La princesa que renunció a su título de nobleza por amor
Luego de 5 años de noviazgo, Mako, la princesa de Japón, se casó con un plebeyo, y como lo estipula la ley abandona la familia imperial.
La princesa Mako de Japón ha dejado de formar parte de la familia imperial del país de forma oficial tras contraer matrimonio este martes con Kei Komuro, un compañero de la universidad que no pertenece a la alta sociedad, cuatro años después del anuncio de una boda de ensueño tornada en escándalo que ha salpicado la imagen de la familia imperial por una rencilla financiera.
La pareja volvió a verse el lunes pasado por primera vez en más de tres años, cuando Komuro visitó a los padres de Mako, el príncipe heredero Fumihito y su esposa Kiko, antes de la boda, para presentar sus respetos y dar explicaciones sobre la disputa, todavía abierta y que ha sido el escollo del matrimonio.
La boda, que inicialmente se había fijado para el 4 de noviembre de 2018, se pospuso por el contexto de la pandemia. Con la escaramuza monetaria aún en el aire y oposición en ciertos sectores sociales, la pareja optó por celebrar un enlace civil y dejar de lado los característicos ritos vinculados a las bodas de este postín para reducir al mínimo su exposición pública.
La boda más relevante en la familia imperial en más de una década terminó convirtiéndose en una experiencia difícil para Mako, que sufre un síndrome de estrés postraumático debido al intenso escrutinio mediático y a las críticas de las que han sido objeto ella y su prometido, según reveló este mes la Agencia Imperial.
”Me sentí verdaderamente feliz cuando él se me declaró a finales de 2013 y acepté en el momento”, relató una radiante princesa ante las cámaras a principios de septiembre de 2017, cuando formalizó su compromiso con Komuro, en su primera aparición pública juntos.
La pareja llevaba unos cinco años de relación cuando anunciaron sus planes de boda. Se conocieron en 2012 en una reunión informativa de la Universidad Internacional Cristiana de Tokio, a la que ambos asistían, para estudiantes interesados en programas internacionales.
La complicidad de ambos ante las cámaras alimentó el romanticismo en torno a la pareja, que había estado cultivándose desde que el compromiso se filtrara a la prensa y por las implicaciones para la princesa, que perderá su estatus de miembro de la familia imperial.
Las mujeres de la familia imperial nipona quedan desvinculadas de la institución cuando contraen matrimonio con un hombre que no pertenece al linaje, de acuerdo a la Ley de la Casa Imperial.
El enlace ha puesto de nuevo el foco en las constricciones que afectan a las mujeres en la familia imperial nipona, en la que los varones son los únicos que tienen derechos sucesorios al Trono de Crisantemo y que pueden casarse con plebeyas sin perder su estatus.
Mako, que el sábado cumplió 30 años, es la primogénita del príncipe heredero Fumihito (55), hermano del emperador Naruhito (61); y hermana mayor del príncipe Hisahito (15), segundo en la línea sucesoria.
El príncipe Masahito (85), hermano del emperador emérito Akihito (87), es el último varón con derechos de sucesión en el avejentado y mermado linaje japonés, la dinastía hereditaria reinante más antigua del mundo, que está actualmente compuesta por 18 miembros, de los que Mako dejó de formar parte desde hoy.
El anuncio del compromiso de Mako y Komuro volvió a poner en el foco mediático el debate sucesorio, pues supone una nueva baja en la familia, en continuo declive debido a la escasez de varones.
Mako se convertirá de este modo en la primera princesa del Japón de posguerra que rompe dos tradiciones, la primera es la de dejar su linaje a un lado por amor, la otra es que renunció a la dotación de 150 millones de yenes (1.13 millones de euros, 1.3 millones de dólares) que reciben las mujeres de la familia imperial que contraen matrimonio y abandonan la institución, y a las mencionadas ceremonias nupciales.
Tanto si ingresan por matrimonio a la monarquía como si nacen en ella, las mujeres de la realeza japonesa se ven sometidas a unos estándares implacables no solo por la prensa y el público, sino también por los funcionarios de la corte que gestionan su vida diaria.
Como el emperador y su familia son símbolos del Japón tradicional, las mujeres de la realeza están sometidas a una versión concentrada de la desigualdad de género más amplia del país, donde una vena conservadora de la sociedad a menudo sigue consignando a las mujeres a roles rígidos.
Aunque las mujeres imperiales no pueden acceder al trono, las críticas que reciben pueden ser más duras que las dedicadas a los hombres de la familia, protegidos en parte por su proximidad a la línea de sucesión.
“Además de trabajar como miembro de la realeza, tienes que mantener una silueta a la moda, y después de casarte, tu propósito es dar a luz”, dice Rika Kayama, profesora y psiquiatra de la Universidad Rikkyo de Tokio.
“¿Estás siendo una buena madre? La gente lo preguntará”, añade. “¿Tienes una buena relación con tu suegra? ¿Cómo apoyas a los hombres en tu vida? Hay que hacer muchas tareas a la perfección y sin contratiempos. No creo que los hombres de la familia imperial sean observados con tanta atención”.
Fuente: Infobae / Imagen: AP, tomada de El País