Delinquir nunca vale la pena… sobre todo si el delito no está bien planeado.
Una mañana, una mujer de Bridgend, Gales, descubrió a un ladrón esculcando los armarios del primer piso de su casa. El ladrón sorprendido huyó, pero no antes de que la dueña viera de reojo, mientras él se agachaba, sus raros calzoncillos. La estrafalaria prenda lo hundió.
Darren Machon, de 39 años, era buscado por la policía y fue arrestado más tarde ese mismo día después de una persecución en coche por el centro de la ciudad. El sospechoso se estaba cambiando de ropa en la celda de la estación de policía cuando uno de los oficiales notó que sus calzoncillos estaban adornados con dibujos de hamburguesas, donas y papas fritas; la misma mezcla de comida chatarra que la víctima del ladrón había referido en su declaración.
Los “novedosos calzoncillos” de Machon fueron utilizados como evidencia ante el juzgado de lo penal de Cardiff en agosto de 2016. Lo condenaron a dos años y diez meses de prisión por robo y conducción temeraria.
Dos hombres retiraron dinero del cajero automático de una gasolinería en una carretera de Stockport, Inglaterra, a la mala: llenándola de gas para hacerla explotar. Los ladrones lograron sacar unas 25,000 libras y huir.
Cuando la policía llegó a la escena del crimen, encontró el cajero parcialmente destruido. Pero como si se tratara de una propina, los ladrones habían regado parte del botín al huir. El rastro de los billetes condujo a los oficiales directamente a su escondite bajo un puente en la autopista.
Los asustados delincuentes estaban colgando sobre la vía rápida, así que sintieron alivio al ser detenidos: tenían miedo de caer. Se declararon culpables de robo y de “causar una explosión potencialmente letal”. Fueron condenados a 15 años y medio de prisión.
Nadie describiría al ladrón en serie Paul Bartlett como alguien detallista.
En tres días, el ladrón de 47 años, que usaba un pasamontañas casero, había atracado tres tiendas en el área de Birmingham, Inglaterra, llevándose como botín alcohol, cigarrillos y efectivo. En uno de los asaltos perdió tiempo tomando todo el cambio de la caja registradora (mientras ironizaba estar quebrado).
En otra incursión llamó a su cómplice, Adam Breen, por su verdadero nombre, lo cual ayudó a la policía a localizar al dúo. Cuando los agentes registraron la casa de Bartlett encontraron, entre otros objetos incriminatorios, unos pantalones con una sola pernera; Paul había utilizado la otra para confeccionar el vulgar pasamontañas que utilizaba en los atracos.
Bartlett, que tenía 27 condenas anteriores por 78 delitos, fue sentenciado a 13 años de prisión. Breen, a cinco años y dos meses.
Un británico añadió “falta de juicio” a su larga lista de transgresiones cuando robó el teléfono celular de su abogada.
Barrister Charlotte Johnson defendía a Bobby Heath, de 26 años, originario de Strood, Kent, y acusado de conducción bajo la influencia de drogas, cuando se percató de que no encontraba el teléfono. Las imágenes de las cámaras de seguridad del juzgado mostraban cómo Heath lo metía en su bolsillo.
Heath fue juzgado, declarado culpable de robo y condenado a dos semanas de prisión. “Esto demuestra que a Heath no le importa quién sea su objetivo o lo que pueda provocar”, argumentó el oficial David Paine.
En julio de 2016, la policía y los bomberos tuvieron que rescatar a un ladrón de la entrada de la lavandería que intentaba robar. El hombre rompió el cristal de la puerta con una piedra e intentó abrir las rejas para deslizarse en el establecimiento madrileño. No lo consiguió y acabó con la cabeza atrapada entre dos de las barras.
Un hombre que atracó una oficina de correos de Gales fue arrestado al intentar comprar un auto con una enorme cantidad de monedas.
Las cámaras de seguridad de la oficina de correos capturaron la imagen de Daniel Allen Thomas, de 29 años, abandonando las instalaciones con dinero en efectivo y cigarrillos. Poco después ofreció 1,000 libras en monedas (con un peso de 9.5 kilos) a un hombre que vendía su Renault Clio. El vendedor, desconfiado, rechazó la oferta y Thomas volvió con billetes.
La policía capturó al ladrón tras una denuncia masiva a través de las redes sociales. Cuando le mostraron las imágenes de la cámara de seguridad y las pruebas del vendedor del auto, al principio Thomas negó que se tratara de él, pero al final tuvo que reconocerlo. Fue condenado a dos años de prisión.
