Siempre que escucho a John Denver cantar Sunshine on My Shoulders (“La luz del sol sobre mis hombros”), sonrío al evocar el amor por la naturaleza que siempre he tenido como nativo del estado de Michigan.
Tengo el patio de mi casa repleto de kayaks, canoas y tablas de surf. Me gusta ir al lago caminando descalzo, jugar al sol sin camisa y respirar aire fresco. Como cardiólogo preventivo que soy, también puedo decir que todo esto es muy benéfico para el corazón.
De acuerdo con los estudios, hay más incidencia de hipertensión en quienes toman menos el sol.
Esto podría deberse al óxido nítrico, un gas que se forma al exponer la piel a los rayos solares, y que confiere a las arterias resistencia a la contracción, los depósitos de colesterol y la formación de coágulos, lo que a su vez reduce el riesgo de infartos y apoplejías.
La vitamina D, que se forma por exposición a la luz del sol, también se asocia a la salud del corazón. Camina al aire libre de 15 a 30 minutos todos los días.
En Japón, pasear en los parques con fines curativos es un hábito popular llamado shinrin-yoku (“baño de bosque”).
Un estudio realizado con 280 voluntarios reveló que caminar en zonas arboladas reduce el cortisol (una hormona del estrés), el ritmo cardiaco y la presión arterial, a diferencia de estar en una zona urbana.
Una consecuencia de la sociedad moderna es que rara vez tocamos el suelo directamente. La tierra conduce electricidad, y el contacto directo con ella puede ser estabilizador y promover la salud, quizá debido a los electrones, que pueden ser potentes antioxidantes.
Aunque para la medicina oficial el contacto con la tierra es un remedio alternativo, estudios preliminares indican que practicarlo mejora la función tiroidea, el metabolismo de la glucosa y la densidad de la sangre, todo lo cual influye en el riesgo de afecciones cardiacas.
Anda descalzo siempre que puedas. Deja que la hierba del jardín te cosquillee en los pies, y hunde los dedos en la arena de la playa.
Hacer ejercicio al aire libre puede ser más provechoso que en el interior de un gimnasio.
Una revisión de 11 estudios realizada en Inglaterra en 2011 reveló que quienes hacían ejercicio afuera solían sentirse más reanimados y menos enojados, tensos o deprimidos —tres emociones asociadas con el infarto— que quienes lo hacían bajo techo.
Por desgracia, muchas personas viven en zonas de gran contaminación del aire, que puede ser nociva para el corazón.
En un estudio realizado hace poco en Suecia, las altas concentraciones de ozono se asociaron con un pequeño aumento del riesgo de paro cardiaco.
En las grandes ciudades hay medios que informan sobre la calidad del aire y advierten si los grupos de alto riesgo, como asmáticos y cardiacos, no deben salir al aire libre. Busca zonas alejadas del tráfico y de otras fuentes de contaminación.
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