Interpretación de Copenhague: ¿el mundo cuántico es real?

Desde finales de la década de 1920, la interpretación de Copenhague se ha convertido en el marco de lectura más influyente para entender la física cuántica.

No se trata de una única teoría, sino de un conjunto de ideas articuladas por Niels Bohr, Werner Heisenberg y Max Born que definen el mundo subatómico en términos de indeterminación, probabilidad y el papel de la medida.

Aunque ha dominado el pensamiento científico durante casi un siglo, el debate sobre la “realidad” del mundo cuántico sigue vivo.

El debate cuántico: interpretación de Copenhague vs. Einstein

Los pilares de Copenhague y sus defensores

La interpretación de Copenhague se basa en dos conceptos clave que desafían nuestra intuición:

  • Superposición y colapso: Un sistema cuántico puede existir en múltiples estados a la vez hasta que se mide. El acto de la medición “rompe” esta superposición y lo fuerza a adoptar un único estado. La teoría describe el mundo en términos puramente probabilísticos a esa escala.
  • Complementariedad: Según Bohr, una partícula no es una “onda” o un “objeto”, sino que posee ambos rasgos. Qué aspecto se revela depende de cómo se diseñe el experimento. Ambos son descripciones mutuamente excluyentes, pero necesarias, para entender la naturaleza de la realidad.

Esta interpretación ganó la batalla en el siglo XX por su poder predictivo y su sencillez operativa. Ofrecía una guía directa para resolver problemas y un lenguaje común para campos tan diversos como la física atómica, los láseres y los semiconductores.

Críticos y alternativas: el debate que no termina

A pesar de su éxito, la interpretación de Copenhague nunca ha estado libre de objeciones. Sus críticos más famosos fueron los padres de la física moderna:

  • Albert Einstein: Sostuvo que la teoría es incompleta porque el mundo debe tener propiedades definidas incluso sin medir. Junto a Podolsky y Rosen, planteó la paradoja EPR para argumentar que el entrelazamiento cuántico sugiere que deben existir “variables ocultas”.
  • Erwin Schrödinger: Para evidenciar las dificultades de aplicar la superposición a objetos grandes, planteó el famoso experimento mental del gato, que está a la vez vivo y muerto hasta que se abre la caja.

Con el tiempo, surgieron otras alternativas, como la teoría de muchos mundos de Hugh Everett, que elimina el colapso al proponer que cada posibilidad se realiza en una rama diferente del universo, o la teoría de Broglie-Bohm, que restaura el determinismo con una “onda guía”.

La evidencia más robusta hasta la fecha

El debate no solo ha sido filosófico. En la actualidad, los avances en computación cuántica han permitido poner a prueba estos conceptos como nunca antes. Un equipo internacional de físicos logró un hito al verificar efectos cuánticos en un sistema con 73 qubits, una escala que nunca se había logrado.

Para ello, los científicos no midieron directamente todas las interacciones, lo cual es casi imposible, sino que midieron la energía del sistema. Demostraron que alcanzó niveles tan bajos que sería estadísticamente imposible para cualquier sistema clásico. Este resultado, con una diferencia de 48 desviaciones estándar, es una prueba inequívoca de que se estaban produciendo correlaciones de Bell genuinas, las cuales no pueden ser simuladas por una máquina clásica.

La física cuántica, una realidad tangible

La interpretación de Copenhague sigue siendo la más influyente, pero la reciente evidencia científica está ayudando a resolver preguntas que antes eran puramente filosóficas. El experimento con 73 qubits es la prueba más robusta de que el mundo cuántico no es solo un marco teórico, sino una realidad poderosa y tangible que está lista para impulsar la próxima era de la tecnología.

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