Una manzana orgánica tiene sentido.
¿Quién quiere comerse una que esté rociada con pesticidas y cultivada con fertilizantes sintéticos?
Pero ¿qué hay de las cortinas para la regadera, los colchones o los perfumes orgánicos?
Los beneficios de algunos productos no alimentarios que ahora portan la etiqueta de “orgánico” no son tan evidentes, más allá de sentirse bien por, teóricamente, ayudar a la Madre Tierra. Sopesar el valor de lo “orgánico” es algo que todos vamos a estar haciendo mucho más en los años venideros.
Prácticamente no existe negocio en la actualidad que no piense de manera ecológicamente más consciente, incluyendo la creación de una amplia gama de productos cotidianos que lleven la etiqueta “orgánico”.
Si bien en México existe una Ley de productos orgánicos, los no alimentarios tienen mucha más libertad en cuanto a su reglamentación. En muchos sentidos, este sector del negocio orgánico sigue siendo un mundo totalmente abierto.