Madagascar: majestuosidad de una isla-reserva

Esto comenzó hace 145 millones de años. Veinticuatro millones de años después, un fragmento de la futura península india se separó a su vez y se acercó a África; más tarde aún, se dio a ese trozo de tierra el nombre de Madagascar.

En este extraño movimiento al ritmo de un tiempo muy alejado de nosotros, esta isla-continente arrastró con ella su fauna y su flora, arrancadas para siempre de sus orígenes. Por eso, tuvieron todo el tiempo de evolucionar sin preocuparse por sus primas africanas o indias; para los botánicos y los zoólogos.

Madagascar es una tierra de excepción, una formidable reserva natural…

Baobabs

No lejos de Morondava y al borde del río epónimo, en el oeste de la isla, se aprecian los baobabs, árboles que parecen sombrillas agujereadas: los Adansonia grandidieri representan una especie endémica de Madagascar. De 30 a 40 m de alto, tienen una edad ¡de más de 1000 años! De color gris rojizo, su corteza parece haber tomado el color del sol. Sus flores blancas dan un fruto comestible llamado pan de mono.

Flora y fauna

El lemur, icono de Madagascar

Madagascar no aloja menos de 36 especies de lemúridos, en su mayoría, endémicos. “Animales fósiles”, lejanos antecesores de los simios, estos primates arborícolas cuentan tanto con pequeños animales nocturnos que pesan apenas unos gramos como con bestias de muchos kilos como los lémures catta (Lemur catta) con su característica cola anillada.

Entre bosques y territorio selvático

Los bosques secos constituyen uno de los paisajes característicos del oeste y el sur de Madagascar. Albergan a un 95% de las especies vegetales endémicas, es decir, las que no se encuentran en ninguna parte excepto en la isla, como la Didiera madagascariensis, planta cactácea que alcanza aquí el tamaño de un árbol.

Las selvas tropicales son densas en la costa oriental de Madagascar. Este ambiente natural excepcional lamentablemente está en peligro: sólo un 4% se conserva hoy en día. Las especies vegetales endémicas se mezclan allí con la flora tropical, entre ellas, la Canarium de corpulentas raíces.

Biodiversidad

La riqueza, la diversidad y la originalidad de la fauna y la flora de Madagascar son, según los científicos, bastante antiguas; pero no ocurre lo mismo con la gente. De hecho, parece que la población de la isla es relativamente reciente: como de hace unos 2000 años.

¿Quiénes fueron los primeros habitantes de la isla?

Los investigadores todavía no se ponen de acuerdo. Como la población malgache es mayoritariamente de origen afroasiático, se trata de saber quiénes fueron los primeros en llegar, si los melanesios, los indonesios o los africanos…

Se sabe que después de ellos vinieron también los árabes y los indios. Cualquiera sea la respuesta, estos hombres encontraron en la isla de 590.000 km2 una fauna y una flora únicas, de zonas de sabana y de vastas selvas: la selva tropical densa de hojas persistentes en el este y el bosque de hojas caducas al oeste.

En las altas tierras del centro de la isla, las selvas dejaron lugar a las landas o estepas, única forma de vegetación que puede resistir los fuegos encendidos por el hombre para tratar de fertilizar un suelo muy débil. La fauna, por su parte, está compuesta por una gran cantidad de lo que los especialistas llaman “fósiles vivos”, su representante más curioso es quizás el ayeaye, un extraño animal con orejas de murciélago, cola de ardilla, incisivos de roedor, que posee un tercer dedo descomunal.

La deforestación

En Madagascar, como en muchos países de África, de América Latina o de Asia, la deforestación es una cuestión crucial que pone en evidencia las paradojas de la relación del hombre con la naturaleza. Para vivir, o simplemente para sobrevivir, los campesinos malgaches la inmensa mayoría de la población, queman los bosques (de 200.000 a 300.000 hectáreas al año) para aumentar la superficie de cultivo (de maíz o de arroz).

Ahora bien, la selva cumple un papel fundamental en la regulación climática y biológica de la isla. La selva tropical húmeda en el este, el bosque seco en el oeste, y el tipo templado en el centro aseguran un equilibrio lamentablemente transformado por la explotación de las poblaciones en expansión que necesitan madera para construir, calentarse o cocinar.

Las zonas dedicadas al cultivo se agotan rápidamente y no se renuevan, dejando lugar a una sabana arbolada que no aporta los mismos recursos que la selva primitiva. El balance final es, pues, una pérdida económica y ecológica a la vez, con la desaparición progresiva de la extraordinaria biodiversidad propia de la isla.

Coméntanos qué te pareció descubrir a fondo la isla de Madagascar. ¿Qué otros lugares en el mundo te gustaría que habláramos?

Extraído del libro “Secretos de los lugares más extraordinarios del Mundo”, Reader’s Digest

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