Los estudios no han arrojado evidencia consistente que vincule el gusto por las golosinas con la diabetes tipo 2. En un estudio con más de 39,000 mujeres se halló que las que ingerían más azúcar no tenían un riesgo más alto de padecer la enfermedad. La diabetes tipo 2 se da cuando los niveles de glucosa en sangre, o la glucemia, se elevan de manera crónica.
Al consumir azúcar suben los niveles en la sangre, por lo que parece lógico que el consumo de pasteles y galletas pudiera causar diabetes. Pero no es así; por lo menos, no de manera directa.
En los últimos años, un gran número de expertos (aunque no todos) han señalado con el dedo las dietas con un índice glucémico (GI) alto como el principal culpable detrás de la epidemia de obesidad, así como de la epidemia de resistencia a la insulina, un problema clave de la diabetes tipo 2.
El GI es una medida de cuánto aumenta el azúcar en sangre debido a los carbohidratos en los alimentos. Cuando comes alimentos que producen un aumento pronunciado del azúcar en la sangre, tu cuerpo produce una gran cantidad de insulina para “procesar” esa azúcar y sacarla del torrente sanguíneo hacia las células.
Con el tiempo, los flujos repetidos de insulina hacen que el cuerpo sea menos sensible a la hormona, lo que lleva a una condición que se conoce como resistencia a la insulina, y es así como inicia el trayecto a la diabetes.
Los granos refinados (como el pan blanco) y los almidones (como las papas) tienen, de hecho, un GI con un valor más elevado que el azúcar. Aun así, algunas fuentes de azúcar pueden no estar totalmente libres de responsabilidad.
Una teoría emergente sugerida por un grupo de expertos sostiene que la fructosa, un componente del azúcar de mesa, puede ocasionar resistencia a la insulina.
La fructosa, en forma de jarabe de maíz alto en fructosa, abunda en muchos refrescos y en alimentos procesados.
La resistencia a la insulina, aunada al consumo excesivo de alimentos dulces, puede hacer que subas de peso, y la ciencia bien establecida indica que el sobrepeso y la obesidad aumentan la probabilidad de desarrollar diabetes tipo 2.
Marianne Wait
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