La hemofilia se extendió entre las monarquías europeas debido a la costumbre de efectuar matrimonios entre las casas reales. La reina Victoria de Inglaterra era portadora y se la transmitió a sus descendientes.
De los nueve hijos que tuvo, uno de los varones resultó hemofílico y dos de las hijas portadoras. Siete de los nietos de la reina heredaron este defecto genético; los cuatro que eran varones murieron y las tres mujeres propagaron la enfermedad a sus descendientes.
Una de ellas se casó con el rey de España y tuvo tres hijos hemofílicos; otra se casó con un príncipe prusiano y llevó la enfermedad a Alemania; la tercera, Alejandra, se casó con el zar Nicolás II y transmitió la hemofilia a su hijo Alexis.
La congoja que la enfermedad causó a la familia imperial desempeñó un importante papel en la historia de Rusia. Alejandra fue cayendo bajo el poder del enigmático Rasputín debido al misterioso poder que este monje demostró tener para curar, temporalmente, a su único hijo, el zarevich.
La influencia de Rasputín sobre la zarina y, a través de ella, sobre el zar, contribuyó a la calda de los Romanov y al triunfo de la Revolución Rusa.
La mayoría de nosotros apenas si hemos oído hablar del sistema linfático pero, si no fuera por él, no estaríamos vivos. Este sistema está estrechamente relacionado con el aparato cardiovascular y tiene a su cargo varias fundones importantes.
Primero, contribuye a la defensa del organismo ya que futra los gérmenes patógenos, produce glóbulos blancos y genera anticuerpos. Segundo, participa en la distribución de los líquidos y de los nutrientes por todo el cuerpo debido a que recoge el exceso de líquido y de proteínas dejados por los capilares sanguíneos en los tejidos, con lo que evita que éstos se congestionen.
El sistema linfático está formado por los capilares linfáticos, otros vasos de mayor calibre, los ganglios o nódulos linfáticos, el bazo, las amígdalas y el timo. El líquido que circula por él se llama linfa y proviene del plasma sanguíneo, pero está más diluido y tiene un color más claro.
La linfa pasa a través de los capilares y llena los espacios intercelulares.
Los capilares linfáticos están abiertos por un extremo y distribuidos por todo el cuerpo. Su función es recoger el exceso de líquido y transportarlo a los vasos linfáticos, que terminan por confluir en dos grandes troncos.
Uno de ellos es el conducto torácico, que corre a lo largo de la columna vertebral y desemboca en una gran vena del lado izquierdo, cerca del corazón. El otro es el conducto linfático derecho, que termina en otra vena de grueso calibre del lado derecho.
A diferencia de la sangre, que es impulsada por el corazón, la linfa circula sin ayuda de un sistema de bombeo. La linfa que llena los vasos linfáticos es empujada por la continua presión del líquido tisular, que está constantemente drenando hacia los espacios intercelulares.
La contracción y la expansión de las arterias y de los músculos entre los que corren los vasos linfáticos también contribuyen a impulsar la linfa hacia su destino final. Por último, el acto de respirar crea un vacío parcial en el conducto torácico que hace fluir la linfa hacia arriba hasta verterse en el torrente circulatorio del que proviene.
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