El Dalai Lama va a cumplir 80 años este mes, el día 6. Es uno de los líderes religiosos más importantes del mundo.
Usa sandalias sencillas y su sonrisa refleja bondad. Tenzin Gyatso, el decimocuarto Dalai Lama, y yo nos hemos reunido más de 30 veces en 33 años, y difícilmente he entrevistado a alguien tan empático. Nadie ríe más que él. Según las encuestas, es la persona más querida del mundo, lo que no resulta sorprendente. “No tengo enemigos”, me dijo hace más de 20 años. “Simplemente, hay personas a las que no conozco todavía”.
Aunque la ocupación china lo ha obligado a vivir fuera de su Tíbet natal desde 1959, no odia a los chinos ni a sus dirigentes. Todo lo contrario. “Por supuesto que rezo por los líderes comunistas de Beijing”, afirma. A pesar de su edad, el Dalai Lama confía en que le alcanzará la vida para ver la resolución del conflicto entre China y la tierra que lo vio nacer.
En los últimos años el Dalai Lama ha llamado cada vez con más insistencia a adoptar una ética que trascienda la religión. Hoy, a sus 80 años, proclama una visión que sin duda es singular en un líder religioso: “La ética es más importante que la religión. No llegamos a este mundo siendo adeptos de una religión en particular, pero la ética sí es innata”. Una de sus creencias centrales es que la búsqueda de la felicidad y el deseo de evitar el sufrimiento son anhelos comunes de todos los seres humanos.
Tras el ataque terrorista perpetrado en París [en enero pasado], usted dijo: “Hay días en los que pienso que sería mejor ¡que no existieran las religiones!” ¿A qué se refería?
El conocimiento y la práctica de la religión han sido útiles, por supuesto, pero hoy día ya no son suficientes, como muestran cada vez con mayor claridad ejemplos en todo el mundo. Esto es cierto en todas las religiones, incluidos el cristianismo y el budismo. Se han hecho guerras en nombre de la religión, incluso “guerras santas”. Las religiones han sido y son frecuentemente intolerantes.
Por eso digo que en este siglo necesitamos una nueva ética que trascienda todas las religiones. La espiritualidad humana básica es mucho más importante que la religión. Es una inclinación hacia el amor, la bondad y el cariño que todos tenemos dentro de nosotros, sea cual sea la religión a la que pertenezcamos. En mi opinión, la gente puede vivir sin religión, pero no sin valores internos, sin ética.
¿Qué lo llevó a pensar que necesitamos más espiritualidad que la que nos pueden proporcionar las religiones tradicionales?
Llevo 56 años exiliado en la India. Es una sociedad laica que se rige por una ética laica. Mahatma Gandhi era profundamente religioso, pero también era un espíritu seglar. Era un gran admirador de Jesús y del pacifismo del Sermón de la Montaña. Él es un modelo para mí porque encarnaba la tolerancia religiosa. Esta tolerancia es una fuerza profundamente arraigada en la India. Con muy pocas excepciones, allí viven en paz no sólo hindúes, musulmanes, cristianos y sijes, sino también jainistas, budistas, judíos, agnósticos y ateos.
Sé que hay repetidos casos de violencia local, pero sería un error generalizar. En definitiva, la sociedad india es pacífica y armoniosa. Todos los credos religiosos sostienen el antiguo principio indio de la no violencia, el ahimsa, con el que Gandhi cosechó tanto éxito político. Fue la base para la coexistencia pacífica. Es una ética laica y práctica que trasciende todas las religiones. ¡El mundo actual haría bien en adoptarla!
Hay 6,000 millones de “creyentes” en el mundo, pero muchos de ellos no toman en serio su religión…
Por desgracia, entre esos 6,000 millones hay mucha gente corrupta que no cuida más que sus intereses. Pero habrá más paz externa en la Tierra sólo cuando haya más paz interna. Esto es cierto al hablar de todos los conflictos actuales: Ucrania, el Oriente Medio, Afganistán, Nigeria. Casi en todas partes, el fundamentalismo religioso es una de las causas de la guerra. Sabemos muy bien que si nos atreviéramos a correr el riesgo de desatar una guerra nuclear equivaldría a cometer un suicidio colectivo. Esto por sí solo muestra lo mucho que dependemos los unos de los otros.
