Es discutible que el dolor de parto sea el peor dolor que una mujer pueda experimentar. Pero cuando sabes que estás a punto de dar a luz a un hijo muerto, como le ocurrió a Hanser en su segundo embarazo, la experiencia representa una agonía física y emocional. Hanser dice que si no hubiera sido por la música, no sabe cómo lo habría soportado. “La música me ayudó a resistir las 14 horas de trabajo de parto”, dice. Ella es pianista clásica, y escuchar una y otra vez los compases de un concierto inarmónico para piano “fue una distracción total” de sus emociones y, sorprendentemente, de su dolor.
Después, durante el duelo, pensó: “Si la música pudo ser tan poderosa durante un parto traumático, de seguro podría ayudar a mujeres que sólo experimentan contracciones”. Sus estudios comprobaron que estaba en lo cierto. Las mujeres que escucharon música durante el trabajo de parto, sobre todo piezas con las que habían practicado sincronizar su respiración, dijeron haber sentido menos dolor. Lo mismo ocurrió con pacientes en rehabilitación cardiaca y mujeres en tratamiento de cáncer de mama en fase avanzada que Hanser estudió posteriormente.
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