La risa, remedio infalible: En un monasterio…
En un monasterio, cada 10 años se les permite a los religiosos romper su voto de silencio para decir únicamente dos palabras...
En un monasterio, cada 10 años se les permite a los religiosos romper su voto de silencio para decir únicamente dos palabras. Tras una década, llega la primera oportunidad para uno de los monjes, quien piensa detenidamente antes de comunicarle al prior: “Comida mala”. Diez años después, en su segunda oportunidad, expresa: “Cama dura”. Al llegar la tercera ocasión, el monje anuncia: “Me voy”.
“Bueno, no me sorprende en lo absoluto”, responde el superior de la abadía. “Has estado quejándote desde que llegaste aquí”.
Enviado por Ronald W. Ketchie, Estados Unidos
La policía arresta a una anciana por robar una lata de melocotones en conserva. Al comparecer ante el juez en el tribunal, este le pregunta:
—¿Cuántos melocotones había en la lata?
—Seis —dice la mujer.
—En ese caso, la sentencio a usted a seis días en la cárcel, uno por cada melocotón.
Cuando el magistrado está a punto de golpear el martillo, el esposo de la anciana se pone de pie y dice:
—Disculpe, su señoría, ¿puedo decir algo?
—Adelante.
—Mi mujer también hurtó una lata de guisantes.
Enviado por Barry Condran, Estados Unidos
Saltar en paracaídas encabeza la lista de propósitos de Marc, así que un buen día decide hacerlo.
—No te preocupes —le informa el instructor—. Llevas un paracaídas principal, que se abrirá de manera automática, y otro de reserva por si acaso. Cuando aterrices, un vehículo estará esperando para recogerte.
Confiado tras oír las palabras del instructor, Marc salta de la avioneta, pero el paracaídas no se abre. Inmediatamente, jala un cordón para desplegar el de reserva, sin éxito. A medida que cae en picada, Marc masculla, furioso:
—Tal como lo imaginaba: ¡tampoco está ahí el auto esperándome!
Enviado por William Childress, Estados Unidos
Dos amigos están conversando, sentados en la banca de un parque.
—Mi casa se incendió y recibí una excelente compensación de la compañía de seguros —comenta el primero.
—Vaya. Mi casa se inundó y también recibí un buen pago por parte de la aseguradora —dice el segundo.
Luego de unos segundos en silencio, el primero de ellos pregunta:
—Explícame algo, ¿cómo se provoca una inundación?
Enviado por Evelyn Painter, Estados Unidos