Lo que he aprendido al vivir en un paraíso
Desde que me fui a vivir a la isla de Roatán, Honduras, mi visión de la vida ha cambiado totalmente. Desde que dejé mi empleo en una asociación jurídica en Washington, D.C., para irme...
Desde que me fui a vivir a la isla de Roatán, Honduras, mi visión de la vida ha cambiado totalmente.
Desde que dejé mi empleo en una asociación jurídica en Washington, D.C., para irme a residir en la isla de Roatán, Honduras, mi visión de la vida ha cambiado totalmente. Cualquier persona de cualquier país puede disfrutar de la calma que los turistas y los expatriados como yo encontramos en los trópicos.
La electricidad no es indispensable
Los apagones son muy frecuentes aquí en la temporada de lluvias, y yo tengo una computadora portátil, un iPhone y un Kindle. Pero cuando me enfrento a la falta de electricidad, me acuerdo de respirar, reflexionar y escuchar las olas y el viento.
Arréglatelas. ¡es divertido!
A veces voy al supermercado y no hay lo que quiero comprar: pollo, pan, leche o tomates. He aprendido a ser creativa. Pensar en recetas y mezclas innovadoras es uno de mis pasatiempos favoritos.
Necesitar es distinto de desear
Podría querer ropa nueva, pero, a menos que la que uso ya esté deshilachándose, no la necesito. Las manchas y las roturas son cosas normales. Es liberador darme cuenta de que no me fijo en la ropa que la gente se pone, qué tipo de teléfono usa o si tiene un auto o no.
El tiempo no debería regir la vida
Es divertido ver cómo los turistas aprenden a relajarse mientras están aquí. Programar cada minuto sólo hará que se te vayan todos los años. Cuando sale el sol, comienza un nuevo día; cuando se pone, se inicia una nueva noche. Así de sencillo.
Confía en estas palabras
Son de la escritora Karen Blixen: “El remedio para todo es el agua salada… en cualquier forma: sudor, lágrimas o el mar”. No hay ningún mal que uno de ellos o todos no puedan arreglar.