La investigación neurobiológica moderna sugiere firmemente que el comportamiento altruista es más gratificante que el egoísmo. La gente no tiene que ser egoísta; es igual de fácil ser altruistas y orientar nuestras actividades al bienestar de los demás. ¡El altruismo nos hace más felices! La felicidad no es sólo una cuestión de suerte; es una capacidad que toda persona tiene a su alcance. Todo el mundo puede ser o llegar a ser feliz. La investigación moderna nos dice qué factores tienen que ver con la felicidad. Poco a poco podemos ir transformando los factores que menoscaban la felicidad. Esto es cierto tanto al hablar de los individuos como de la sociedad en general.
La finalidad de una ética laica es liberarnos del sufrimiento efímero y del duradero, y desarrollar la capacidad de apoyar a otros en la búsqueda de la felicidad. Un aspecto de la compasión es la voluntad espontánea de actuar en beneficio de los demás.
Usted concede una gran importancia a la investigación moderna sobre el cerebro. ¿Por qué?
Nuestro cerebro es un órgano que aprende. La neuropsicología nos dice que podemos adiestrarlo como lo hacemos con nuestros músculos. De esta manera podemos ser receptores conscientes de lo que está bien y de lo que es correcto, influir en nuestro cerebro de forma positiva y superar lo que es negativo. Con ayuda de la mente y el espíritu podemos cambiar nuestro cerebro para mejorar. Éste es un avance revolucionario.
Gracias a estos avances ahora estamos más seguros de que la ética, la compasión y el comportamiento social son cosas con las que nacemos, mientras que la religión es algo que nos inculcan. La conclusión de todo esto es que la ética es más profunda y natural que la religión.
¿Qué preguntas debemos hacernos para desarrollar más nuestra capacidad de compasión?
¿Somos de mente abierta o estrecha? ¿Consideramos cada situación en su totalidad o sólo nos ocupan algunos aspectos de ella? ¿Pensamos y actuamos de manera integral? ¿Contemplamos las cosas con una perspectiva de largo plazo, o sólo pasajera? ¿Nuestras acciones están motivadas por una compasión sincera? ¿Nuestra compasión se limita a nuestros familiares y amigos porque nos identificamos principalmente con ellos?
Debemos reflexionar mucho, y necesitamos investigar a fondo. La ética tiene que ver principalmente con nuestra condición espiritual, y no con la pertenencia formal a una comunidad religiosa. Debemos superar nuestras limitaciones autoimpuestas y aprender a entender los puntos de vista de los demás.
En el conflicto actual en Ucrania, esto significa que Europa oriental necesita a Europa occidental, y viceversa. Así que, ¡hablen unos con otros! Debemos darnos cuenta de que vivimos en una era de globalización. El nuevo lema debe ser: “Los intereses de ustedes son nuestros intereses”. El fundamentalismo es siempre dañino. Las ideas de ayer no nos llevarán a ningún lado. Especialmente por los niños, los adultos del mañana, la ética es más importante que la religión.
El cambio climático es otra cosa que sólo podremos resolver si trabajamos juntos. Rezo y confío en que en la próxima cumbre sobre el clima, que se celebrará al final del año en París, esta verdad innegable finalmente produzca resultados concretos. El egoísmo, el nacionalismo y la violencia son el camino equivocado. La pregunta más importante para un mundo mejor es ésta: “¿Cómo podemos servirnos unos a otros?”
Cada día terminamos con 150 especies animales y vegetales, y arrojamos al aire 150 millones de toneladas de gases de efecto invernadero. ¿Qué puede hacer una ética laica para detener esto?
Las claves son un mayor grado de conciencia, educación, respeto, tolerancia, consideración y no violencia. A lo largo del siglo pasado hicimos enormes progresos materiales que fueron benéficos, pero esos avances también condujeron al daño devastador que le estamos causando al medio ambiente. En el siglo XXI tenemos que aprender, cultivar y aplicar valores internos en todos los niveles.
Creamos en una religión o no, todos tenemos dentro este manantial ético elemental, humano y primordial. Debemos cultivar este fundamento ético. Nos ayudará a preservar el medio ambiente. Esto es una religión práctica y una ética práctica.
