Con sus trucos de magia, este cirujano cautiva y hace felices a los niños hospitalizados.
El doctor Dominique Martin, médico cirujano, sabe bien que para realizar este tipo de operación necesita un pañuelo de seda y unas cuerdas. Sin perder tiempo, revisa que los adminículos estén dentro de su maletín. Ante sus ojos, el auditorio del Hospital Infantil La Timone de Marsella, Francia, se va llenando de pacientes. Es un miércoles de enero de 2014.
Martin, conocido en este lugar por su nombre artístico, Martingale, ve entrar a Antoine*, un niño de cabello largo que usa anteojos.
—¡Miren, está llegando mi ayudante, Harry Potter! —dice Martin, guiñándole el ojo al chico.
Antoine, de nueve años, tiene una malformación cardiaca. Martin le pone una pelota roja en las manos.
—Sopla sobre tus manos, Harry, y luego, ábrelas —le pide al niño.
Éste lo hace, y en sus palmas aparecen tres pelotas. Se oyen exclamaciones de asombro.
—¡Un aplauso para mi ayudante! —pide el mago, sonriendo—. Es muy valiente por ayudar a un mago, porque el que lo hace, ¡puede desaparecer en cualquier instante!
Hombre delgado y vivaz, Martin siempre está sonriendo. Su labia y sus ademanes son la delicia de los niños. Antoine se olvida de sus vendajes, del dolor de cabeza e incluso de que está en el hospital.
Una vez finalizada la actuación, Martingale hace un recorrido por las habitaciones de los niños que están demasiado débiles, con infecciones o conectados a aparatos médicos y no pueden salir de la cama para ir al auditorio. Les dedica casi media hora de distracción a cada uno de ellos. “Incluso los adolescentes huraños disfrutan con él”, afirma Christine, una de las trabajadoras del hospital. “La magia les hace muchísimo bien”.
Martin es ex director de cirugía plástica del Centro Hospitalario Universitario de Burdeos. Se jubiló en 2008, a los 50 años de edad, para dedicarse a causas humanitarias. En la actualidad vive en Marsella, donde todos los miércoles ofrece voluntariamente un espectáculo en el hospital para niños y adolescentes.
¿Por qué lo hace? Martin conoce de primera mano el sufrimiento y el tedio al que están expuestos los niños hospitalizados. “Mi hijo Loïc tenía cinco años de edad cuando le diagnosticaron una forma grave de leucemia”, cuenta. “Tuvimos que internarlo varias veces en el Hospital Necker de París”. En aquel tiempo (1995) toda la familia —Martin, su esposa, Marie-Jo, y sus dos hijos, Laure y Loïc— vivía en Burdeos. Viajaban a París para visitar a Loïc tan a menudo como podían, especialmente los fines de semana. “Nos dábamos cuenta de lo triste que era para aquellos niños el ambiente del hospital”, recuerda Marie-Jo.
Loïc murió varios meses después. “El destino le jugó una terrible pasada”, señala Martin. “Su muerte ha sido la tragedia de mi vida. Acudí a un psiquiatra en busca de ayuda y me refugié en la cirugía. Y después, en la magia”. Ésta se convirtió en un lazo entre el padre amoroso y su hijo fallecido cuan-do Martin le hizo una promesa: “En tu memoria, llevaré alegría a quienes la necesiten”.
Durante años Martin tomó clases con los mejores maestros de magia franceses. Pasó muchas horas frente a un espejo practicando las “rutinas”: las técnicas básicas del ilusionismo. Se las arreglaba para tomar las clases sin descuidar su profesión, como un día en que, a la mitad de una clase de magia, tuvo que salir corriendo para ir a ver a un paciente.
En 1998, con más estrés que el día en que hizo su examen profesional, se presentó ante los miembros de la Federación Francesa de Ilusionistas, quienes le otorgaron la varita oficial de mago. “En ese momento sentí que estaba compartiendo una alegría inmensa con Loïc”, recuerda.
El doctor Martin se transformó de inmediato en Martingale, y empezó a ofrecer espectáculos de magia los domingos en el Hospital de Burdeos, y posteriormente, en la unidad de cardiología pediátrica del Hospital Universitario Pessac, también en Burdeos. Él y Marie-Jo fundaron la Asociación Magicôpital, que financiaron con sus ahorros.
Conmovido por la iniciativa, el astronauta Patrick Baudry se convirtió en promotor de Magicôpital y consiguió 5,000 euros de un patrocinador. Para Baudry, Dominique es un hombre fuera de lo común. “Para pocos cirujanos plásticos es preferible dedicarse a ayudar a los demás que a correr tras el dinero y los autos lujosos”, dice el astronauta.
Aunque la magia en los hospitales surte efecto, también conlleva limitaciones. Martin tiene que adaptar su espectáculo a niños de entre 2 y 14 años, trabajar en salas pequeñas, cumplir con estrictas normas de higiene y, a veces, usar mascarilla, guantes y bata de médico. “¡Es imposible hacer desaparecer algo en la chaqueta!”, dice. “Además, uno debe tener cuidado de no darle una pelota a un niño aquejado de inmunodeficiencia que acaba de salir de la sala de enfermedades infecciosas, o un chocolate a un niño diabético”.
Magicôpital ahora tiene representantes en Marsella, Burdeos y París. A Martin le gustaría adiestrar a un aprendiz en Marsella para que lo supla durante sus viajes de misión médica a África y Asia cada tres meses, pero hay pocos candidatos. Son contadas las personas capaces de entretener tanto a niños como a adultos; otras temen los contagios, y a algunas más les asusta ver de cerca el sufrimiento y la muerte.
Entre los cientos de sonrisas de niños que Martin conserva en la memoria destaca la de un chico de seis años. “Guardaba cama por una apendicitis aguda, casi peritonitis, pero la magia alivió su dolor”, dice. “Como médico, no lo habría logrado”.
Al final del espectáculo de magia Antoine les dice a sus padres que Martingale es muy bueno, pero que cree haber descifrado algunos de sus trucos. Dominique le lanza una sonrisa mientras guarda los pañuelos, las pelotas y la varita. Antoine vuelve a su habitación con un destello de alegría en la mirada.
¡Felicidades, doctor Martin, la operación ha sido un éxito!
A principios de este año, los lectores de la edición francesa de Reader’s Digest y el público del canal de radio France Bleu otorgaron a Dominique Martin y a Magicôpital el premio a la Mejor Causa Benéfica de Francia.
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