Les pedimos a hombres y mujeres que han sobresalido en sus campos —funcionarios, escritores, deportistas, empresarios, académicos y otros más— que nos contaran sus errores más vergonzosos.
Dean Ornish, presidente del Instituto de Investigación sobre Medicina Preventiva de Estados Unidos.
Tuve el honor de conocer al Dalai Lama hace unos 20 años, cuando se alojó en casa de unos buenos amigos míos. Le hablé de un estudio nuestro que mostraba que una dieta de vegetales enteros puede ayudar a revertir algunas enfermedades crónicas, y él se interesó mucho. Dijo:
—Yo como carne a veces. Traté de llevar una dieta vegetariana una vez, pero mi vesícula biliar se quejó.
—Debe de haber sido una dieta vegetariana rica en grasas —le respondí—. ¿Qué comía?
—Principalmente, queso y mantequilla de yak.
—Podría probar ahora una dieta de vegetales bajos en grasa. Es la forma más compasiva de comer.
Apenas dije esto, pensé: Es la cosa más ridícula y presuntuosa que he dicho nunca. ¡Sugerirle al Dalai Lama que sea más compasivo!
Entonces me miró con una sonrisa franca… muy compasiva.
Christian Rudder, cofundador el sitio web de citas okcupid.com y autor del libro Dataclysm.
Hace muchos años, en un salón de Spring, Texas, pasé dos horas frente al videojuego Time Pilot en una máquina sin jugarlo. Tenía ocho años, y no entendía que mi moneda de 25 centavos ya se había agotado.
Mientras la máquina repetía el video de demostración, yo apretaba los botones y movía la palanca, pensando que era el rey del juego.
No fue hasta que dos muchachos me miraron como si fuera yo un tonto cuando me di cuenta de que, en efecto, lo era.
La burla de los adolescentes es capaz de despabilar a cualquiera.
Apolo Ohno, ganador del oro olímpico en 2002 y 2006 en patinaje de velocidad en pista corta.
Un compañero patinador siempre comía galletas rellenas de higo en la víspera de una competencia, y a mí se me ocurrió imitarlo. Me encantan esas galletas, pensé. ¡Me comeré algunas!
Bueno, me comí un paquete entero. Salí a la pista 10 minutos antes de la prueba, vestido con ese traje ajustado y ridículo, y corrí… en busca de un baño. Me perdí la competencia.
No tenía otra opción, ¿verdad? Si hubiera ganado, habría tenido que esperar a que me dieran la medalla, y no podía correr el riesgo. Fue terrible. No me limité a comer una sola galleta. ¡Tenía que devorar todo el maldito paquete!
Otra cosa igual de tonta me ocurrió durante una carrera en Canadá. Faltaban dos vueltas y llevaba yo una buena ventaja. De pronto, erguí el cuerpo.
No estaba celebrando; con tanta ventaja, sólo había empezado a desacelerar. Y entonces se oyó un clamor en el graderío. ¿Por qué gritan tanto?, me pregunté.
Luego vi que un patinador holandés me rebasaba por fuera. Cruzó la meta tres centésimas de segundo antes que yo. Me sentí como un idiota.
Barbara Corcoran, magnate inmobiliaria y coanfitriona del programa Shark Tank, de la cadena ABC.
Mi peor inversión en un inmueble fue también la primera: un motel de 12 cuartos con ocho inquilinos regulares. Era un basurero, propiedad de un tipo que lo había heredado de su padre, un vendedor de estiércol.
Compré el motel por 220,000 dólares, creyendo que ganaría 10 por ciento de esa cifra al año por el alquiler de los cuartos. Pero entonces llegó la sorpresa: cuando mi entonces marido fue a cobrar el alquiler por primera vez, resultó que los inquilinos no tenían dinero; es más, no habían pagado nada en años.
¿Mi lección? ¡Revisa los recibos de alquiler!
Arianna Huffington, jefa de redacción de huffingtonpost.com y autora del libro Thrive.
Durante gran parte de mi carrera me desempeñé con la idea ilusa de que trabajar hasta quedar exhausta, era el precio obligado para lograr el éxito. Eso me acarreó una dolorosa llamada de atención.
Fue en abril de 2007, y acababa yo de volver a casa luego de hacer un recorrido de universidades con mi hija. Me había propuesto no tocar mi Blackberry durante el día, y permanecer despierta hasta muy entrada la noche para ponerme al corriente con el trabajo.
En la mañana, me desmayé de cansancio y me golpeé la cabeza al caer; me corté un párpado y me fracturé el pómulo.
Me gustaría poder retroceder en el tiempo y decirle a la tonta de mí: “Arianna, tu rendimiento mejorará mucho si te comprometes no sólo a trabajar duro, sino también a desconectarte, recargar pilas y renovarte”.
Eso me habría ahorrado muchísimo estrés inútil y una gran cantidad de daños innecesarios a mi salud.
Laurence Tribe, profesor de derecho constitucional en la Universidad Harvard y coautor del libro Uncertain Justice.
El examen escrito de física de primer grado de bachillerato planteaba un problema: calcular el área total de contacto entre un camino y las ruedas de una bicicleta subiendo una cuesta empinada.
Al día siguiente, el maestro tomó mi hoja de examen y la mostró al grupo. Dijo que todos mis cálculos eran correctos, salvo por un detalle: había multiplicado todo por dos, porque, como había yo escrito, “todas las bicicletas tienen cuatro ruedas idénticas”.
Francis S. Collins, director de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos.
Cuando era yo soltero recibí una invitación de un colega para dar una conferencia en Florida. Le reenvié el mensaje a mi novia (y futura esposa), y añadí una nota sobre lo encantador que sería pasar con ella una velada íntima en la playa.
Descubrí que había hecho clic en el botón Responder cuando mi colega me escribió de vuelta para agradecer mi amable propuesta, pero declinarla alegando que no era yo “su tipo”.
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