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Las mascotas son increíbles, además de leales, pueden ser heroicas

La línea vital de una niña

Las mascotas puedes ser inseparables por muchas cosas, pero mejor conoce la historia de Alida Knobloch, de tres años, y Gibbs, su perro de 27 kilos de peso, son prácticamente inseparables. Están unidos por un lazo especial de amor y, debido a la rara enfermedad pulmonar que padece ella, también están unidos con un tubo de 60 centímetros de largo que suministra oxígeno hasta la nariz de Alida, desde un tanque atado al lomo de su mascota.

La niña vive en Loganville, Georgia, y se le diagnosticó hiperplasia celular neuroendocrina a los ocho meses de nacida. No puede respirar normalmente sin ayuda por más de 45 minutos. Por eso Gibbs la acompaña casi a todos lados, cargando en un chaleco cuatro kilos y medio de equipo, que incluye el tanque de oxígeno.

La mayoría de los niños pequeños no tienen la capacidad de controlar un perro de servicio, pero Gibbs y Alida, así como los padres de la niña, Aaron y Debbie Knobloch, han colaborado estrechamente con la entrenadora del perro, Ashleigh Kinsleigh, para forjar esa relación especial entre la niña y su mascota.

“El trabajo de Gibbs es hacer todo lo que ella haga”, dice Ashleigh. Hasta la fecha, el perro ha aprendido a trotar junto a la bicicleta de Alida, seguirla por la casa cuando juega y echarse al pie de su silla alta mientras come. “Esperamos que cuando Alida empiece a ir al kínder, Gibbs pueda ir con ella”, comenta Aaron.

Los pediatras les han dicho a los Knobloch que los niños como su hija pueden crecer sin requerir oxígeno complementario, pero que Alida tal vez necesitará algún suministro de oxígeno de por vida. Ahora, Aaron y Debbie no pueden imaginar separados a los dos amiguitos. Al parecer, Gibbs necesita a Alida tanto como ella lo necesita a él. “El perro se pone extremadamente inquieto si la niña y él no están cerca aunque sea por un momento”, dice el padre.

Conoce las increíbles beneficios de tener una mascota.

El cerdo que cautiva a los niños

Cuando la terapeuta del lenguaje Lois Brady, de 49 años, va a visitar a los alumnos con necesidades especiales en las escuelas primarias de San Francisco, California, a menudo lleva consigo un ayudante: Buttercup, un cerdo miniatura vietnamita negro y barrigón de 32 kilos. El animalito es lo bastante peculiar como para intrigar a algunos de los niños más retraídos que Lois atiende; es decir, los atrae y los pone en acción.

En 2011, un niño autista de 11 años que se escondía todo el tiempo debajo del escritorio de su maestra, de pronto salió de allí para acercarse a Buttercup y acariciarlo. Tras este encuentro, el niño habló por primera vez con otros alumnos. “Fue un progreso notable”, dice Lois.

Desde hace mucho se han usado perros de terapia para dar consuelo a pacientes en hospitales, residentes de hogares para ancianos y otros. Pero, ¿cerdos? Sí, dice Lois. Su docilidad y aspecto extraño atraen a los niños con necesidades especiales.

“Los cerdos son muy mansos y amistosos, así que no se inquietan ni se asustan al estar con niños autistas”, señala. “Incluso si le pegan, lo patean o le jalan la cola, Buttercup tan sólo se aleja. No les gruñe ni los ataca”.

Cuando no está trabajando como asistente en algún salón de clases, Buttercup vive en una perrera en el patio trasero de Lois. Algunas veces entra a la casa. “Le encanta sentarse frente al fuego en los días fríos y lluviosos,” dice la terapeuta.

Júpiter, el león cariñoso

Con sus garras enormes, penetrantes ojos negros y una tupida melena dorada, Júpiter, un león de 13 años y 250 kilos de peso, no se parece en nada al cachorro desnutrido que Ana Julia Torres rescató de un circo ambulante en Colombia en 1999.

Esta directora de escuela, de 50 años, llevó a Júpiter a Villa Lorena, un refugio de animales establecido en 1984 en Cali, la tercera ciudad más poblada del país. “Cuando lo traje aquí”, cuenta, “me metía en su jaula y lo sostenía en brazos como a un bebé para darle su medicina. Fue así como empezó nuestra relación”.

Ella y un personal de 10 empleados ahora están a cargo de más de 800 animales, entre los que se cuentan jaguares, camellos, chimpancés, flamencos, avestruces, cocodrilos y osos, la mayoría de los cuales, como Júpiter, estaban descuidados, abandonados o habían sido confiscados por la policía a zoológicos privados de narcotraficantes. Ana Julia supervisa el cuidado de todos los animales en Villa Lorena, pero su amistad con Júpiter es especial.

Extendiendo los brazos entre los barrotes de la jaula del felino, Ana Julia lo saluda acariciándolo y plantándole un beso en el hocico. El león responde al instante, levantándose sobre las patas traseras hasta una altura de casi dos metros y envolviendo a Ana Julia en un tierno abrazo con sus enormes patas delanteras.

“Los abrazos de Júpiter son los más amorosos y sinceros que he recibido en toda mi vida”, afirma la directora. “Veo el brillo en sus ojos y pienso que es su manera de decirme gracias”.

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