Así es la vida: Mi segundo esposo y yo salimos el fin de semana
Cierta vez telefoneé a un restaurante de la ciudad donde vivo para preguntar si estaba ubicado en el lado norte o en el lado sur de la...
Justificación
Mientras esperaba mi equipaje en el aeropuerto, vi a un hombre levantar mi maleta de la banda transportadora.
—¡Oiga, señor! —le grité—. ¡Ésa es mi maleta!
Volviéndose hacia mí y en tono defensivo, el hombre dijo:
—Entonces, ¡alguien tomó la mía!
C. S., Australia
Cierta vez telefoneé a un restaurante de la ciudad donde vivo para preguntar si estaba ubicado en el lado norte o en el lado sur de la Calle Principal. La persona que atendió la llamada dijo:
—Bueno, eso depende de dónde venga usted.
Patricia Thompson, Estados Unidos
En una ocasión, mi segundo esposo y yo pasamos el fin de semana en una casa enorme de más de 100 años de antigüedad, que había per-tenecido durante generaciones a su familia. Mi suegro, que se llamaba Gustavo, acababa de fallecer hacía poco. Una noche nos encontrábamos en la sala en compañía de la hija de mi esposo, quien padece síndrome de Down. Mientras nosotros veíamos la televisión, la niña se dedicó a recorrer la casa. De pronto, la oímos gritar a todo pulmón:
—¡Mi abuelito Gustavo! ¡Mi abuelito Gustavo!
Mi esposo y yo nos miramos entre sorprendidos y asustados, ante la posibilidad de que se tratara del fantasma del abuelo, y en seguida saltamos del sillón y corrimos hasta donde estaba la niña, diciendo:
—¿Dónde? ¿Dónde?
Sin embargo, ella estaba sentada muy tranquila en la sala, frente a un grupo de retratos de la familia, señalando la fotografía de su abuelo.
—Ahí está, mírenlo —respondió con toda naturalidad.
Martha Castillo, Colombia
Una noche mi esposo y yo salimos a cenar como pocas veces lo habíamos podido hacer desde que nació nuestra hija. Al terminar de comer, mi esposo decidió pedir un carajillo, que es una bebida preparada a base de café y licor. Como desconocía de qué licor se trataba exactamente, le preguntó al mesero:
—Disculpe, ¿qué tiene?
El mesero, un poco agobiado y sin percatarse de que mi esposo se refería a la bebida, contestó:
—Es que me siento muy deprimido porque me estoy divorciando.
Pasamos la siguiente media hora escuchando las penas del hombre, y jamás nos enteramos de qué contenía el dichoso carajillo.
Rosalba Yáñez, Ciudad de México
A mi hermana no le fue tan bien como ella esperaba en su examen escrito de conducción.
Quizá tuvo que ver con la manera como completó esta frase: “Cuando el ___________ está muerto, el auto no arranca”.
Ella escribió: “conductor”.
Nathan Hellman, Estados Unidos
Los trucos de los noticieros para hacer que los televidentes no cambien de canal mientras pasan los anuncios ya no funcionan. “¿Seguirá el buen tiempo este fin de semana? Para saberlo, manténgase en sintonía”. O, simplemente, consulta tu teléfono celular o averígualo en Google.
@kristencarney
Cierta vez mi hermana iba conduciendo una camioneta llena de niños de segundo grado que iban de excursión. Distraída por los gritos, pasó de largo una señal de alto y un agente de tránsito la detuvo.
—Oiga, señora —le dijo—, ¿olvidó cuándo debe detenerse?
Muy indignada, mi hermana contestó en medio del bullicio:
—¿Y qué le hace pensar que todos estos niños son mis hijos?
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Letrero visto fuera de una tienda de objetos usados:
“Intercambiamos cualquier cosa: bicicletas, lavadoras, juguetes… Traiga a su esposa y ¡le haremos una oferta increíble!”
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Discreción, por favor
Una mañana se me hizo tarde para ir a trabajar, así que por las prisas olvidé mi gafete. Nadie se dio cuenta hasta la hora de la salida, cuando le pedí al gerente que firmara mi reporte del día y notó que no lo traía puesto. Al explicarle la razón de mi olvido, repuso en tono enérgico:
—El uniforme, el gafete y la pluma son tus herramientas de trabajo, y no debes presentarte a trabajar sin ellos por ningún motivo.
Tras asegurarle que no volvería a suceder, le pedí que firmara la hoja, y entonces dijo en voz baja:
—¿Me prestas tu pluma?
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En alguna ocasión comimos en un restaurante que sabe muy bien cómo tratar a los clientes insatisfechos. En la pared había una trampa para osos abierta, con este letrero a un lado: “Para presentar una queja, presione el botón”.