Historias de Vida

Las estufas que transforman vidas

Seguro las has visto durante algún paseo campirano o retratadas en los óleos de pintores costumbristas. Lucen hermosas con sus trajes típicos mientras cocinan para sus numerosas familias.

Son mujeres mexicanas que pasan buena parte del día arrodilladas frente al metate moliendo maíz y luego frente al comal cociendo tortillas y frijoles. Son el ejemplo de las costumbres y tradiciones del México antiguo, pero detrás de esa estampa bellamente replicada en pinturas o almanaques hay enfermedad y dolor.

Gregoria Quintero Islas tiene 57 años y habita en Turcio, una comunidad cercana a Valle de Bravo, un lugar de descanso para gente acaudalada. Gregoria, -como la mayoría de las mujeres del México rural- ha pasado su vida en la cocina, primero como ayudante de su madre, después como cocinera de su esposo y sus 14 hijos.

Sin haberse llevado un solo cigarro a la boca, Gregoria padece enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Tos, expectoración y falta de aire son los síntomas más frecuentes de este padecimiento, considerado un problema de salud en México.

La Red Mexicana de Bioenergía estima que 23 millones de mexicanos usan leña para la cocción de sus alimentos, mientras que la Organización Mundial de la Salud reporta cada año la muerte prematura de cuatro millones de personas por enfermedades atribuibles a la contaminación del aire de los hogares por el uso de combustibles sólidos para cocinar.

Pero tras décadas de aspirar humo, permanecer con los ojos irritados y con dolores de cintura por la incómoda posición para cocinar en el comal a ras de suelo, Gregoria tiene una vida mejor.

Sumando esfuerzos

A Natura, una multinacional brasileña dedicada a la comercialización de cosméticos, artículos de higiene y perfumería, le preocupa el equilibrio entre el crecimiento de sus negocios y el uso responsable del medio ambiente, así que trabajan con ahínco en iniciativas que logren reducciones significativas de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Tras 10 años en México, por primera vez decidió compensar su huella de carbono transformando la vida de diversas comunidades a través del uso de estufas eficientes ahorradoras de leña. Para lograrlo esta empresa adquirió bonos de carbono equivalentes a 17 mil 150 estufas y se alió con una empresa social y una asociación civil.

“Un fogón parece poco pero no es así, pues hablamos de mejoras a la salud y a la economía de miles de personas” explica Arthur Laurent, director general de Microsol, empresa social que implementó el primer programa internacional en el mercado voluntario de bonos de carbono para estufas mejoradas. Hasta el momento cien mil familias peruanas han recibido este apoyo, mientras que en México y en Centroamérica van 25 mil.

Margarita López Mateo, habitante de la II Sección de San Juan Amanalco, es otra beneficiada. “Ahora tengo más tiempo para mí, pues antes batallaba cuando había lluvia o viento porque se me apagaba la flama” cuenta.

Y es que para estas mujeres cualquier ayuda es invaluable, pues sus jornadas son extenuantes. Caminan al río para lavar la ropa, muelen y preparan los alimentos, cuidan a los hijos y esposos y participan en las actividades del campo. “Yo siempre recuerdo a mi mamá en la cocina y siempre tosiendo y con los ojos rojos” confiesa Margarita, madre de tres niñas.

“Ellas sufren porque la infraestructura con la que cuentan es precaria” enfatiza Sandro Cusi, director general de Fondo Pro Cuenca Valle de Bravo A.C., asociación civil dedicada a la conservación, protección y restauración de los ecosistemas de la cuenca Valle de Bravo-Amanalco.

El uso de estos fogones, construidos por las mismas mujeres de la zona bajo la supervisión de Fondo Pro Cuenca, ha reducido un millón de toneladas de bióxido de carbono, un monto muy significativo.

Conservación de un ecosistema clave

Pero no sólo se trata de menos humo y más salud sino de la conservación de un área estratégica. La comunidad de Turcio forma parte de la cuenca Valle de Bravo-Amanalco, trascendental a nivel nacional porque de cada diez litros de agua que se consumen en la Ciudad de México y su Área Metropolitana, uno proviene de esa cuenca.

“Este sitio provee agua a millones de personas, así que cuidar sus bosques, -que son las fábricas del agua-, es de vital importancia para que este recurso no peligre”. Por eso Fondo Pro Cuenca trabaja con las comunidades para que sus vidas estén más en armonía con el medio ambiente, así que además de los fogones, cada familia implementó un sistema de captación de lluvias, sanitarios secos y huertos de traspatio.

Esas innovaciones tecnológicas diseñadas para restablecer el equilibrio entre la naturaleza y las necesidades humanas transformaron de tal manera la vida de Estela García Navarrete que de beneficiaria pasó a líder del proyecto.

Esta mujer de 32 años ha participado en la construcción de 400 estufas. Esperanzada y llena de energía, Estela visita las casas de la zona para explicar las bondades de estas ecotecnias que, aunque han sido ampliamente probadas por la gente de la comunidad y están reguladas por certificaciones internacionales, despiertan suspicacias en algunas personas.

Existe el machismo y a algunos hombres no les gusta que las mujeres salgan de sus casas, así que les prometen que les van a construir las estufas, pero no saben cómo hacerlo, así que las esposas terminan inscribiéndose con nosotros. Y lo mismo pasa con quienes dudan de la viabilidad del proyecto, pero cuando ven que sus vecinos tienen una mejor vida con sus ecotecnias solicitan ayuda para entrar al programa” cuenta Estela orgullosa.

“La estufa es de gran ayuda, sobre todo porque me enfermo menos y ya no tengo que estarme echando mis toques de salbutamol” cuenta Gregoria entre carcajadas mientras echa las tortillas en su nuevo fogón, el cual desplaza el humo a través de un tiro, así que la vivienda se mantiene despejada.

Hans Werner Gutiérrez, director general de Natura México y quien encabeza esta iniciativa, sabe de la importancia de llevar a la humanidad hacia un futuro más equilibrado y justo, así que replicarán el proyecto entre la población más vulnerable de Oaxaca, Michoacán, Sonora y Nayarit.

“Las empresas pueden ser rentables y al mismo tiempo mejorar el medio ambiente y elevar la calidad de vida de los que menos tienen. Es posible hacer buenos negocios compartiendo la riqueza con miles de personas”, finaliza.

Para más información consulta su página.

¿Conoces otra iniciativa que trabaje para ayudar a alguna comunidad?

Staff

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