La odisea veraniega de una polilla
En Australia, durante junio, julio y agosto, las áreas de vegetación invernal de la zona norte de Nueva Zelanda, Gales del Sur y del sur de Queensland alimentan a un sinnúmero de orugas de polillas de Bogong. En primavera, las orugas se transforman en adultos dentro de un capullo.
Estos insectos salen a un mundo diferente como polillas, en verano. El clima es caluroso y seco, y las planicies son un mar de rastrojos de color café. Así que en lugar de empezar de inmediato un intenso periodo de cortejo y apareamiento, las polillas viajan a altitudes mayores en busca de un lugar más fresco, para lo que vuelan de noche y descansan de día entre los troncos y los matorrales. Durante el viaje, la polillas se amontonan alrededor del alumbrado público, se meten por las ventanas y tapan los conductos de aire y la maquinaria.
Finalmente, llegan a su destino: los Alpes australianos, donde miles de millones de ellas doblan las alas para reunirse con sus compañeras en cavernas y grietas, y cubrir las rocas como si fueran una especie de sábana viviente. Las polillas se quedan en ese lugar, sin comer y casi sin respirar, durante cinco meses. En otoño, las planicies se refrescan y llega la lluvia. Las polillas regresan al lugar donde nacieron para aparearse, poner sus huevos y morir.
La migración del grévol azul
Por lo general, los habitantes de las áreas montañosas, incluidos los animales y el hombre, pasan los meses de verano en altitudes mayores para aprovechar el nuevo verdor de la estación. En otoño descienden a los valles para anticiparse a la llegada del invierno. Sin embargo, hay algunos animales que hacen lo contrario. El grévol azul, de América del Norte, por ejemplo, pasa el invierno en los bosques de pino de las montañas, desciende a unos 300 m con la llegada de la primavera y baja aún más a medida que se aproxima el verano. Esta emigración hacia abajo coincide con sus requerimientos alimenticios.
Durante la primavera, los árboles deciduos de las pendientes medias florecen y producen hojas nuevas, lo que les da de comer durante su temporada reproductiva. Cuando la temperatura asciende, los pájaros padres llevan a las crías al fondo de los valles para aprovechar la última cosecha veraniega de insectos y frutos. Al final del año, los grévoles azules regresan a los bosques de coníferas de la montaña, donde se refugian de las tormentas invernales. En Europa, el grévol rojo emigra en forma parecida. Aunque procura no estar en la cima cuando comienzan las nevadas, puede regresar a ella cuando los fuertes vientos arrastran la nieve, descubren el suelo y dejan expuestos los brezos de los que se alimentan.
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