Los intereses de federalistas y centralistas
A la muerte de Guerrero, Juan Álvarez fue el heredero político. Desde La Providencia comenzó a dirigir a los seguidores del presidente sacrificado en 1831. Se unieron en torno a Álvarez otros caciques menores y jefes militares, entre ellos el general Isidro Montes de Oca.
Poco a poco se fueron delineando dos grupos antagónicos en la región: el de Álvarez, liberal y federalista, y el de Bravo, conservador y centralista. El principal tema de discusión postindependentista, entre federalistas y centralistas, se extendió por el territorio nacional. El caso de la provincia de Tecpan ejemplifica lo que sucedía en el resto del país. Algunos historiadores piensan que la postura ideológica de Álvarez correspondía a intereses personales, ya que el federalismo favorecía la autonomía en su cacicazgo de la Costa Grande.
Juan Álvarez era muy estimado por sus coterráneos; lo admiraban por haber sido soldado de Morelos y lo respetaban como compañero de Guerrero. Y, por si fuera poco, poseía las mejores tierras y el mejor ganado de la región. La grandeza del cacique sureño fue reconocida cuando, a iniciativa del Congreso local, fue declarado “benemérito del Estado”. En el año de 1852, la legislatura aprobó la iniciativa para acreditar a Atoyac y Coyuca como ciudades y añadírseles, respectivamente, “de Álvarez” y “de Benítez”, por ser pueblos natales de don Juan y su esposa.
Semblanza de la “Pantera del Sur”
Juan Álvarez poseía un carisma especial que le permitía granjearse el respeto de la gente y hacerse obedecer. Se ganó el apodo de la “Pantera del Sur” por la fiereza con que luchó por los intereses de la región. El historiador Lorenzo de Zavala nos ha transmitido una semblanza de este cacique:
“Pocos hombres han reunido en tanto grado el valor y la perseverancia, a una constante oposición al gobierno. Álvarez es un hombre astuto, reflexivo y capaz de dirigir masas de hombres organizados… Su aspecto es serio, su marcha pausada, su discurso frío y desaliñado. Pero se descubre siempre bajo aquel exterior lánguido una alma de hierro y una penetración poco común. Su escuela en la milicia ha sido el campo de batalla en donde ha hecho la guerra siempre contra los españoles, y sus lecciones fueron la experiencia de veinte años de combates…”.
Capítulos olvidados de la historia