Vivimos en una era de cambios vertiginosos. La decisión de no tener hijos ya no se basa únicamente en preferencias personales: el estrés, la ansiedad y el miedo al futuro están influyendo de manera decisiva en esta elección. La natalidad está cayendo en casi todo el mundo. En México la natalidad ha experimentado un descenso en los últimos años, con una disminución notable en el número de nacimientos registrados y en la tasa de fecundidad.
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En 2023, se contabilizaron 1.820.888 nacimientos, una cifra considerablemente menor a la de años anteriores, y la tasa de natalidad se ubicó en 52.2 nacimientos por cada mil mujeres en edad fértil, esto es un ejemplo de una tendencia que revela mucho más que un dato demográfico.
Una crisis cultural vestida de tendencias demográficas
Lejos de ser un simple dato estadístico, la baja fecundidad refleja una crisis cultural y existencial: en Argentina se registró una caída del 40 % desde 2014 . Países como Italia (TFR < 1.3) o Corea del Sur (0.84) muestran lo mismo: el declive de la natalidad no es anecdótico, es global .
1. Estrés, ansiedad y burnout: enemigos silenciosos de la paternidad
La ansiedad generalizada y el burnout —síntomas de la aceleración cultural— están convirtiendo la paternidad en una carga psicológica adicional. El desgaste emocional afecta la energía para criar y sostener a otro ser humano, sobre todo cuando la incertidumbre laboral y económica acecha a quienes rondan los 30-40 años.
2. Libertad personal vs. continuidad del legado
En una cultura que celebra el “yo primero” y el autocuidado, tener hijos se ve como una renuncia. El deseo de libertad, crecimiento profesional y experiencias personales se antepone al propósito de continuidad. Así, procrear deja de ser un mandato para convertirse en una elección voluntaria e incluso radical en tiempos de individualismo.
3. Factores estructurales que eclipsan el deseo
Estudios de la ONU revelan que casi 20 % de los adultos no tienen los hijos que desean por razones económicas, laborales o de vivienda. En la OCDE, el abuso de la incertidumbre política, medioambiental y sanitaria desploma la confianza en el mañana, reduciendo el deseo de ser padres .
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4. El paradigma familiar en crisis
La figura del padre tradicional se cuestiona, y muchos sienten que no hay certezas ni recursos para asumir ese rol. Ante esta crisis simbólica, la decisión de no tener hijos se convierte en una expresión de autonomía y salud mental.
¿Qué implica esta elección?
No tener hijos es un acto legítimo y responsable si nace de una reflexión sana. A diferencia de la paternidad, no es irreversible. Tampoco es un acto de egoísmo: es una estrategia de supervivencia emocional y económica en un mundo incierto.
Conclusión
La decisión de no tener hijos, impulsada por estrés, ansiedad y miedo al futuro, no es un capricho sino una respuesta inteligente a condiciones socioeconómicas y culturales cambiantes. Esta tendencia exige un diálogo profundo sobre nuestras prioridades, motivaciones y qué tipo de sociedad queremos construir.