La gran Sabana Africana es un macro universo propio. Planicies gigantescas que pueden rebasar la imaginación del hombre, horizontes que nunca llegan, montañas que jamás parecen acercarse. Kilómetros y kilómetros de desierto y pastizales secos en donde el agua es un verdadero lujo.
En estas condiciones agrestes sólo algunas bestias, las más capaces, han podido desarrollar un poder suficiente para llamarse súper depredadores.
Dos de estas bestias pertenecen al género Panthera, el leopardo y el rey de todas ellas, el que ha dominado el continente africano a lo largo y a lo ancho, e incluso, hasta hace sólo unos miles de años, también América y Asia: el león.
El león (Panthera leo) ha sido símbolo de la dominación animal por encima de cualquier otra imagen o ícono animal.
El león ha estado presente en la historia de la humanidad: desde las pinturas rupestres de las cuevas de Lascaux, hasta la biblioteca de Nueva York, pasando por prácticamente todos los emblemas, estandartes y escudos heráldicos en que las familias reales quisieron tener al león como representante, para equipararse, si es que era posible, con su poder, su valentía, su gallardía y la imagen de dominación que tiene este gran felino en su hábitat natural.
En algunas poblaciones de leones ocurre un fenómeno sumamente interesante que ha impresionado a los que se han topado con ellos: el leucismo, un fenómeno genético en el que un gen recesivo se hace presente dando una coloración casi por completo blanca.
Los leones blancos no parecen tener registro ni siquiera en las tradiciones orales de la antigüedad. Tan rara ha sido su aparición que sólo hasta el siglo pasado, entre 1930 y 1940, se registraron los primeros avistamientos y, oficialmente, hasta la década de los 70 se pudo tener un registro fotográfico de ellos.
Actualmente se tienen ejemplares en cautiverio, con lo que se ha podido comprender la diferencia entre el leucismo y el albinismo, presente en otros animales.
Es importante no confundirlas, pues en el caso de leucismo no hay hipersensibilidad al sol, lo que no los hace individuos más débiles, al contrario, el pelaje tiene un albedo (la proporción de luz que una superficie refleja de la que recibe) más elevado, lo que los protege mejor del calor y refleja más los rayos del sol.
El albinismo generalmente se presenta con deficiencias en la piel y variación de color en ojos, nariz, patas e interior de las orejas.
Es curioso que entre los leopardos suelen existir ejemplares con melanismo, que sería lo contrario -una pigmentación obscura-, pero no se ha registrado jamás un miembro con leucismo. En el león sucede a la inversa: podemos encontrar leones blancos, pero, contrario a los mitos de internet, nunca se ha encontrado un león negro.
No es un solo león macho el que domina y se mantiene como jefe de la manada. En realidad, el dominio es producto de una coalición con otros dos, tres o cuatro machos que parecen estar de acuerdo en llevar, por así decirlo, a uno de ellos al poder; poder que durará entre 2 y 3 años, difícilmente más.
Entre más jóvenes y unidas sean las coaliciones de leones, crece la posibilidad de que su dominio se mantenga.
El macho que domina a la manada, el que llega a la cima en estos retos que se hacen constantemente, tendrá entre 2 y 3 años antes de que otro león más joven, junto con otra coalición de las mismas características, llegue a reemplazarlo a él y a todos los machos de la manada.
Estas batallas o encuentros para derrocar al antiguo rey y colocar a uno nuevo, probablemente se relaciona con tradiciones orales que han llevado a frases usadas entre los hombres, como “El Rey ha muerto, viva el Rey”.
Los leones tienen una estructura de dominación por coalición.
Las manadas están unidas por las hembras que generalmente tienen una relación entre ellas. Son las residentes de cada manada y las que se mantienen en el mismo territorio durante casi toda su vida.
Las hembras no compiten por ocupar algún lugar en la manada en un sentido jerárquico. No les interesa la dominancia y se ha observado que, dentro de los sistemas matriarcales de los animales, el de las hembras de león es el más permisivo entre individuos del mismo género.
El león ha estado presente en la vida del hombre prácticamente desde siempre. El encuentro de ambos no siempre ha sido amistoso y la mayoría de las veces el hombre desarrolló un miedo natural por encontrarse con estos grandes depredadores que, por supuesto, mientras más cerca de su hábitat natural estén, son más efectivos.
En el antiguo Egipto se veneraba principalmente a las leonas, en representaciones de Bastet o Menit.
En las religiones judeocristianas y los emblemas bíblicos se ha representado al león en diversas circunstancias, incluso como una representación del mismo Jesucristo.
El león aparece en los periodos paleobabilónico y neobabilónico y es un motivo clásico que encontramos en estatuas, en formas talladas o imágenes. Y así desde los estandartes de la edad media, como el escudo de Jerusalén, que tiene un león rampante delante del muro de los lamentos, hasta el subcontinente indio, donde el león asiático ha sido simbólico para los cingaleses, la mayoría étnica de Sri Lanka.
Aunque actualmente hay muchas alertas sobre el riesgo de extinción de los leones, la mayoría de las poblaciones se encuentran dentro o cerca del rango de “estable” en las zonas protegidas del continente africano.
En el caso del león asiático las cosas son muy distintas y podrían desaparecer por completo en un periodo de 15 o 20 años si las cosas no cambian radicalmente.
En México muchas personas han visto un león. Con la tradición circense que cubrió el país durante todo el siglo pasado, es probable que la mayoría de los mexicanos hayan visto, a la distancia, un león en la peor de sus facetas: ejecutando trucos y movimientos aprendidos a través de sistemas de castigos y recompensas.
La imagen el león fustigado por el látigo no es ajena para las generaciones nacidas antes del año 2000. Afortunadamente, la escena es cada vez más extraña con la entrada en vigor de la ley que prohíbe a los circos usar animales salvajes para espectáculo alguno.
Sin embargo, este movimiento legislativo puso en evidencia dos cosas. La primera es que la mala planeación sigue siendo otra gran tradición mexicana para la creación de leyes. Y es que sin un esquema apropiado de entrega, registro y amortiguación del impacto, en cosa de algunos meses cientos de felinos salvajes fueron dejados a su suerte por sus antiguos dueños una vez que ya no podían obtener dinero con sus trucos.
Por esta razón, se empezaron a improvisar o a crear sobre la marcha “refugios” para estos animales y muy pocos han logrado mantenerlos en un nivel óptimo.
La segunda, y más preocupante, es que la mayoría de felinos salvajes abandonados o “entregados” a alguna autoridad no provenía de los circos. Una gran cantidad de éstos fueron extraídos de colecciones particulares, cachorros adquiridos como un capricho de “mascota exótica”.
Si has visitado algún circo o atracción, o te has percatado de algún lugar donde incluyan felinos silvestres, y notas maltrato, denúncialo inmediatamente pues se está incurriendo en un delito severo y agrediendo los derechos de los animales.
El autor es Paco Colmenares, periodista, productor e investigador especializado en fauna silvestre y animales de compañía desde hace más de 10 años. Egresado de la UNAM, hoy dirige RedAnimalia.com. Síguelo en: @pacocolmenares
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