La importancia de tener esperanza

Más allá del sentimiento positivo sobre el futuro, para el psicólogo Rick Snyder, la esperanza es un proceso para pensar en nuestras metas, en cómo alcanzarlas y en las creencias que tenemos sobre nuestra capacidad para lograrlo, no solo desde lo racional sino también desde lo emocional.

De acuerdo con muchos estudios, las personas que tienen más esperanza también poseen mayores niveles de satisfacción con la vida, autoestima y eficacia. Confían más en los demás, se entregan más y son más solidarios con el ambiente y con los otros.

Es indispensable mantener la esperanza en un límite sano: es decir, que no nos ciegue ante un objetivo al grado de que dejemos que considerar los riesgos. Hay que saber reconocer cuando es momento de retirarnos, no ser testarudos y cambiar no el objetivo, pero sí cómo lo lograremos.

¿Cómo aumentar la esperanza?

A veces resulta difícil, pero estas sugerencias pueden ayudarnos a comenzar a practicarla.

  • Establecer metas realistas, positivas, específicas y alcanzables. Tenemos que creer que podemos lograrlas y visualizar las formas de hacerlo. Las metas muy difíciles nos abruman y pueden hacer que perdamos la esperanza. Es mejor dividirlas en pequeños pasos alcanzables. 
  • Desarrollar un nivel de optimismo realista, apreciando el presente y observando las oportunidades que trae el futuro.
  • Escribir una carta a nuestro Yo futuro, contándole cómo logramos resolver los problemas del presente y lo que “aprendimos” de ellos.
  • Reconocer nuestros pensamientos limitantes, identificarlos y reemplazarlos por otros más optimistas. Si quieres, puedes colocar 50 pesos en un frasco cada vez que te descubras teniendo uno.
  • Ver películas, leer biografías o libros de ficción que ofrezcan modelos de esperanza.

El optimista y el pesimista

El optimismo y la esperanza están muy relacionados, pero no son exactamente lo mismo. El optimismo es una de las manifestaciones de la esperanza y brinda una forma distinta de explicarse las situaciones.

Un optimista cree que lo que sale bien es:

  • Permanente (le seguirá yendo bien)
  • General (le va bien en todo lo que se propone)
  • Interno (se debe a sus propias virtudes o capacidades).

También cree que lo que no le sale bien es:

  • Transitorio (la próxima vez será mejor)
  • Específico (le va mal en un aspecto de su vida, no en todos)
  • Externo (considera los factores que influyeron, sin asignar culpas).

En cambio, el pesimista lo ve al revés. Cree que lo que le sale bien es transitorio, específico y externo, mientras que lo malo es permanente, general e interno.

Recuerda: la forma en que nos explicamos la realidad puede marcarnos bastante. Ser conscientes de las explicaciones que nos damos y buscar opciones más amables y positivos es un entrenamiento que nos dará frutos si perseveramos, con beneficios notables a nuestra salud mental y física. ¡La esperanza nos da optimismo y, con ello, perseverancia!

¿Con cuál eres más afín, con el optimista o con el pesimista? ¿Lo has identificado?

Tomado de Revista Buena Salud

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