Entre niños: Una tarde de reparaciones en casa
En una ocasión en que estaba yo conversando con mi sobrina Sofía, que entonces tenía siete años, se me ocurrió preguntarle...
Mala recepción
Una tarde, mientras mi hijo Greg hacía algunas reparaciones en el techo de su casa, sonó su teléfono celular y él atendió la llamada. Al verlo hablar, su sobrina Hailey, de ocho años, le gritó desde el patio trasero:
—Oye, tío Greg, ¿hay que subirse al techo para tener señal?
Kathleen Mason, Estados Unidos
Llevé al zoológico a mis dos sobrinas, Emily y Laura, ambas de seis años. Durante el recorrido nos topamos con un recinto en el que había dos tortugas, y una de ellas estaba encima de la otra por motivos de apareamiento. Yo esperaba que ninguna de las niñas hiciera preguntas incómodas al respecto, y, afortunadamente, así fue. Sin embargo, una de ellas me hizo reír de buena gana cuando comentó:
—Con tanto espacio que hay en ese lugar, ¿no sería más fácil que la tortuga grande rodeara a la otra, en vez de treparse encima de ella?
Daniella Roberts, Reino Unido
En una ocasión en que estaba yo conversando con mi sobrina Sofía, que entonces tenía siete años, se me ocurrió preguntarle:
—Oye, Sofi, ¿sabes cómo se dice “tía” en inglés?
—Mmmhh… ¡Se dice uncle! —contestó la pequeña.
—No, eso significa “tío” —le dije—. ¿Cómo se dice “tía”?
Tras pensarlo unos momentos, la niña exclamó:
—¡Ya sé! ¡Tía se dice ancla!
Ana Lizette Barba, México
Soy maestra de kínder, y cierta vez uno de mis alumnos entró al salón de clases muy contento, anunciando que ya sabía deletrear el nombre de su mamá.
—M-A-M-I —dijo letra por letra.
Antes de que pudiera yo felicitarlo, otro de los pequeños, visiblemente emocionado, exclamó:
—¡Así también se deletrea el nombre de mi mamá!
Paula Maddocks, Reino Unido
Mi mamá cuenta que, cuando tenía yo cinco años, mis hermanos y yo solíamos salir por la tarde a jugar con los niños del vecindario y hacer travesuras juntos. Cierto día mis papás estaban dormidos en la casa, así que mis hermanos y yo aprovechamos para tomar una caja de choco-lates a escondidas y convidarles a todos nuestros amigos. Al día siguiente, la mitad de los niños tenían diarrea. Resulta que lo que pensamos que eran chocolates en realidad eran purgantes, que nuestros papás habían comprado para dárnoslos sin que nos diéramos cuenta.
Abraham Hernández, México
Mi nieto, de tres años, estaba viendo la colección de identificaciones mías con foto que guardo. Tomé una de 12 años atrás y le pregunté si sabía quién era la persona que aparecía retratada. Un poco desconcertado, el niño logró reconocerme, aunque en seguida me preguntó:
—Oye, abuelita, ¿y de quién es el pelo que traes puesto?
Kandy Hughson, Canadá