Por segundo día consecutivo se registra un linchamiento en México. Esta vez una turba en Tula, Hidalgo, mata a una pareja por supuesto robo de niños.
Un dato salta a la vista: los linchamientos en México se han incrementado en las décadas recientes, pero ¿cuál es la raíz de esta situación? La crisis de autoridad es la causa más profunda de la violencia social y la indignación moral, explica Raúl Rodríguez Guillén, profesor-investigador del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma de México en su trabajo Crisis de autoridad y violencia social: Los linchamientos en México.
La crisis de autoridad “es el detonante que expresa que los límites sociales se han roto y es necesario poner coto a la corrupción e ineptitud de las autoridades, así como al abuso que cometen en contra de la sociedad” agrega.
Las ejecuciones y los linchamientos se pueden analizar como expresión de violencia social localizada, en la que grupos de colonos, miembros de una comunidad o grupos de la delincuencia organizada ejercen la violencia frente a situaciones o condiciones que ponen en riesgo los principios de convivencia pacífica.
La violencia, al igual que el poder, es una manifestación universal.
Cada año se registra al menos un cruento episodio de linchamiento en el que luego se comprueba que las víctimas mortales habían sido inocentes.
Por su alto grado de “espectacularidad” —es decir, porque es pública, escénica, dramática—, esta forma de violencia colectiva evoca naturalmente reacciones inmediatas de condena. Sin embargo, hace falta un esfuerzo adicional para conocer los contextos en los que esta violencia sucede y a los actores colectivos que la protagonizan, se explica en el Programa Universitario de Derechos Humanos de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“No cabe duda: los linchamientos son una de las formas más deplorables de violencia. Si la violencia supone siempre el uso de la fuerza para dominar o conseguir algo, en el caso de los linchamientos la violencia es aguda: es una situación de abuso y absoluta asimetría en la que se busca imponer un castigo físico multitudinario bajo el pretexto de ejercer la justicia que el Estado no provee”.
Rechazar decididamente la práctica de los linchamientos es indispensable, pero no resulta suficiente para evitar su repetición.
Además del incremento de este delito, también se ha registrado una notoria variación en los lugares donde se efectúan, aunque la zona centro (específicamente el Estado de México, pero también Puebla y la Ciudad de México) aún concentra el mayor número de casos.
En México, según información del Senado de la República, los casos de linchamientos han sido documentados por los medios de comunicación, pero no se cuenta con información oficial precisa sobre cuándo, cómo y por qué se presenta este fenómeno.
El Programa Universitario de Derechos Humanos de la Universidad Nacional Autónoma de México hace mención especial del lugar común según el cual la práctica de los linchamientos forma parte de los “usos y costumbres”, es una expresión de “justicia indígena” o representa una manifestación del “México profundo, el México bronco”.
“No hay ningún indicio ni justificación para seguir repitiendo esta inexactitud. Esta afirmación, insostenible, refleja el profundo desconocimiento de la realidad de los pueblos y naciones originarias de nuestro país y es una manifestación del histórico racismo que padecemos. También refleja una ignorancia generalizada respecto al fenómeno del linchamiento en México, puesto que, contrario a lo que esta afirmación sostiene, los linchamientos en nuestro país son heterogéneos, ocurren en diferentes zonas geográficas y son protagonizados por colectividades diversas”.
Respecto a este mismo tema —que si los linchamientos tienen origen en ‘los usos y las costumbres’— el maestro en Ciencias Social, Leandro Aníbal Gamallo, explica en su investigación ‘Los linchamientos en México en el siglo XXI’ que se ha demostrado que esta forma de violencia colectiva se produce cada vez más en grandes zonas urbanas (en teoría, lugares modernos) y menos en localizaciones rurales, a las cuales de todos modos no es posible asignar un carácter tradicional.
Raúl Rodríguez Guillén, profesor-investigador de la UAM dice que no solo en México ha aumentado este delito, también en América Latina, situación que debería obligar a la reflexión sobre esta forma de violencia colectiva.
“No son muchos los investigadores que han deliberado al respecto, más bien ha sido un tema que llena las páginas de la nota roja de diferentes diarios y algunos editoriales en noticiarios de radio y televisión, los cuales hemos leído o escuchado en algún momento”.
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