¿La gran batalla contra el cáncer?
De todas las enfermedades que pueden afligimos, ninguna es más temida que el cáncer. En las dos décadas pasadas, la ciencia médica ha hecho grandes progresos para desentrañar los misterios del cáncer y su tratamiento. Con todo, incluso si las probabilidades de sobrevivir de un paciente son mayores hoy día de lo que habían sido, las cifras de muerte por cáncer siguen en aumento y son más altas que hace 40 años.
Las esperanzas de vida hoy día son más altas. Muchas enfermedades que en el pasado cobraban víctimas ?cólera, paludismo, poliomielitis, fiebre tifoidea, etc.? ya no representan peligro en los países industrializados. Como vivimos más tiempo, al llegar a los 60 o 70 años estamos expuestos a un ataque cardíaco o de apoplejía y a algunas de las variedades de cáncer.
Muchas personas temen al cáncer más que a un ataque cardíaco o apopléjico, porque creen erróneamente que la muerte es inevitable. En realidad, la tasa de mortalidad por cáncer aún es alta; le corresponde 20% del total de decesos en Estados Unidos, Inglaterra y muchas partes de Europa. Pero, casi 40% del millón de estadounidenses y de los 220,000 ingleses que cada año reciben dicho diagnóstico, se someten a tratamiento oportuno y viven varios años después de ello. Muchos se restablecen por completo.
Una razón para que el cáncer sea tan temido es que presenta varias formas. No es una enfermedad, sino más de cien, todas con un factor común. Muchas personas saben que existen dos tipos de tumor, o crecimiento anormal de los tejidos. Uno es benigno y crece con lentitud. Su principal característica es que, una vez formado, permanece donde está. En todo tipo de cáncer, los temores malignos en ocasiones crecen rápidamente y se propagan, afectando no sólo los tejidos sanos, sino invadiendo partes vitales del cuerpo, los pulmones, los senos y el estómago. Algunas veces sucede una invasión generalizada, a la que los médicos nombran metástasis. Las células cancerosas se desprenden del tumor original y viajan en la sangre, o invaden el sistema linfático que, entre otras funciones, nos defiende de las bacterias. Una vez que penetran en alguno de estos medios, las células errantes pueden atacar partes del cuerpo alejadas del tumor original.
Aun no se entiende por qué sucede; quizá se deba a la predisposición o susceptibilidad heredada para la enfermedad. Ello no significa que el cáncer se herede. Que uno de nuestros familiares haya tenido cáncer no es motivo para creer que será inevitable que lo tengamos.
Todos tenemos unos 50,000 o más genes individuales que determinan cada faceta de nuestra persona. Todo indica que algunos de ellos ?quizá no más de 100 comienzan a funcionar mal. Estos genes, conocidos como oncógenos, controlan el crecimiento y la multiplicación. Repentinamente, algunas células tienen un crecimiento anormal y se multiplican sin control, y van desplazando a las células sanas, a las que terminan por reemplazar. Si esto sucede con rapidez el ataque es de cuidado, aunque normalmente se presenta con lentitud y signos de alarma.
Cuando más conocemos sobre la enfermedad, tanto más confirmamos que cierta sustancia, en determinadas circunstancias, estimula a las células enfermas a entrar en acción. Esos catalizadores, como calcinógenos, no necesariamente causan la enfermedad, y ello sigue siendo un enigma. Por ejemplo, el humo de tabaco es un carcinógeno reconocido, pero todo mundo conoce a alguien que fumaba en exceso y llegó a una edad avanzada sin padecer cáncer. Además, por cada fumador osado y longevo, existen docenas cuyas vidas se han abreviado. Los médicos afirman que la predisposición genética, que se hereda, explica por qué un carcinógeno estimula cáncer en algunas personas y en otras no.
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