A menudo fue examinada por expertos en medicina, y resultó ser una paciente fascinante. En 2010, un médico italiano observó la aparente hinchazón alrededor de sus ojos y diagnosticó exceso de colesterol en la dieta.
Otras condiciones patológicas que se le atribuyen incluyen parálisis facial, hipoacusia, incluso sífilis.
Más feliz es la sugerencia de que el inescrutable aspecto de serenidad en su rostro, además de la tímida ubicación de sus manos, indican que está embarazada.
Se ha planteado que su expresión sugiere bruxismo —rechinamiento involuntario de los dientes— o que la línea del labio superior sugiere que faltan los dientes anteriores, lo cual junto con la levísima indicación de una cicatriz sobre el labio da origen a la perturbadora posibilidad de que fuera víctima de violencia doméstica.
Sigmund Freud, el fundador del psicoanálisis, miró el rostro y atisbó la mente inconsciente de su creador: “Leonardo estaba fascinado por la sonrisa de la Mona Lisa porque evocaba algo que había permanecido latente durante mucho tiempo” escribió. “Era su madre quien poseía la sonrisa misteriosa, la sonrisa que él había perdido…”.
Para Freud, Mona Lisa era la imagen misma de la fijación materna, el complejo de Edipo. Los seguidores de Jung, en cambio, la han visualizado como una lograda representación del alma, el arquetipo femenino que reside en cada uno de nosotros.
Al parecer, casi cualquier condición patológica puede leerse en el rostro desconcertante, y algunos de los diagnósticos tales como una dieta inadecuada y un matrimonio disfuncional, son reflejos de preocupaciones contemporáneas.
Así como el poeta Gautier descubrió su propia tormentosa visión romántica de la femineidad en la Mona Lisa, así los observadores modernos entrevén sus propias obsesiones reflejadas en sus oscuros ojos inescrutables.
Esto es especialmente válido respecto de la ‘giocondología’, la búsqueda de algún código oculto en el cuerpo o los rasgos de Mona Lisa.
Los investigadores que buscaban un mensaje de Leonardo a las generaciones futuras afirman haber encontrado números y letras inexplicables, microscópicos, inscriptos en forma diminuta en las pupilas de la Mona Lisa.
Otros dicen que el labio superior, visto de lado y aumentado de tamaño, resulta ser una representación erótica de la espalda arqueada de un hombre, una admisión críptica por parte de Leonardo de su propia homosexualidad.
También se ha dicho que, si se coloca un espejo en el hombro de la Gioconda, es posible generar un reflejo que es la imagen intimidante de Jehová.
Todo esto, y mucho más, se ha leído en el retrato de una mujer vestida con sencillez, pintado al óleo sobre un trozo de álamo, de apenas 77 centímetros de alto por 53 centímetros de ancho.
Leonardo pintó otras mujeres que (como la mayoría aceptará) son igual de expresivas y bastante más seductoras. Quizá lo más extraño de la Mona Lisa es el accidente de su fama, la serie de coincidencias y de hechos que la transformaron en la obra de arte más famosa de la historia.
Ahora es imposible verla solo como un retrato. Se ha transformado en un símbolo, un ícono en el antiguo sentido de objeto de adoración y en el moderno punto de referencia de la cultura universal.
Su misterio es: todos podemos afirmar que la conocemos íntimamente, pero al final, ninguno de nosotros la conoce en absoluto.
Del libro ‘Grandes secretos de la historia. Apasionantes historias de verdades y mentiras, engaños y descubrimientos’ editado por Selecciones Reader’s Digest.
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