Los mejores chistes de los años 2000
Una selección de las anécdotas y los chascarrillos más graciosos enviados por nuestros lectores en la década pasada. ¡Te va a dar un ataque de risa! 2000 Un amigo mío, cuarentón, estaba curioseando a...
Una selección de las anécdotas y los chascarrillos más graciosos enviados por nuestros lectores en la década pasada. ¡Te va a dar un ataque de risa!
Un amigo mío, cuarentón, estaba curioseando a la entrada de una tienda con su hijo de dos años cuando de pronto una mujer que pasaba por allí se fijó en el niño, se detuvo a admirar su tupida y rizada cabellera y luego le dijo al padre:
—¡Pero qué linda es su nieta!
Cuando la mujer siguió su camino, mi amigo le dijo al pequeño:
—Hijo, creo que nos insultaron a los dos.
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Una mujer le dice a una amiga que su marido es un insensible, que nunca se acuerda de su aniversario. La otra le responde que deje de lamentarse y que siga su ejemplo.
Entonces, intrigada, la primera le pregunta:
—¿Tu marido también se olvida de su aniversario de bodas?
—Siempre.
—¿Y qué haces tú?
—Pues se lo recuerdo cada tres meses, y así le saco cuatro regalos al año.
Susan Fleming
Un día el león se levanta de pésimo humor, así que decide reunir a los demás animales de la selva para hacer un anuncio:
—Quiero que cada uno cuente un chiste, pero les advierto que, si alguno no se ríe, mataré al que lo haya contado. Mono, tú primero.
Temblando de miedo, el mono empieza a contar un chiste:
—Dos hombres se encuentran en la calle, y de pronto…
Cuando termina, todos sueltan la carcajada, menos la tortuga.
—¡La tortuga no se rió! —ruge el león, que salta sobre el mono y lo hace pedazos. Después dice:—: Elefante, te toca.
Maldiciendo entre dientes, el elefante comienza:
—Entra un borracho en la cantina, se acerca a la barra y…
Cuando acaba de contarlo, todos se desternillan, excepto la tortuga, que se mantiene impasible.
—¡A la tortuga no le hizo gracia! —exclama el león, que al ver que el elefante, enfurecido, va a pisotear a la tortuga, lo mata a zarpazos.
Todos tienen ganas de fulminar a la tortuga, pero nadie se atreve a moverse siquiera.
—Ahora te toca a ti, tigre —ordena el león.
Muy asustado, el tigre empieza:
—Dicen que Caperucita Roja…
En eso, la tortuga empieza a reír como loca.
—¿Qué diablos te pasa? —le pregunta, furioso, el león—. El tigre aún no termina…
A lo que la tortuga responde:
—¡Es que el chiste del mono es buenísimo!
Ian Román
Mi esposa iba en el coche con una amiga hablando sobre la gran cantidad de trabajo que ahorran los electrodomésticos modernos, cuando llegaron a la casa y se detuvieron frente a la entrada.
—Yo estoy fascinada con la puerta automática de mi garaje —comentó la amiga.
—Y yo con la mía —contestó mi mujer, dando tres claxonazos.
Era la señal para que yo saliera a abrir la puerta.
Gene Ward
Una anciana tiene un puesto improvisado en una esquina, donde vende panes a cinco pesos la pieza. Todos los días un joven bien vestido se acerca, deposita una moneda de cinco pesos en la taza de la señora y se va a toda prisa sin tomar un pan. Cierta mañana ella lo detiene antes de que se vaya.
—¡Un momento, joven! —le dice.
—Sí, ya sé —responde él—: quiere saber por qué todos los días le dejo una moneda y no me llevo el pan.
—No, lo que quiero decirle es que ya cuestan 10 pesos.
Sargent Tarzy
Mi papá cree en la reencarnación, así que en su testamento se dejó todo a sí mismo.
Jackie Graziano
Va por la calle una mujer con su hijo pequeño y se encuentra a una conocida, la cual le dice:
—Su hijo tiene los ojos de usted y la boca de su padre.
A lo que el chiquillo añade:
—Y los pantalones de mi hermano.
Chistes de tutifrutti
A mi hijo, de seis años, se le cayeron dos dientes en un lapso de días, pero estaba feliz con el regalo en efectivo que le había dejado el “ratón”. Por desgracia, no le duró mucho el gusto: el hecho de que se le viera un hueco enorme cuando se reía pronto dejó de parecerle gracioso y se le hizo un fastidio.
