Síntomas de cáncer de tiroides que no deberías dejar pasar
Mis estornudos, mi tos y los sonidos que hacía al respirar no eran síntomas de alergia estacionaria, sino cáncer de tiroides.
Durante la primavera de 2014 comencé a ser mucho más sensible al clima. Desde mediados de abril, creí que tenía todos los síntomas de alergia estacionaria. Siempre estaba constipada, tenía tos y me lloraban los ojos en esa época del año, justo cuando el pasto comienza a oler a tierra mojada y los árboles se llenaban de color, pero nunca pensé que esto estuviera relacionado con cáncer o con la tiroides.
Como la ocupada madre soltera que soy, con un hijo de 5 años, postergué la visita al doctor y comencé a tomar antihistamínicos.
Ninguna pastilla me hizo efecto. “¿Estaré enferma?”, pensaba entre cada estornudo, o quizá necesitaba algo más fuerte. No comencé a preocuparme sino hasta una cálida tarde, mientras veía a mi hijo jugar con la pelota. Él la pateó fuertemente y yo le eché porras. Después de mi grito, comencé a toser.
Y no pude parar. Era muy distinto de lo que había sentido otras veces, incluso me estaba costando trabajo respirar. Comencé a entrar en pánico y todo empeoró. Una amiga me pasó una botella de agua y me preguntó si estaba bien. Me costó mucho trabajo poder responderle y darle un trago a la botella.
Al día siguiente fui a urgencias en cuanto empezó mi hora de comida. Expliqué cómo sentía mi cuello y mi cabeza y hablé de mi tos, de mi nariz aparentemente resfriada, de cómo me faltaba la respiración y de mi inexplicable dolor de oído.
El médico me dijo: “a los adultos no se les suelen infectar los oídos”. No tenía los oídos irritados, no tenía fiebre, y no parecía tener ningún síntoma de faringitis, así que me aseguró que era una alergia seria. “El polen está salvaje este año”, me aseguró, y me recomendó usar un inhalador.
Hice caso a su recomendación, compré el dispositivo y lo utilicé, pero no me sentí mejor. En realidad, me sentí peor.
Casi dos meses más tarde, una calurosa tarde de junio, mi doctora descubrió una pequeña protuberancia en mi cuello. Se sorprendió porque yo no la había notado, ya estaba dura y era del tamaño de una uva. Me envió a hacerme un ultrasonido, y resultó que tenía una masa de 4 centímetros de diámetro en el lado derecho de mi tiroides.
Según cancer.org, la glándula tiroides se localiza en la parte frontal del cuello, justo debajo del cartílago de la tiroides, o lo que conocemos como “manzana de Adán”. Esa glándula en forma de mariposa procesa hormonas y regula el metabolismo, el ritmo cardiaco, la presión sanguínea, el desarrollo del cerebro y la temperatura corporal.
Salí de ahí con un diagnóstico terrible: cáncer de tiroides –una variante folicular de carcinoma papilar. Necesitaría una biopsia y dos cirugías invasivas (una para remover la masa del lado derecho y otra para remover el lado izquierdo de mi tiroides y un conjunto de nódulos linfáticos). Después pasé por radiación y ahora tendré que estar bajo vigilancia médica (exámenes de sangre, ultrasonidos y otros) por el resto de mi vida.
En abril cumplí cinco años de haber sido dada de alta, y de que el cáncer ya no volviera a aparecer. Puedo decir, felizmente, que sobreviví, pero no es fácil vivir sin tiroides. Después de todo, me quitaron una parte del cuerpo que estaba ahí por algo.
Intento mantener una actitud positiva, hacer ejercicio y comer sanamente. Cada día tomo dos pastillas para que mi cuerpo pueda regular las hormonas que produce, y a menudo me pregunto qué hubiera pasado si le hubiera prestado más atención a mis síntomas. Quizá el tumor no hubiera crecido tanto. Quizá aún tendría tiroides.
Intento no pensar mucho en esto, y mejor agradezco que detecté el cáncer mientras aún era tratable. La cicatriz en mi cuello no me causa conflicto, porque me recuerda lo fuerte que en realidad soy, y que debo prestarle atención a mi cuerpo.
Una tos seca, fuerte, que permanece durante semanas, fue un indicador de que tenía un tumor creciendo en mi cuello. “La tos persistente puede deberse a una masa presionando la tiroides o la tráquea”, dice Tom Thomas, director de cirugía reconstructiva en Morristown Medical Center.
Aunque por sí misma la tos no es indicador de nada, necesitas que te revise un doctor.
Una vez estaba sentada en mi mesa, comiéndome una bolsa entera de zanahorias, cuando descubrí que no podía tragar ni escupir lo que estaba comiendo. Mis ojos comenzaron a lagrimear, y me asusté. Afortunadamente, tenía una botella de agua muy cerca.
“La glándula tiroides está ubicada justo debajo del sistema fonador, donde se encuentran las cuerdas vocales”, dice Christopher Fundakowski, cirujano en el Temple University Hospital.
Él dice que conforme comienzan a crecer los nódulos, comienzan a presionar la tráquea y te roban el aliento, sobre todo cuando estás muy activo, por lo que empiezas a respirar más rápido o necesitas acostarte.
¿Has tenido laringitis? Mi voz parecía como de robot oxidado antes de que fuera con mi médico internista. Decidí culpar a mi tos y a lo congestionada que estaba, pero resultó que no era así.
La glándula tiroides está cerca de la laringe, así que un tumor puede presionar tus cuerdas vocales y causarte cambios de voz, según Sandeep Samant, del Northwestern Memorial Hospital.
El síntoma más extraño que tuve fue el dolor de oído. La última vez que tuve una infección de oído tenía siete años de edad; y a los 34 tuve que tomar ibuprofeno e ir con un doctor para que me dijera por qué me dolía tanto.
Ezra Cohen, director del Moores Cancer Center de San Diego, dice que esto se debe a que el nervio más largo, el que hace que puedas escuchar, pasa por el cuello, justo al lado derecho de la tiroides.
“Algunas veces los síntomas se confunden, y crees que no tienes ningún problema en el cuello porque te duele el oído”, dice el Dr. Cohen.
Nunca lo había sentido, pero no es algo inusual, dicen los expertos: “examinarnos el cuello y la tiroides no es algo que hagamos regularmente, sobre todo porque el cáncer de tiroides es mucho menos común que el de mama”, dice Erick Cohen, jefe de oncología de cuello y cabeza en el Carol G. Simon Cancer Center en Morristown.
“Es recomendable examinarte el cuello una vez al año, sobre todo si te hacen un examen general, aunque tú mismo puedes examinarte, tocándote la parte del cuello cercana a la tráquea con los dedos”.
Yo no sentí ninguna protuberancia en mi cuello, pero algunas personas sí logran sentirlas. “Si notas un bultito puede que sea porque está en la parte frontal de tu tiroides, pero no es tan normal sentirlo en otras partes del cuello”, además de que no siempre son tan duros al tacto.
Según la American Cancer Society, en las últimas tres décadas se han triplicado los diagnósticos de este tipo de cáncer. Pero hay buenas noticias: la mayoría de las protuberancias que aparecen en la tiroides son benignas. Aún así, aprende de mis pasos: si has sentido cualquiera de estos síntomas, agenda una cita con tu doctor cuanto antes.
Tomado de rd.com The Thyroid Cancer Symptoms I Ignored—But You Shouldn’t