Einstein y sus paradojas sobre tiempo y espacio
Antes de Einstein, la mecánica, para el estudio del movimiento de los cuerpos, se apoyaba fundamentalmente en Galileo y en Newton.
Un 14 de marzo de 1879, nació Albert Einstein, quien después de ser un estudiante lento –o gracias a ello– desarrolló La teoría de la relatividad, base para que los físicos analizaran como una misma, la materia y la energía, el espacio y el tiempo. ¿En qué consiste su teoría?
Desde la adolescencia, Einstein sintió curiosidad por la velocidad a la que viaja la luz. En su teoría especial de la relatividad, afirmó que todo el movimiento del universo es relativo, porque en el espacio remoto no hay nada contra lo cual se pueda medir.
Sostuvo que la velocidad de la luz (300,000 km por segundo) es siempre la misma respecto al observador, independientemente del movimiento de este.
Decía que la luz procedente de una estrella situada adelante de la línea de desplazamiento de la Tierra llegaría a ésta al mismo tiempo que la luz despedida por otra estrella situada detrás de la Tierra, aun cuando nuestro planeta se moviera hacia la primera estrella y se alejara de la segunda a 29,000 km/h.
La velocidad de la luz es la única constante física del universo. Y si es siempre la misma, independientemente del movimiento del observador, otras propiedades físicas deben variar para la gente que viaje en dirección y velocidad diferentes.
El tiempo transcurre más lentamente en una nave espacial que viaje a una velocidad cercana a la de la luz, en comparación con el tiempo percibido por una persona que permaneciera inmóvil con respecto a la nave.
Ésta también parecería más corta ante los ojos del observador fijo, y su masa aumentaría: seria infinita a la velocidad de la luz, y así ningún objeto podría alcanzar esa velocidad debido a que para lograrlo tendría que aplicarse una fuerza infinita.
Fue probada en julio de 1977, cuando se colocaron relojes atómicos sumamente exactos a bordo de un satélite estadounidense que se puso en órbita.
A su regreso se compararon los relojes con uno similar en el Laboratorio de Investigaciones Navales en Washington, D C. En ese momento se vio que los relojes del satélite se habían retrasado un poco; por lo tanto, el tiempo había transcurrido más lentamente a bordo del satélite.
Significa que la masa de un objeto en realidad puede convertirse en energía.
Einstein llegó a esta ecuación a partir de su hipótesis de que la masa de un objeto aumenta con su velocidad. De aquí se sigue que su energía también debe aumentar, dado que un objeto más pesado tiene más energía que otro más ligero si viajan a la misma velocidad. La energía adicional es igual al incremento de la masa multiplicado por el cuadrado de la velocidad de la luz.
Einstein sostuvo que un rayo de luz se desviaría al pasar por una estrella, debido a la gravedad. El campo gravitatorio de la estrella obligaría al rayo de luz a curvarse hacia dentro, y en cierto sentido haría que también el espacio se curvara.
Así concluyó que la distancia más corta entre dos puntos es una línea curva.
En 1919 Einstein se hizo famoso cuando su teoría fue comprobada por un grupo de astrónomos ingleses, que fotografiaron un eclipse total de Sol, momento en que es posible fotografiar las estrellas que brillan cerca de éste.
Las fotografías se compararon con otras de las mismas estrellas tomadas cuando el Sol no estaba cerca de ellas. Las diferencia de la posición de las estrellas en las dos fotografías demostró que la luz se desviaba a causa del Sol.
Después de enseñar matemáticas durante un breve periodo en Zurich, Albert Einstein adquirió la ciudadanía suiza y en 1902 la Oficina de Patentes de Berna lo empleó como “experto técnico en pruebas de tercera clase”.
En 1905 publicó cuatro importantes trabajos de investigación, incluyendo la primera parte de su revolucionaria teoría de la relatividad: la teoría espacial.
También dedujo matemáticamente que la masa y la energía son intercambiables, y expresó esta idea en su ecuación E = me2.
Esta teoría, al mismo tiempo que dio pauta a la invención de la bomba atómica, reveló el secreto de cómo brilla el Sol.
En efecto, ambos procesos son reacciones nucleares, en las que una diminuta cantidad de masa del núcleo se libera en forma de luz y calor (energía).
En 1909 Einstein renunció a la Oficina de Patentes y pasó algunos años enseñando física teórica en universidades de Berna, Zurich, Praga y finalmente, en 1914, en la de Berlín.
En 1916, a mediados de la Primera Guerra Mundial, publicó la segunda parte de la teoría de la relatividad: la teoría general.
En 1921 Einstein recibió el premio Nobel de Física, sobre todo por su trabajo sobre el efecto fotoeléctrico, que demostró que la luz no se desplaza en una corriente continua, sino en “paquetes de ondas” separados llamados fotones.
Einstein decidió divulgar su obra, dedicó algunos años a viajar por el mundo y, como él decía, “a silbar mi melodía de la relatividad”.
Ocupó los encabezados de los periódicos al afirmar que “Dios no juega a los dados con el universo”, forma extravagante de decir que existen sistemas que rigen el mundo material, pero hay que descubrirlos.
En 1933, cuando Einstein se encontraba en Estados Unidos, Hitler ascendió al poder en Alemania. El Führer no podía creer que “un simple judío” fuera el autor de la teoría de la relatividad.
Llegó a afirmar que Einstein robó la idea, tomándola de los papeles encontrados en el uniforme de un oficial alemán muerto en la Primera Guerra Mundial.
En ausencia de Einstein, tropas de asalto quemaron sus libros, saquearon su casa e incautaron su cuenta bancaria y los valores que su esposa tenía en una caja de seguridad.
Después de eso, decidió radicar en Estados Unidos. Adquirió la ciudadanía estadounidense en 1941; 11 años después rechazó la presidencia de Israel y declaró que era “demasiado ingenuo” para dedicarse a la política.
Murió en Princeton. Nueva Jersey, en abril de 1955, y hasta el fin de su vida aborreció los espeluznantes medios de aniquilación que los físicos nucleares habían desatado.
“Si hubiera sabido que mis teorías iban a conducir a tal destrucción”, afirmó cierta vez, “hubiera preferido ser relojero.