En abril de 2016 Daniel cayó enfermo mientras viajaba por la India. Había procurado beber sólo agua embotellada, pero le encantaba comer en los puestos ambulantes y en la segunda semana le dio una diarrea galopante. Un médico de una clínica cercana a su hotel en Nueva Delhi le recetó un antibiótico que lo alivió, pero al cabo de dos semanas, concluido el tratamiento y de vuelta en casa, en Canadá, la diarrea le volvió.
Su médico familiar sospechó que podía ser giardiasis, una infección intestinal causada por un parásito unicelular, y le recetó metronidazol, antibiótico de uso común para tratar ese mal. Un análisis de heces confirmó la infección, pero, aunque los síntomas gastrointestinales de Daniel cesaron, él se sentía cada vez más cansado. Tres semanas después, la piel se le puso amarillenta.
Le encantaba comer en los puestos ambulantes y en la segunda semana le dio una diarrea galopante.
Los médicos de un hospital al que acudió no podían determinar la causa de la ictericia. Daniel no tenía un historial de afecciones hepáticas y estaba vacunado contra la hepatitis A, la B, la fiebre amarilla, la tifoidea y la encefalitis japonesa, males que pueden dañar la función hepática. Una ultrasonografía no mostró anomalías ni en los vasos sanguíneos ni en los conductos biliares. Le hicieron pruebas de hepatitis B y C,
y del virus de Epstein-Barr (causa de mononucleosis, afección que puede dañar el hígado), pero los resultados fueron negativos.
Con todo, la bioquímica hepática de Daniel era anormal, y las pruebas mostraron que sus factores de coagulación estaban inactivos. El hígado fabrica proteínas que ayudan a la sangre a coagular; quienes tienen insuficiencia hepática aguda suelen presentar hemorragia interna, sobre todo en el tracto gastrointestinal.
Una biopsia dio indicios de que Daniel tenía una forma de hepatitis viral. Después de cinco días, su salud iba en declive y lo trasladaron al Hospital General de Toronto. “Tenía mucha ictericia en ese momento”, dice el doctor Les Lilly, director de trasplantes de hígado del hospital. Dos días más tarde, Daniel estaba aturdido y no sabía quién era. Entonces lo pusieron en la lista de espera de trasplantes, donde se da prioridad a los pacientes según la gravedad de su enfermedad y la disponibilidad de donadores compatibles.
Aunque los síntomas gastrointestinales de Daniel cesaron, él se sentía cada vez más cansado.
“No sabíamos con certeza qué le estaba ocasionando la insuficiencia hepática”, señala Lilly. Hasta el antibiótico que Daniel tomó en la India podría ser la causa. “Es clave tener el historial de los medicamentos tomados porque casi todo fármaco puede dañar el hígado”. Dado el historial de viajes del paciente, Lilly pensó que podría tener hepatitis E, enfermedad viral que se contrae a través de agua contaminada y que es endémica en el sur de Asia. Un análisis de sangre confirmó el diagnóstico.
No hay fármacos ni una vacuna contra la hepatitis E, aunque ésta normalmente es benigna. “Quizá te sientas mal algunos días y te pongas un poco amarillento, pero no tardarás en sentirte mejor”, afirma Lilly. “La reacción de este paciente era anormalmente grave”. Las molestias gastrointestinales de Daniel al parecer se debían a una combinación de giardiasis y hepatitis E: las personas que tienen una afección hepática avanzada suelen sufrir diarrea.
Lo pusieron en la lista de espera de trasplantes, donde se da prioridad a los pacientes según la gravedad de su enfermedad y la disponibilidad de donadores compatibles.
A los pocos días apareció un donador compatible, y los médicos empezaron a preparar al paciente para la operación. Mientras esperaban a que llegara el hígado, el aturdimiento de Daniel cesó, y en cuestión de horas se canceló el trasplante. Al cabo de dos semanas (unos 75 días después de su viaje a la India), lo dieron de alta, aunque tardó seis meses en recuperarse por completo.
Daniel tuvo suerte. Cuando la insuficiencia hepática alcanza la fase en que el enfermo se siente aturdido, hay sólo 15 por ciento de probabilidades de que el hígado se recupere solo y la persona no necesite un trasplante. Pero cuando la hepatitis viral se diagnostica a tiempo, “si consigue uno hacer que el paciente resista lo peor, el hígado se reparará solo”, asegura el doctor Lilly. “Es un órgano extraordinario”.
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