Durante cinco años a Reyna Khabie Romano solo le importó el juego. Tras su divorcio empezó a asistir a lugares de apuestas como una forma de pasar el tiempo. “Cuando mis hijos se iban con su padre no sabía qué hacer, no tenía ganas de salir a cenar sola y como no está mal visto que una mujer llegue sola a una máquina de juegos empecé a apostar” recuerda.
Fue así como Reyna conoció el seductor mundo de los casinos. “Te dan la bienvenida, te ofrecen tu bebida favorita, olvidas la noción del tiempo, adentro no sabes si es de noche o de día, así que para alguien que está pasando un mal momento ese lugar es la gloria” cuenta esta madre de familia.
Su permanencia en el casino era cada vez más larga y las visitas cada vez más frecuentes. “El cuerpo te pide más y más. Sabes que tu manera de apostar no es lógica, pero no puedes parar, yo no me podía despegar de las máquinas y así empecé a tomar el dinero de la colegiatura, de la renta, de lo que fuera. Juras y perjuras que pararás, que no regresarás, pero al día siguiente estás ahí. Recuerdo que tomaba el carro para ir a la Tesorería y cuando me daba cuenta ya estaba en el casino”.
Ese es el testimonio de una jugadora compulsiva, una persona que no es ni mentirosa ni viciosa, sino una enferma, pues la ludopatía es un trastorno grave que destruye vidas.
La adicción patológica a los juegos de azar, también llamada ludopatía, es el deseo irrefrenable de seguir apostando a pesar de los estragos que esto causa en la vida. Reyna de pronto se vio en un pozo sin fondo del que quiso salir mediante el suicidio. Y todo sucedió ante la mirada de familiares y amigos, pues la ludopatía es de difícil detección.
“No existe información, así que es una adicción escondida. A un alcohólico lo ves intoxicado, a un drogadicto también, pero un jugador compulsivo hace fraudes, empeña sus joyas, hipoteca la casa, pero todo a escondidas y cuando se descubre el problema ya destruyó su vida y la de sus familiares y amigos”.
La respuesta está en el cerebro. Apostar estimula los sistemas cerebrales de recompensa del mismo modo que lo hacen el alcohol o la cocaína. Un ludópata apuesta continuamente, oculta su comportamiento, consume los ahorros, acumula deudas o, incluso, recurre al robo o al fraude para sostener su adicción.
Por lo general empieza a comienzos de la adolescencia en los hombres y entre los 20 y 40 años en las mujeres. “Antes era más normal entre los hombres, ellos empiezan a jugar a una edad temprana, apuestas de habilidad le dicen, es decir, apuestan a los deportes; las mujeres, en cambio, empezamos de manera más tardía, casi en la cuarta década de la vida y se le conoce como juego de escape, buscas anestesiarte, pues no sabes qué hacer con su vida“.
Así como no todas las personas que beben se convierten en alcohólicos, tampoco todas las personas que juegan desarrollan una adicción al juego, pero cualquiera es vulnerable. “Si sucede algo trágico en tu vida y el juego te ayudó a sentirte mejor porque te evade de la realidad estás en problemas” precisa Khabie Romano.
Ahora mismo existen infinidad de personas que lo están perdiendo todo en una apuesta, pero sobre la ludopatía carga con un grave estigma: se le resta importancia (como a la adicción al sexo) y no se le considera una enfermedad.
“Las adicciones sin sustancia (compras, juego, trabajo, Internet, móvil…) son más aceptadas por la sociedad y pasan más inadvertidas que las adicciones a sustancias” explican expertos de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos.
“La gente es incrédula ante esta problemática, hay mucho tabú y al ludópata se le tacha de mentiroso y de mala persona, pero en realidad es una persona enferma que necesita ayuda” reitera Reyna.
Entre más dinero se pierde más difícil es abandonar el juego, pues el ludópata piensa que en la siguiente apuesta recuperará lo perdido y terminarán sus problemas económicos. Pero el triunfo tampoco ayuda. Reyna ganó tres veces el acumulado y lejos de retirarse se animaba a seguir apostando.
Y la ludopatía puede conducir a la muerte, sobre todo ahora que el jugador compulsivo puede apostar desde su celular sin que nada se lo impida. “En un clic puedes perderlo todo”.
Y no se trata de dinero, no es una cuestión de si pierdes mucho o poco, pues hay gente que gasta la leche de sus hijos, no es la cantidad de dinero, es porqué lo haces; entre más dinero tienes más larga es la agonía.
Un ludópata afecta a siete personas a su alrededor
Ingresó a una clínica de rehabilitación. Permaneció en ella 45 días. La ayuda fue invaluable, pero tras “dejar esa burbuja” se enfrentó a la realidad. “Te internas y te olvidas de todo, pero cuando sales tienes que arreglar todo lo que dejaste roto afuera, así que no es nada fácil”.
Tenía las herramientas, pero ahora debía ponerlas en práctica. “De camino a casa hay cuatro casinos” cuenta. Cuando sales de la clínica te enfrentas a la realidad y no todos pueden con eso. Con esa idea en mente Reyna creó un centro de ayuda en el que la persona recibe ayuda multidisciplinaria sin necesidad de internarse, un modelo que además de costoso, es poco funcional, pues pocas personas pueden dejar su vida por meses para internarse.
Reyna investigó sobre modelos usados en Europa y halló que era posible rescatar a una persona de la adicción al juego con una hora y media de terapia diaria.
El método, dice, tiene una efectividad del 88 por ciento. “Somos testigos de milagros. Nos toca verlos endeudados, con la cabeza gacha, con depresión, sin ganas de vivir y poco a poco mejoran; eso es invaluable”.
Reyna sabe que una adicción no se cura, se controla, así que el programa cuenta hasta con programas de expacientes por si necesitan monitorear sus emociones. Reyna dejó hace siete años la clínica y aún asiste una vez a la semana a terapia.
Los ludópatas no solo necesitan ayuda para dejar atrás su adicción, sino poner orden en los diferentes ámbitos de su vida. “Yo agradezco mi adicción porque me enseñó el dolor más profundo y lo que no quiero ser, pues conocí mis emociones y la recuperación fue espectacular” finaliza Reyna Khabie Romano.
Hay una verdad contundente respecto a las adicciones: no tienen edad, sexo ni clase social. Sin importar la posición en la sociedad puede afectar prácticamente a cualquiera, aunque hay maneras de prevenirlas y también formas de ayudar a nuestros seres queridos que ya se encuentran en problemas.
Fuentes: Emotions Life Center, Asociación para la Prevención y Ayuda del Ludópata, Clínica Mayo y MedlinePlus.
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