En la clase de catecismo, la instructora les está hablando a los niños sobre el amor de Dios:
—Él nos ama tanto, que hasta tiene contados nuestros cabellos.
Sorprendido por la aseveración, uno de los niños alza la mano para plantear una pregunta:
—Oiga, ¿y eso significa que Dios no quiere a los calvos?
Enviado por Fanny Sánchez, México
Una serpiente de cascabel le pregunta a otra:
—Oye, ¿nosotras somos venenosas?
—No lo sé —contesta la segunda—. ¿Por qué quieres saber eso?
—¡Es que acabo de morderme la lengua hace un momento!
Mi letrero favorito en las carreteras es éste: “Zona de derrumbes”. ¿Qué se supone que debo yo hacer con esa información? Para ese caso, mejor deberían poner: “Accidentes al azar más adelante. La vida es una lotería. Buena suerte”.
Jimmy Carr, comediante
Un hombre acude al médico para mostrarle los resultados de sus pruebas de laboratorio. Tras revisarlas minuciosamente, el galeno, preocupado, le dice al paciente:
—Me temo que vamos a tener que solicitar una placa.
—¿Cómo? —se asusta el hombre—. ¿Una placa de tórax, doctor?
—No, ¡de mármol!
Enviado por Arturo Novoa, México
Durante una práctica militar, el capitán se vuelve hacia uno de sus subordinados y le dice:
—¡Usted no se presentó ayer a la clase de camuflaje! ¿Por qué?
—¿Está seguro de que falté? —replica el soldado en tono irónico.
Enviado por Paola Maldonado, México
En un tren que viaja de Londres a Liverpool, un turista estadounidense decide hacerle reproches a un pasajero británico que va sentado en el asiento de enfrente.
—El problema con ustedes, los ingleses, es que son muy estirados —le dice—. Creen que son distintos a los demás, que su rigidez los pone por encima del resto de las personas. En cambio, yo soy auténtico; hay algo de italiano en mí, tengo un poco de sangre griega, irlandesa e incluso española. ¿Qué le parece?
Sin inmutarse, el inglés deja de leer el periódico y contesta:
—Admiro el espíritu tan deportivo que tenía su madre.
Enviado por Tracy Davidson, Reino Unido