¿Me enviarás la foto?
Ahora la gente se vale de cualquier pretexto para sacar sus smartphones. Recuerdo una época en la que tomar una foto era todo un arte. Nos decían “Júntense más y no se muevan”, y...
Ahora la gente se vale de cualquier pretexto para sacar sus smartphones.
Recuerdo una época en la que tomar una foto era todo un arte. Nos decían “Júntense más y no se muevan”, y sonreíamos tímidamente y susurrábamos: “Yo no salgo bien en las fotos”. Luego, cuando llevábamos a revelar el rollo, algún empleado nos preguntaba: “¿Mate o brillante?” Elegíamos “brillante” porque sonaba mejor, y nos daban un recibo con una fecha de entrega casi ilegible. Entonces esperábamos una larga semana para ir a recoger las benditas fotos, en las que salíamos con los ojos rojos, la boca abierta o ambas cosas a la vez.
Ahora la gente se vale de cualquier pretexto para sacar sus smartphones. Las mamás paparazzi asisten al festival de verano de la escuela primaria de sus hijos y se ponen a fotografiarlos como locas, sin fijarse siquiera en los tambaleantes pasos de baile de sus pequeños vestidos de catarinas.
La foto dura sólo un instante en la mirada de la persona a quien se la enseñas. “Mira, es adorable, ¿verdad?”, le dices, y ella contesta: “Sí, me la envías por mail?” A veces, la abuela te dice: “¿Me la puedes mandar por correo? No tengo computadora”. “Claro, abuelita”, respondes tú, aunque sabes muy bien que no lo harás. Estás pensando en lo que te cuesta la tinta, en que la impresora se atasca y, sobre todo, en el engorro de buscar un sobre, una estampilla y un buzón.
“¿Me enviarás la foto?”, insiste en saber la abuela, que no es nada tonta.
Y de repente sientes deseos de abrazarla —a tu querida abuelita, un poco encorvada y muy perfumada—, pero, en vez de hacerlo, sin saber muy bien por qué, tomas tu celular y le sacas una foto.
Anne Roumanoff es una popular humorista francesa. Reside en París.