede infectarse.
De 5 a 10 por ciento de los hombres que tienen hiperplasia prostática sufren infecciones urinarias recurrentes, añade Baum. Hay medicamentos para relajar los músculos de la próstata o reducirla de tamaño a fin de facilitar el flujo de orina, así como operaciones mínimamente invasivas para aliviar la obstrucción o la presión.
Mientras que el aumento de las infecciones urinarias en los hombres puede deberse a la obstrucción de la uretra, un factor común en las mujeres es el deterioro de la mucosa urinaria que ocurre en la menopausia. Este era el caso de Katherine Trent.
Antes de la menopausia, los estrógenos mantienen el grosor y la salud de la mucosa urinaria, que produce sustancias antisépticas y reduce el riesgo de que los microbios infecciosos invadan el tejido subyacente.
Al disminuir el nivel de estrógenos durante la menopausia, la eficacia de la mucosa urinaria como barrera antiséptica y mecánica se reduce, y la composición de la flora vaginal cambia, todo lo cual aumenta el riesgo de contraer una infección urinaria.
Los antibióticos curan las infecciones agudas, pero para prevenir las recurrencias pueden necesitarse otros remedios. En 2013 investigadores suecos informaron que la aplicación de estrógenos tópicos durante algunas semanas en mujeres posmenopáusicas fortalece la mucosa urinaria y la hace menos propensa a las infecciones.
El urólogo de Katherine Trent le prescribió un ungüento de estrógenos para que se lo aplicara en la zona vaginal todos los días durante varias semanas y luego con menos frecuencia. El médico también respaldó la idea de ella de usar óvulos vaginales de probióticos.
Katherine no ha vuelto a contraer infecciones urinarias en 18 meses, y en el verano de 2015 pasó un mes de vacaciones en Londres, lo que no habría podido disfrutar plenamente si las infecciones siguieran gobernando su vida.
Si padeces infecciones urinarias inexplicables, tu médico querrá descartar otros males. “Cuando el tratamiento ordinario no funciona, buscamos cálculos en la vejiga o los riñones”, explica la doctora Elizabeth Mobley, de la clínica privada Urology Team, en Austin.
En caso de diabetes no controlada, las infecciones urinarias duran más tiempo porque las bacterias proliferan con la glucosa presente en la orina.
Hace dos años, cuando Meredith Channing telefoneó como todos los días desde Hawai a su madre anciana en el Medio Oeste de Estados Unidos, comprendió que algo grave le pasaba.
“Un día mamá estaba feliz, y al siguiente, agresiva, paranoica y no decía más que incoherencias”, recuerda Meredith. “Me contó que los vecinos le robaban cosas y que algo había entrado en su casa y movido su máquina de coser”.
Alguien más en lugar de Meredith se habría asustado y creído que su madre había perdido el juicio, pero ella sabía que no. Hacía varios años, mientras cuidaba a su suegra, también de edad avanzada, ésta contrajo dos infecciones urinarias, y en ambas ocasiones estuvo aturdida y desconfiada.
“Es muy común confundir los síntomas con demencia senil y creer que es hora de extremar los cuidados o llevar a la persona a un hogar para ancianos”, dice Meredith. “Lo más maravilloso de curar una infección urinaria es que la persona puede recuperar la lucidez”.
Ella hizo que un urólogo examinara a su madre aunque los síntomas fueran atípicos y, en efecto, padecía una infección urinaria. El tratamiento la hizo volver a la normalidad en cuestión de dos días.
Las personas mayores son más propensas a delirar cuando padecen enfermedades como infecciones urinarias o neumonía debido a la reacción inmunitaria, dice el doctor Timothy Girard, profesor de la Universidad Vanderbilt, en Nashville, Tennessee.
Muchos adultos mayores no presentan los síntomas habituales. Si sospechas que un familiar tuyo padece una infección urinaria porque su conducta es extraña, busca atención médica, aconseja el doctor Girard. “El tratamiento inmediato ayuda a prevenir el delirio, la septicemia y la insuficiencia renal”, agrega.
A uno de cada cuatro pacientes hospitalizados les insertan una sonda en la vejiga, lo que aumenta mucho el riesgo de una IU, que es muy frecuente contraer en un hospital. Si la sonda, que sirve para drenar la vejiga, se inserta incorrectamente, no se limpia a menudo o se deja demasiado tiempo, puede infectarse.
Si estás hospitalizado, pregunta a diario si aún necesitas la sonda, y si te contestan que sí, pregunta por qué. Facilitar los cuidados no es una razón válida cuando hay otras opciones, como usar un cómodo o silleta.
Luego de una operación, camina en cuanto puedas para apresurar la recuperación y abreviar el tiempo en que está inserta la sonda.
“Protesta si alguien ajusta la sonda sin antes lavarse las manos, si ves que la manguera está enroscada o si la bolsa colectora de orina está a mayor altura que el abdomen del paciente. Mantenerla más abajo evita que la orina refluya”, explica la doctora Lona Mody, profesora de medicina interna de la Universidad de Michigan en Ann Arbor.
El consejo también se aplica si la persona se encuentra en un hogar para ancianos, donde los pacientes con sonda corren un riesgo dos veces mayor de contraer una infección urinaria.
Estudios indican que las mujeres propensas a las infecciones urinarias recurrentes corren menos riesgo de recaer si usan óvulos vaginales de lactobacilos, probióticos que equilibran la flora vaginal.
En un metaanálisis de 2012, el jugo de arándano y las cápsulas de arándano desecado redujeron las infecciones urinarias recurrentes.
La principal bacteria causante de infección urinaria es la Escherichia coli, que procede del intestino; debes limpiarte de adelante hacia atrás para no acercar más los microbios a las vías urinarias.
Orinar después del coito reduce la probabilidad de que las bacterias entren en las vías urinarias.
Como la orina arrastra al exterior las bacterias presentes en las vías urinarias, bebe lo suficiente para orinar a menudo, sobre todo si padeces incontinencia. Quienes la tienen suelen tomar menos líquidos para evitar accidentes, pero esto propicia las infecciones.
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