Todo indica que a mayor especialización del cuerpo, mejor el rendimiento.
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Hace décadas, los equipos y clubes deportivos apoyaban a muchos hombres y mujeres competitivos que solían ser lo más granado de la humanidad… hasta que la tecnología cambió el panorama.
Hoy día miles de millones de personas tienen acceso a los Juegos Olímpicos o al Mundial de futbol usando un control remoto. Como resultado, la mayoría de los amantes de los deportes ahora son espectadores de lo selecto: un sinnúmero de deportistas de sillón que pagan por ver a un reducido número de deportistas auténticos.
Este escenario representa lo que el economista Robert H. Frank llama el mercado donde “el ganador se lleva todo”. Conforme ha aumentado el número de deportistas, la fama y las primas económicas se han concentrado en la parte alta de la pirámide, y a medida que han crecido esas primas, los deportistas se han vuelto cada vez más rápidos, fuertes y hábiles.
“Los entrenadores y profesores de educación física creían que los deportistas debían tener las proporciones corporales del Hombre de Vitruvio”
Como las recompensas para los mejores deportistas han aumentado, éstos se esfuerzan más para obtenerlas. En efecto, alcanzar los niveles actuales de habilidad que implica el alto rendimiento en cualquier campo —desde el atletismo hasta el ajedrez—normalmente exige miles de horas de práctica.
Además, algunas de las mejoras en los deportes son resultado de los adelantos tecnológicos. Todos los golfistas, tenistas y esquiadores usan los mejores equipos. Las superficies sintéticas de las pistas actuales devuelven a los corredores más energía que las viejas pistas de ceniza, y eso se traduce en tiempos más rápidos.
Sin embargo, la mayor fuente de mejora en el deporte se deriva del hecho de que la globalización —junto con el efecto de “el ganador se lleva todo”— ha permitido a muchas más personas aspirar a participar en un reducido número de deportes cada vez más lucrativos, y este fenómeno ha modificado el patrimonio genético de los deportistas de élite.
A mediados de los años 90 los científicos australianos Kevin Norton y Tim Olds empezaron a reunir datos sobre los tipos de cuerpo de los deportistas para saber si habían ocurrido cambios significativos en ellos durante el siglo XX. En la primera década, los entrenadores y profesores de educación física creían que los deportistas debían tener las proporciones corporales del Hombre de Vitruvio, el célebre dibujo de Leonardo da Vinci de una figura masculina inscrita en una circunferencia y un cuadrado: no ser demasiado delgados o gordos, ni demasiado altos o bajos. En 1900, un jugador medio de élite de voleibol y un lanzador de disco tenían la misma estatura, al igual que un saltador de altura y un lanzador de bala.
Pero a medida que fueron surgiendo los mercados de “el ganador se lleva todo”, el viejo paradigma del cuerpo perfecto cedió su sitio a los cuerpos atípicos y muy especializados, que se ajustan mejor a ciertos deportes. Cuando Norton y Olds graficaron la estatura y el peso de los saltadores de altura y los lanzadores de bala modernos de primera categoría, observaron algunos cambios; por ejemplo, el lanzador de bala medio ahora es unos 6.3 centímetros más alto y unos 59 kilos más pesado que el saltador de altura medio.
Cuando graficaron la estatura y el peso de competidores de dos docenas de deportes de 1925, observaron en casi todos ellos una tendencia a la complexión física media. Pero en los años siguientes los puntos de la gráfica se separaban en todas las direcciones, como los cuerpos celestes del universo en expansión en una carta astronómica. De ahí que Norton y Olds lo llamaran “el Big Bang de los tipos de cuerpo”.
“Como las recompensas para los mejores deportistas han aumentado, éstos se esfuerzan más para obtenerlas”
Del mismo modo que las galaxias se separan, los tipos de cuerpo lo hacen para poder sobresalir en deportes específicos. Los corredores de fondo de élite son cada vez de menor estatura, y lo mismo pasa con los deportistas que hacen giros en el aire: saltadores acuáticos, patinadores de figuras y gimnastas. Desde 1980, las gimnastas de élite han pasado de una estatura media de 1.59 a 1.44 metros. Por otro lado, los jugadores de voleibol, los remeros y los futbolistas son cada vez más altos. El mundo del deporte profesional se ha convertido en un laboratorio de selección artificial.
Hoy día es mucho menos probable que una persona elegida al azar entre el público general tenga un cuerpo que resulte idóneo para un deporte específico de alto nivel. Sólo un 28 por ciento de los hombres tienen la combinación de estatura y peso adecuada para ser futbolistas profesionales; un 23 por ciento para ser velocistas de élite, y un 9.5 por ciento para ser delanteros de rugby.