Una noche, poco después, mientras acostaba al niño en la cama, mi esposo encontró dos monedas debajo de la almohada. Cuando le preguntó para qué eran, mi hijo contestó con firmeza:
—¡Quiero que el ratón me devuelva mis dientes!
Karen Eitchie
Descubrí que podía poner discos compactos en la nueva computadora que me habían dado en mi trabajo. Cierta mañana estaba escuchando a Beethoven cuando una asistente se acercó para dejarme unos papeles. Al oír música clásica en el ambiente, me dijo:
—¡Ay, pobre, qué lata! ¿Te dejaron esperando en el teléfono?
Keith Brinton
n Cierta ocasión llamé a un número telefónico equivocado y escuché la siguiente grabación: “Hola, por el momento no puedo atenderte, pero gracias por haberte molestado en llamar. Estoy haciendo algunos cambios importantes en mi vida. Por favor, deja un mensaje después de escuchar la señal. Si no te devuelvo la llamada, significa que tú eres uno de esos cambios”.
Antonio Curtis
Una catequista estaba enseñándoles los Diez Mandamientos a sus pupilos de cinco y seis años, y después de explicar el mandamiento de “Honrarás a tu padre y a tu madre”, les preguntó:
—¿Hay algún mandamiento que nos enseñe cómo tratar a nuestros hermanos y hermanas?
A lo que un pequeño contestó:
—Sí, el de “No matarás”.
Gustavo Eduardo Rivero Santamaría
En una exhibición de insectos a la que mi sobrino de seis años acompañó a sus padres, había una degustación de alimentos. Cuando el cocinero le ofreció grillos en salsa de jitomate, el niño exclamó:
—¡Qué asco! ¡Jitomate!
Moviendo la cola con alegría, dos perros se acercan a un parquímetro. De pronto, uno exclama:
—¡Cómo! Sólo esto nos faltaba. ¡Baños de paga!
Dave Starr
Un golfista se iba quedando rezagado en el juego decisivo para ganar el campeonato. En eso golpeó la pelota, que cayó entre unos matorrales. Al agacharse para recogerla, se topó cara a cara con un duendecillo, el cual le preguntó:
—¿Desea que lo ayude?
—¡Claro que sí! —dijo el hombre.
—Muy bien. Pero por cada ayuda que reciba, sacrificará un año de su vida sexual.
El golfista aceptó, y fue campeón.
Más tarde, al subir a su auto, encontró al duende dentro sentado con un cuaderno y un lápiz.
—Lo ayudé 10 veces —señaló el gnomo—. Es decir, son 10 años. Ahora, dígame, ¿cómo se llama?
—David, y soy sacerdote.
Ken Buchanan
Pregunta: ¿Quiénes son más inteligentes, los perros o los gatos?
Respuesta: Los gatos, sin lugar a dudas. ¿O acaso alguna vez has visto a un grupo de gatos tirando de un trineo a través de la nieve?
Anatoly Frolov
Cuando mis dos hijas eran pequeñas, a veces me hacían preguntas sobre la muerte, y yo trataba de responder lo mejor que podía. Un día les dije que, si llegara a morirme, ya no podría estar con ellas, pero que desde el cielo las cuidaría aunque no pudieran verme. Al oír esto la mayor me abrazó y, con tristeza, dijo que no quería que me muriera jamás, porque si eso pasaba, nunca más podría cuidarlas, llevarlas a la escuela, darles de comer, ni contarles cuentos antes de dormir.
—¿Verdad, hermanita? —le preguntó a la menor en busca de apoyo.
Pero ésta, luego de pensarlo unos instantes, respondió:
—Sí, ¡pero tampoco nos podría castigar!
Yraluz Ramírez
Algunas personas hacen buenos negocios con los trabajos más extraños. Cierta vez iba yo conduciendo detrás de un camión desazolvador que olía a rayos. Mientras lo rebasaba tratando de no respirar, vi que en un costado tenía este letrero: “¡A mí me huele a dinero!”
Keith Carr
Un día mi hija mayor se enfermó y la llevamos al médico, quien tuvo que inyectarla. Su hermanita, de cuatro años, se dio cuenta de todo, y cuando llegó el momento de llevarla a ella a una revisión médica, se negó rotundamente. A fin de convencerla, le aseguré que no iba a pasarle nada malo, que el doctor sabía que era una niña muy bonita y sólo quería conocerla. Sin decir nada, corrió a su cuarto. Minutos después regresó, me puso algo en la mano y dijo:
—Mamá, si el doctor sólo me quiere conocer, entonces enséñale mi foto.
