Rosie había “fracasado” como animal de servicio, pero se reivindicó plenamente en la sala de un tribunal.
El día en que Jessica, de 15 años, iba a declarar contra el hombre al que acusaba de violación, llegó temprano al tribunal para reunirse con Rosie, una perra cobrador dorado de 11 años. Subió con ella al estrado antes de que comenzara la sesión para que el jurado no viera a Rosie y su presencia no afectara su imparcialidad.
“Jessica no dejó de acariciar a Rosie durante todo su testimonio”, dice David Crenshaw, director clínico del Hogar Infantil de Pough-keepsie, Nueva York, donde vivía la chica. “En cierto momento se quitó un zapato y hundió la punta del pie entre el pelaje del animal”.
Cuando el fiscal le preguntó si el hombre que la había violado se encontraba dentro de la sala, Jessica se quedó petrificada. Entonces Rosie apoyó su cabeza en el regazo de la muchacha, y ella fue capaz de alzar la mano y señalar al sujeto. Ese día de junio de 2011, Rosie se convirtió en el primer perro de tribunal en el estado de Nueva York.
Dale Picard y su esposa, Lu, fundadores y directores de Perros Educados para Ayudar a Personas con Discapacidad (ECAD, por sus siglas en inglés), habían criado a Rosie para que fuera un perro de servicio, pero en cuestión de meses “quedó claro que no era lo suyo”, recuerda Picard. “Nos llevó 90 días enseñarle a encender las luces”.
Picard empezó a llevar a Rosie a una escuela primaria en Brewster, Nueva York, y allí vio que poseía un don especial. “Sabía cuándo estaban estresados los niños”, dice. “Se acercaba a ellos para consolarlos”.
Durante los ocho años siguientes, Rosie pasó por salas de terapia del habla y ocupacional. Los chicos se animaban a hablar dándole a Rosie algunas de las 80 órdenes verbales que conocía. En las sesiones de fisioterapia, los niños corrían tras ella y esquivaban obstáculos.
Finalmente, Rosie encontró un lugar en Courthouse Dogs, organización fundada por un ex fiscal del estado de Washington y un veterinario que se dedica a adiestrar perros para ayudar a mantener calmados a testigos de delitos.
Meses antes del día del juicio del violador de Jessica, Crenshaw se enteró de la existencia de esa organización y acudió allí. Esperaba que el apoyo de un perro permitiera a la chica hablar sobre su trauma.
“El trauma desconecta las áreas verbales del cerebro, y la ansiedad menoscaba la memoria”, explica Crenshaw. “La presencia de un perro reduce el pulso de una persona estresada, lo que evita que se congele en el estrado al atestiguar”.
Durante tres meses, Jessica y Rosie se prepararon juntas para el día del juicio. Para enseñar a la perra a tolerar la estrechez del estrado de los testigos, Picard la hacía sentarse frente a una barrera para habituarla poco a poco a ella. “Dos días antes del juicio, aún no sabíamos si soportaría el angosto espacio”, refiere.
Con ayuda de Rosie, Jessica mantuvo la calma, y el jurado declaró culpable al acusado, un familiar de la muchacha.
Lamentablemente, la perra murió el año pasado. Después del juicio, Crenshaw decidió adoptar a la hermana menor de Rosie, Ivy, como perro de terapia del hogar infantil. “Los niños que tienen traumas se tiran al suelo con ella durante la sesión de terapia”, señala, “y eso los anima a contar los horrores de su vida”. Hasta los miembros del personal del hogar acarician a Ivy cuando los agobia el estrés. “Es imposible estar con ella y no sentirse relajado”, asegura Crenshaw.
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