Tener el cuerpo compacto suele ser una ventaja para los corredores de fondo, ya que la superficie de su piel es mayor que su volumen corporal, y cuanto más grande es esa superficie, más rápida es la disipación de calor y mayor la resistencia.
Paula Radcliffe, la actual plusmarquista mundial de maratón femenil, mide 1.76 metros de estatura (es una cabeza más alta que la mayoría de sus rivales) y ha ganado carreras principalmente en días frescos de primavera o de otoño. En los Juegos Olímpicos de 2004, en Atenas, el calor (35 °C) la agotó y la obligó a abandonar el maratón en el kilómetro 36; la ganadora de la prueba medía 1.50 metros de estatura. En el maratón olímpico de 2008, con una temperatura de 26.6 °C, Radcliffe acabó en el sitio 23. Pero en los seis años anteriores había ganado siete maratones, todos bajo una temperatura fría o templada.
El Big Bang de los tipos de cuerpo se observa también en las partes del cuerpo. Los jugadores de waterpolo tienen brazos sumamente largos que les permiten lanzar mejor la pelota. Los levantadores de pesas, en cambio, tienen brazos más cortos en relación con su estatura, lo que les da un mejor apalancamiento al alzar las pesas sobre su cabeza.
Los competidores de élite en deportes en los que se salta, como el basquetbol y el voleibol, tienen piernas particularmente largas, lo que les permite acelerar con más ímpetu y usar las pantorrillas para brincar a mayor altura. Muchos boxeadores profesionales tienen brazos largos y piernas cortas, lo que les da más alcance para golpear y un centro de gravedad más bajo y estable.
Las diferencias corporales se manifiestan incluso en la anchura de los huesos pélvicos. Las nadadoras los tienen estrechos; las corredoras de velocidad, más angostos aún (las caderas esbeltas les dan mayor aceleración), y las gimnastas son las que los tienen más estrechos de todas.
Los nadadores son altos y tienen el tronco más largo que las piernas, lo que les confiere más superficie de contacto con el agua y un desplazamiento más veloz en ella. Se dice que Michael Phelps, quien mide 1.93 metros de estatura, usa pantalones de 81 centímetros de largo, talla más corta que la del corredor marroquí Hicham El Guerrouj, quien mide 1.75 metros de estatura y posee tres récords mundiales de medio fondo.
“El mundo del deporte profesional se ha convertido en un laboratorio de selección artificial”
Como otros nadadores, Phelps también tiene brazos largos y manos y pies grandes. Pero ese tipo de cuerpo alargado puede ser señal de una peligrosa enfermedad llamada síndrome de Marfan. En su autobiografía Phelps cuenta que a lo largo de su carrera le han hecho estudios médicos para descartar la presencia del síndrome.
Para ser un deportista de clase mundial se requiere un entrenamiento riguroso y un cuerpo especializado en una disciplina. Pero hoy día el universo en expansión de los tipos de cuerpo atléticos se está ldentificando. Los deportistas altos ya no se están haciendo mucho más altos, ni los bajos son ahora mucho más bajos, y el ritmo al que se baten récords mundiales se está volviendo lento.
Durante la mayor parte del siglo pasado, ver una marca mundial rota era una experiencia frecuente. Los récords mundiales varoniles en 1,500 metros planos y una milla, por ejemplo, se batieron unas ocho veces por década desde los años 50 hasta el año 2000, pero desde entonces no se han vuelto a romper. Así como la exploración de la Tierra debe de haberles parecido un reto interminable a los aventureros, la era de constante superación de récords quizá ya haya terminado, pues aunque la búsqueda de esos cuerpos tan atípicos se ha vuelto mundial, hay pocas poblaciones nuevas donde reclutar talento.
Tal vez parezca desalentador lo siguiente: ahora que los cuerpos se han especializado tanto para la práctica de cada deporte, un mayor número de personas no podrán destacar en la disciplina que prefieran por la simple razón de sus atributos físicos.
Sin embargo, debemos recordar que ningún tipo de cuerpo es “mejor” que los demás. Tener el tronco más largo que las piernas es ideal para los nadadores, por ejemplo, pero para los corredores lo mejor es exactamente lo contrario: tener las piernas más largas que el tronco. Cada uno de nosotros debería buscar su propio nicho deportivo, porque la ciencia ha demostrado que las oportunidades de practicar deportes abundan para todos los cuerpos, sean grandes, medianos o pequeños.
David Epstein, tomado de The Sports Gene: Inside the Science of Extraordinary Performance
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