Si alguna vez ha sido presa de una sanguijuela, sabrá que una característica sorprendente e inquietante reside en que sólo después que este parásito terminó su festín, usted se percató de que había sido su víctima.
Desde la época de los romanos, los médicos han usado la capacidad de las sanguijuelas de extraer sangre sin dolor. Hasta ya avanzado el siglo XIX se creía que muchas enfermedades procedían de la “mala sangre?’ y que la cura más eficaz consistía en abatir su volumen.
El remedio solía ser peor que la enfermedad, porque algunos pacientes perdían tanta sangre que morían.
Los médicos ingleses y franceses eran partidarios de las sanguijuelas. En 1820 Inglaterra agotó sus reservas de sanguijuelas y tuvo que importarlas.
En esa época, los químicos y barberos las vendían para uso doméstico y muchas familias las conservaban como parte del botiquín. A pesar de su aspecto repugnante, una sanguijuela aplicada a un ojo amoratado u otra contusión puede aliviar rápidamente.
Las sanguijuelas son gusanos que viven en agua en todo el mundo, y en tierra en zonas tropicales. No siempre dependen de la sangre para vivir, pero aprovechan la oportunidad de cebarse en algún vertebrado.
Cuando se ha encontrado una víctima, se adhiere rápidamente a ella con su ventosa. Fauces retráctiles dentro de ésta, alrededor de la boca, desgarran la piel.
Con una probóscide semejante a la de un mosquito succiona la sangre y tarda de 10 minutos a más de una hora en alimentarse, tiempo en que su aspecto cambia de la forma de un cordón a algo parecido a una babosa.
Ya satisfecha, se desprende, dejando en su víctima humana una herida pruriginosa que sigue sangrando por varias horas. Esto, aunado a la naturaleza indolora de succión, se debe a una sustancia anticoagulante llamada hirudina, presente en su saliva.
Las sanguijuelas cayeron en desuso alrededor de 1860, excepto en algunas partes de Europa y Asia, aunque los investigadores mantuvieron su interés en las propiedades anticoagulantes de la saliva de este gusano. Hoy día se usa extracto de irudina en personas con riesgo de sufrir una obstrucción circulatoria.
Desde la década de 1980, algunos cirujanos han usado sanguijuelas vivas porque se ha descubierto que su saliva no sólo adelgaza la sangre, también dilata las venas.
Algunas veces se aplican sanguijuelas para ensanchar los vasos sanguíneos cuando es necesario unir diminutas venas en víctimas de accidentes o reparar la superficie de estos canales en operaciones plásticas.
Si durante un paseo en el campo descubre que una sanguijuela se ha adherido a su piel, puede obligarla a desprenderse con un cerillo encendido, alcohol, vinagre o sal.
Retírala con cuidado para evitar que su ventosa y probóscide se rompan y puedan causar una infección. Un lápiz hemostático ayudará a detener la hemorragia.
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