Un joven que huía a pie de la policía durante una persecución a toda velocidad pensó que quedaría impune. Parecía que le había ganado la carrera al agente que lo cazaba: el oficial de tránsito Steve Hutton, de 44 años, residente de Wiltshire, Inglaterra. Entonces el perseguido oyó: “Agente de la unidad canina, ¡deténgase!”, seguido de un ladrido feroz. El sonido hizo que el aterrado fugitivo se detuviera en seco.
El oficial, ya sin aliento, le puso rápidamente las esposas al infractor antes de que se diera cuenta de cuál era la realidad de la situación: no había ningún perro; el mismo agente Hutton era quien había ladrado. Aunque el joven fue interrogado, quedó en libertad.
En el pueblo pesquero de La Rochelle, en la costa atlántica francesa, cuatro veinteañeros vieron un catamarán amarrado al muelle de un club de vela y decidieron darse una vuelta a bordo antes de que saliera el Sol. Desamarraron el Hobie Cat, se subieron a él y, con gran brío, partieron a mar abierto.
Pero no se dieron cuenta de un par de cosas: en primer lugar, que era un barco pequeño, diseñado para dos tripulantes como máximo. En segundo lugar, los tapones de vaciado del casco no estaban atornillados. Antes de que los jóvenes pudieran sacar el barco más allá del muelle, se hundió.
El cuarteto fue rescatado y llevado a la celda de los borrachos hasta que se le pasó la ebriedad. Los jóvenes tuvieron que pagar 2,000 euros por concepto de restauración del barco.
Un ladrón alemán le facilitó el trabajo a la policía. Tras arrebatarle el bolso a una anciana de 81 años a plena luz del día en la ciudad de Hildesheim, el delincuente se subió a una bicicleta y huyó. Para asegurarse de que nadie lo perseguía, hizo un giro rápido y chocó con una farola que no alcanzó a ver. Luego abandonó la bicicleta y huyó a pie.
Sin embargo, al caerse y golpearse contra el suelo, al ladrón se le cayó un objeto importante: una carta con su dirección escrita. La policía llegó a la casa del malhechor casi antes de que él lo hiciera.
Justo antes de la hora de la cena, una noche de julio de 2016, un hombre de 24 años y su colega de 17, decidieron robar una farmacia en la ciudad de Perth, Australia. A uno de ellos se le ocurrió neutralizar al dependiente del establecimiento con pimienta en aerosol. Blandió la lata y dejó salir un chorro ardiente. Fue tan torpe que puso la boquilla al revés y, por lo tanto, se roció la cara. Mientras, su cómplice, quien iba armado con un cuchillo, se cortó.
Los ladrones huyeron, pero poco después fueron localizados por la policía local. Lo último que supimos de ellos es que explicaban su doble percance ante el tribunal del distrito.
Cerca de las 2 de la madrugada, un ladrón entró en una iglesia en la ciudad de Mühlhausen, Alemania. En total oscuridad, trató de dar a tientas con el interruptor. Halló la caja de fusibles y activó varios de ellos. De pronto, las campanas de la iglesia empezaron a sonar.
El tipo, de 32 años, tomó a toda prisa una figura de madera y salió corriendo, pero la policía lo arrestó en una ronda de rutina.
El agudo sonido de una alarma a altas horas de la noche llevó a la policía hasta un café en la región belga de Flandes, pero no antes de que el ladrón huyera con unos 2,000 euros. Las imágenes captadas por las cámaras de seguridad del Café De Gouden Vis (El pez dorado) mostraban al delincuente con una férula en la pierna derecha. Mientras huía torpemente en bicicleta, la policía siguió su camino, mediante las cámaras de seguridad de la ciudad, hasta una casa cercana.
Resultó que el malhechor había robado la bicicleta en Mechelen la semana previa y había sido arrestado in fraganti. Salió corriendo, pero se cayó y se rompió el tobillo. Fue llevado por las autoridades a un hospital donde le inmovilizaron la parte fracturada. Al ser puesto en libertad, empezó su rehabilitación de inmediato robando el café, por lo cual enfrentó nuevos cargos.
Cuando un conductor salió de su auto para ir a pagar el estacionamiento en Barcelona, España, un ladrón vio una clara oportunidad y aprovechó para subirse al vehículo. Entonces, el conductor cerró el Audi por control remoto mientras se alejaba y el delincuente se quedó atrapado.
Después de pasar casi cuatro horas dentro del sofocante coche, empapado en sudor, deshidratado y cada vez más aletargado debido a la falta de oxígeno, el malhechor finalmente fue rescatado por la policía, pues los peatones se percataron del curioso vaho que empañaba las ventanillas.
“Tuviste suerte de que hoy fuera un día nublado”, comentó el oficial de policía luego de arrestar al ladrón. “Si hubiera estado soleado, seguramente estarías muerto”.
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