Alma García
Cierta vez fui a una tienda con mi hijo menor, que en ese entonces tenía cinco años, pero como estaba lloviendo mucho, no quise que bajara del auto.
—¿Sabes qué hacer en caso de emergencia? —le pregunté, refiriéndome a que tocara el claxon.
Tras pensarlo un poco, contestó:
—Nunca perder la fe.
Amelia Bocanegra
Un actor muy necesitado entra al zoológico a buscar trabajo.
—El gorila, una de nuestras principales atracciones, acaba de morir —le dice el director—. Le pagaré 300 dólares al día si se pone este disfraz de mono y se hace pasar por él.
El actor acepta, y entra en una jaula para entretener a los visitantes. Pero éstos se aburren, y se dirigen a la jaula del león, que está a un lado. Preocupado por mantener su empleo, el actor sube por la pared y se balancea ante el león. Esto fascina a los visitantes, por lo que el actor lo hace a diario, atrayendo a multitudes. El director del zoológico le sube el sueldo a 500 dólares.
Pero, un día, el actor pierde el equilibrio y cae a los pies del león, quien lo persigue por toda la jaula.
—¡Auxilio! —grita el actor.
—¡Shh! —lo calla el león—. ¿Quieres que nos despidan a los dos?
Muhammed Sultan
Mi madre a menudo se quejaba conmigo de que mi padre se negaba a reemplazar su muy vieja y usada bata de vestir. Un día que me tocó ayudar en la iglesia en una venta de artículos donados, encontré una prenda arrugada que resultó ser una elegante bata de vestir masculina de color rojo vino.
Pensando en mi padre, decidí comprarla. La lavé, la planché hasta dejarla como nueva y se la regalé. Cuando abrió la envoltura, papá se mostró avergonzado. Al preguntarle qué sucedía, me contestó:
—Es que ésta es mi bata usada, la que hace poco envié a la venta de artículos donados.
Alison Holden
Cierta vez, un indígena cherokee acudió como invitado especial a la escuela primaria donde estudia mi hermana. Les habló a los niños sobre su etnia y sus tradiciones, y compartió con ellos este dato curioso:
—En la lengua cherokee no existen groserías.
Un niño alzó la mano y preguntó:
—¿Y qué haces si estás clavando algo y por accidente te das un martillazo en un dedo?
—En casos como ése, usamos la lengua de ustedes —respondió el hombre.
Angela Chiang
Un día, cuando mi hijA tenía pocos meses de nacida, se enfermó de la garganta. Al llevarla al médico, le dije que la niña sólo tenía fiebre por las noches, pero que en el día estaba muy bien. Él me explicó que eso se debía a que el virus se activaba de noche. Mi otro hijo, de cinco años, que había escuchado atentamente la conversación, nos interrumpió para hacer una sugerencia:
—Oigan, ¿y si dejamos encendida la lámpara toda la noche, para que el virus crea que es de día?
Christian Juárez
En una ocasión en que mi papá y yo fuimos de visita a un museo infantil, nos encontrábamos en la sala de dinosaurios cuando vimos a una joven que intentaba explicar a un grupo de niños la teoría de la extinción de estos reptiles gigantes, según la cual un meteorito cayó en la península de Yucatán. Al finalizar, la guía preguntó al grupo:
—Escuchen, niños: ¿por qué creen que murieron todos los dinosaurios del mundo, si el meteorito cayó en un solo lugar?
Uno de los pequeños respondió:
—¡Por el susto!
Andrés de Alba
Mientras Mi yerno nos contaba que acababa de terminar su entrenamiento como bombero, su radiolocalizador emitió un pitido.
Casi saltó sobre la mesa para dirigirse a la puerta. Lo vimos correr hasta el auto y arrancar a toda velocidad hacia la estación.
—Es bueno saber que nuestros bomberos están entrenados para responder al instante cuando los llaman —le comenté a mi hija.
—Siento desilusionarte —dijo—, pero al primero que llega allí le toca conducir el camión.
Libby Lervik
La gorra tejida que una amiga mía me envió desde Inglaterra me quedó pequeña, pero como estaba tan bonita decidí ponérmela el domingo para ir a la iglesia.
Después, le envié un e-mail para contarle lo bien que lucía yo con la prenda. Me contestó diciendo que le daba gusto. “Sobre todo”, escribió, “porque es una cubretetera”.
Janie Carlson