Mi nieto Dylan, de siete años, vive en una granja. Durante una clase de aritmética en la escuela, la maestra preguntó al grupo:
—Si hay 12 ovejas y seis de ellas se escapan por un agujero en la cerca, ¿cuántas ovejas quedan?
—Ninguna —contestó Dylan.
—No estás usando la operación correcta —le dijo la maestra.
—Y se ve que usted no sabe mucho de animales —replicó el niño—. Cuando una oveja se escapa, ¡todas la siguen!
Louise Jones, Reino Unido
En la iglesia a la que acudimos, al final de la misa el sacerdote invita a todas las personas que cumplieron años esa semana a pasar al frente para decir una oración y rociar agua bendita en sus manos. Cierta vez, mientras sucedía esto, le pregunté a mi nieta de dos años, que iba conmigo, si quería que le rociaran agua bendita el día de su cumpleaños.
La respuesta de la niña fue tajante:
—¡No, yo quiero agua de limón!
Rodolfo Vega, México
Matt, mi hijo de cinco años, acudía con una terapeuta del lenguaje porque no pronunciaba bien las palabras con RR. En una sesión, ella le pidió que dijera la palabra arrugas, y el niño pronunció arugas. Lo intentaron varias veces más, sin éxito. Sin desanimarse, la terapeuta le pidió que lo intentara otra vez. El niño soltó un suspiro y preguntó:
—¿Por qué no digo patas de gallo, y ya?
Pamela Spinney, Estados Unidos
En una ocasión recibí la visita de una amiga mía y sus dos hijas, de 10 y 8 años de edad. Al cabo de un rato Stephanie, la menor de las niñas, empezó a decir que quería irse a su casa para ensayar un diálogo, ya que iba a participar en una obra de teatro en su escuela.
Ante la insistencia de la niña, decidí preguntarle:
—¿Y qué es lo que te toca decir en la obra, Stephanie?
—Voy a decir “¡Oh!” —repuso ella, entusiasmada.
Nimia Pérez, Nicaragua
Cuando una compañera mía del trabajo llevó a la oficina a su hija, entonces de seis años, varios de los que estábamos allí empezamos a hablar del tema de la austeridad. Al cabo de un rato se me ocurrió preguntarle a la niña si conocía el significado de esa palabra. Me llevé una sorpresa cuando la pequeña, muy segura de sí misma, respondió:
—Sí, es cuando se apaga la luz.
María del Carmen Arellano, México
Tengo dos nietos pequeños, Lennon y su primo Austin, y un día estaban tratando de averiguar cómo jugar un nuevo juego de mesa. Pasaron un rato tratando de entender las reglas. Tras un poco de experimentación y varias discusiones, Austin le sugirió a su primo:
—Oye, ¿y por qué mejor no leemos las instrucciones?
—No creo que eso ayude —repuso Lennon—. No sabemos leer.
Lorna Aspinall, Canadá
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