La risa, remedio infalible: Antes de salir de la fiesta…
Antes de salir de fiesta con sus compañeros del trabajo, un hombre le dice a su esposa: —Te prometo que estaré de vuelta a la medianoche.
Antes de salir de fiesta con sus compañeros del trabajo, un hombre le dice a su esposa:
—Te prometo que estaré de vuelta a la medianoche.
A las 12 p. m. no hay rastro del sujeto, quien finalmente llega a su casa un poco antes de las 3 de la madrugada. Justo en el momento en que pone un pie dentro, se da cuenta de que el reloj cucú está por empezar a sonar. En cuanto sale el cucú, el hombre tiene una idea genial y emite el sonido del reloj nueve veces más. Satisfecho consigo mismo, se mete a hurtadillas en la cama.
Cuando despierta, unas horas más tarde, su esposa está preparando el desayuno. Ella no parece molesta, así que el sujeto se aventura a decir:
—Buenos días. ¿Qué tal dormiste anoche, cariño?
—Bien —responde ella—, pero necesitamos comprar otro reloj cucú.
—¿Por qué?
—Verás, anoche sonó tres veces y luego gritó: “¡Demonios!” Entonces sonó seis veces más y se oyó una risita nerviosa. Por último, sonó otras tres veces, eructó escandalosamente y se tropezó con la alfombra.
Un amigo le pregunta a otro:
—Oye, ¿Google será del género masculino o femenino?
—Pues yo creo que femenino, porque no te deja terminar una oración antes de dar cientos de sugerencias.
Una mujer no muy lista decide iniciar un servicio de mantenimiento doméstico para mejorar sus ingresos. Camina por un vecindario adinerado y llama a la puerta en una casa. Un sujeto se asoma y ella le pregunta si requiere de algún servicio.
—Pues hay que pintar el porche —dice el hombre—. ¿Cuánto me cobraría por eso?
La mujer se queda pensando unos segundos y luego dice:
—¿Qué le parecen 100 dólares?
Al dueño le parece un precio justo, así que ella se pone a trabajar.
Cuando el hombre entra a su casa y le cuenta lo sucedido a su esposa, ésta le pregunta:
—¿Y esa mujer sabe que el porche rodea toda la casa?
—Supongo que sí; lo vio —responde el sujeto.
Aproximadamente una hora después, la empleada toca el timbre para cobrar por su trabajo.
—Como me sobró pintura, decidí darle dos manos —le explica al dueño de la casa.
Éste queda gratamente sorprendido y le entrega el dinero.
Entonces, la mujer le da las gracias y, antes de irse, agrega:
—Por cierto, señor, usted se confundió. Lo que pinté era un BMW, no un Porsche.