Un reparador de tejados está hincando clavos en el techo de una iglesia cuando de pronto se golpea el pulgar con el martillo.
—¡Demonios, fallé! —grita enfurecido al sentir el dolor.
El párroco, que alcanza a oír el exabrupto mientras hace sus tareas, desde abajo lo reprende:
—No debería usted decir esa palabrota en la Casa del Señor.
—¿Por qué? —pregunta el reparador en tono burlón—. ¿Acaso me va a caer un rayo, o algo así?
—Pues nunca se sabe —responde el sacerdote, agitando un dedo.
Instantes después, del cielo cae un rayo que pasa rozando al reparador y fulmina al cura.
Entonces, una voz retumbante que proviene del cielo exclama:
—¡Demonios, fallé!
Enviado por Kira Aitkins, Reino Unido
Un sujeto entra a una biblioteca, se acerca al empleado que atiende el mostrador y le dice:
—Quiero una hamburguesa con queso y papas fritas, por favor.
Muy serio, el encargado responde:
—Oiga, ¿qué no se ha dado cuenta de que está en una biblioteca?
—¡Ay, es cierto, perdón! —se disculpa el sujeto, y en voz muy baja añade—: Quiero una hamburguesa con queso y papas fritas, por favor.
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En tono enérgico, un médico le dice a su paciente:
—En los próximos meses, nada de fumar ni de beber, divertirse con mujeres, ir a cenar a restaurantes caros, dar paseos, ni tomar vacaciones en la playa, ¿entendió?
—¿Hasta que me recupere, doctor? —pregunta el paciente.
—No, ¡hasta que me pague todas las consultas que me debe!
Enviado por Arturo Novoa, Ciudad de México
Un hombre invita a cenar a su jefe a su casa, pero como no tienen mucho dinero, a su esposa le preocupa qué servirá a la mesa.
—No te preocupes —le dice para tranquilizarla—. Cuando el jefe y yo nos sentemos a la mesa y tú estés en la cocina, deja caer una cacerola al suelo para que se oiga un fuerte estruendo. Entonces, yo te gritaré: “Querida, ¿se te cayó el pollo?” De ese modo sólo nos servirás un plato de frijoles, y asunto arreglado.
El día de la cena, el jefe llega a la casa del empleado con su esposa y sus dos hijos. Cuando están sentados a la mesa y se disponen a cenar, se oye un estruendo en la cocina, y el anfitrión, alarmado, pregunta:
—Querida, ¿se te cayó el pollo?
—¡No! —responde la esposa desde la cocina—. ¡Fueron los frijoles!
Enviado por Consuelo Ulloa, México