Hay dos formas de ver la naturaleza humana. Una de ellas establece que, por naturaleza, el ser humano es agresivo, violento y despiadado; la otra es que de manera natural estamos en sintonía con la bondad, la armonía y la vida en paz. Este segundo punto de vista es el mío. En consecuencia, no considero la ética como un conjunto de mandamientos y prohibiciones que debemos observar estrictamente, sino más bien como un impulso interior y natural que nos inspira a buscar satisfacción y felicidad para nosotros y para los demás. El deseo elemental que me inspira es contribuir al bien común de la humanidad y al de todos los seres vivos.
Recibir instrucción ética a partir de los 14 años de edad es más importante que la religión. La educación lo cambia todo. Las personas son capaces de aprender. En Alemania podemos verlo desde la caída del Muro de Berlín. Atestiguar eso fue una experiencia inolvidable para mí. O consideremos las políticas de la Unión Europea después de la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad los antiguos enemigos trabajan juntos para construir y compartir una Europa pacífica. Por ese logro la Unión Europea incluso fue galardonada con el Nobel de la Paz. ¡Con toda la razón!
¿Qué podemos hacer todos y cada uno de nosotros para que el mundo sea más pacífico y un lugar mejor?
Si queremos hacer de este mundo un sitio mejor, entonces tenemos que ser mejores nosotros mismos. No hay un camino fácil. En primer lugar, tenemos que ver a nuestros enemigos como seres humanos. En el Sermón de la Montaña, Jesús dice: “Amad a vuestros enemigos”. Por nuestro bien, debemos hacer cuanto esté a nuestro alcance para asegurar que todos los seres vivos puedan prosperar. Para eso necesitamos educación espiritual y educación del corazón.
Después de 1945 la Unión Europea eligió el camino correcto y aseguró la cooperación entre antiguos enemigos. Así, los enemigos se hicieron amigos. Esto sólo fue posible porque millones de personas eligieron conscientemente transitar ese camino.
El verdadero enemigo es el enemigo interno, no el externo. Las enemistades externas nunca duran, y la enemistad entre China y el Tíbet no es la excepción. Si respetamos a nuestros enemigos, algún día podrán llegar a ser nuestros amigos.
Por ello, mi lealtad a la no violencia es inquebrantable; ésa es una forma inteligente de amar a los enemigos. La meditación intensa nos hace ver que nuestros enemigos pueden llegar a ser nuestros mejores amigos. De este modo podemos alcanzar una mayor serenidad, compasión y perspicacia. Tenemos, pues, una oportunidad real de hacer del siglo XXI un siglo de paz, de diálogo, de humanidad sensible, responsable y compasiva.
Esto es lo que espero, y es por lo que elevo plegarias.
Breve cronología de una larga vida
1935. El futuro Dalai Lama nace el 6 de julio en el Tíbet. Hijo de un labriego, a los dos años de edad se le reconoce como reencarnación del finado decimotercer Dalai Lama, y a los cuatro años y medio se le proclama líder espiritual, en Lhasa, con el nombre de Tenzin Gyatso.
1950. El Ejército Popular de Liberación de China ocupa el Tíbet. El Dalai Lama, de 15 años, asume el poder político absoluto sobre su país.
1954. Viaja a Beijing para entablar conversaciones de paz con Mao Zedong, Zhou Enlai y Deng Xiaoping, pero no logra nada.
1959. La insurrección tibetana contra el gobierno de Beijing es sofocada por los chinos; 90,000 tibetanos pierden la vida, y miles más huyen del Tíbet. El Dalai Lama instaura un gobierno en el exilio, en Dharamsala, India.
1966-1976. Durante la Revolución Cultural china, casi todos los 6,000 monasterios tibetanos son demolidos.
1987. El Dalai Lama anuncia una “vía intermedia”: el Tíbet ya no busca la independencia de China, sino sólo la autonomía dentro del Estado chino.
1989. Se le concede el Premio Nobel de la Paz.
2011. El Dalai Lama cede el liderazgo político del Tíbet al abogado Lobsang Songay, el cual fue elegido primer ministro del gobierno en el exilio en una votación libre. El Dalai Lama proclama su deseo de vivir como un “monje ordinario en un monasterio”, pero muchos tibetanos le siguen atribuyendo una condición semidivina.
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