Aranza Sosa Calderón siempre tuvo kilos de más. En las creencias de su familia mexicana eso era visto como sinónimo de buena salud. “De niña jamás tuve problemas por mi peso; era feliz y como era líder todos querían estar conmigo” revela esta chica de 22 años durante una entrevista con Selecciones.
Aunque una de sus tías siempre alzó la voz sobre el peso de la niña, Aranza solo cambió su autopercepción cuando su madre le ofreció cierta prenda.
“Tenía unos 10 años cuando me dio una faja para que no se me vieran las ‘llantas’ como decimos en México” cuenta esta chica que hace un año se convirtió en madre.
Aranza la usó porque se la dio su madre. Desde entonces tuvo un poco más de conciencia sobre su exceso de peso. Los años pasaron e iba ganando kilos. A los 18 años esta chica de 1.65 metros pesaba 110 kilos.
Y lo que antes no era un problema comenzó a serlo en la adolescencia: nadie la elegía como pareja, perdía el aliento con cualquier actividad física, tenía problemas con la talla de la ropa y deseaba tomarse selfies donde le gustara como lucía.
La prevalencia de obesidad entre adolescentes es un problema al alza desde hace 30 años, explica Nayelli Garibay Nieto, coordinadora de la Unidad de Bienestar Infantil y Clínica de Obesidad Infantil del Hospital General de México.
Entre 1975 y 2016, la prevalencia mundial de obesidad entre niños/adolescentes de 5 a 19 años aumentó del 0.7 por ciento al 5.6 por ciento para las niñas y del 0.9 por ciento al 7.8 por ciento para los varones.
Llama particularmente la atención que desde 1985 el grado de obesidad mórbida se ha ido incrementando, precisa la endocrinóloga pediatra en entrevista con Selecciones en el marco de la ObesityWeek®, conferencia científica internacional sobre obesidad.
En México, 42.9 por ciento de los adolescentes de 12 a 19 años vive con sobrepeso u obesidad y, de acuerdo con la Federación Mundial de Obesidad, 36 millones de adultos vivirán con obesidad en nuestro país para 2030.
Aunque los tratamientos contra la obesidad han avanzado, la mayoría de los casos no son tratados. Además, existe evidencia limitada con respecto a experiencias, desafíos y necesidades de los adolescentes que viven con obesidad, sus padres o cuidadores y los profesionales de la salud.
Ante este panorama, la encuesta de investigación ACTION teens, la cual fue respondida por 12,987 personas de 10 países, incluido México, arroja información relevante sobre hechos que están empantanando un mejor abordaje contra este problema fuera de control.
Este estudio internacional pionero captura percepciones, actitudes, comportamientos y barreras potenciales para el cuidado efectivo de la obesidad en adolescentes con obesidad (de ambos sexos de 12 a 17 años).
La investigación, impulsada por la farmacéutica danesa Novo Nordisk, tiene como finalidad el conocimiento de las percepciones de adolescentes con obesidad, de cuidadores de adolescentes con obesidad y de médicos que atienden a adolescentes con obesidad.
Uno de los hallazgos más significativos es que los chicos con obesidad, incluso los de 12 años, están extremadamente preocupados por su peso. Entre el 60 y el 80 por ciento de los adolescentes encuestado dijo que tiene cierto grado de preocupación y que la obesidad afecta su vida.
“Es muy importante saber que alguien de 12 años ya está agobiado por ello. Sienten que la obesidad les daña seriamente la vida y que su salud actual y futura está en riesgo” acotó Ricardo Reynoso Mendoza, director médico senior para Asuntos Médicos en Novo Nordisk Operaciones Internacionales.
Y su preocupación tiene fundamentos. “Un joven con obesidad enfrenta un riesgo de muerte temprana tres veces mayor en la edad adulta que quienes no la tienen” explicó la Dra. Nayely Garibay, líder del estudio en México.
“Es alarmante tener evidencia que demuestra que son los mismos adolescentes quienes primero detectan su sobrepeso y quienes están más preocupados por su salud, que sus padres” puntualiza la endocrinóloga pediatra. “Esto es grave porque desde casa existe un discrepancia en la forma en la que se percibe la enfermedad” agrega la especialista.
Mientras que los chicos consideran que su peso es preocupante, 1 de cada tres cuidadores no cree que su hijo padezca obesidad y casi la mitad (49 por ciento) percibe la salud de su hijo como muy buena o excelente.
Pero la evidencia científica dice otra cosa: El 80 por ciento de los adolescentes con obesidad ya tiene al menos una enfermedad adicional como resultado directo de vivir con exceso de peso. El estudio reveló que uno de cada cuatro tiene prediabetes o diabetes.
“Esto es simplemente inaceptable”, coinciden los investigadores. Estos datos se suman a la creciente evidencia de que los jóvenes no están recibiendo el apoyo adecuado para reconocer o controlar su peso.
El estudio transversal también encontró un grado de preocupación significativamente más bajo entre los adolescentes varones que entre las niñas: menos de un tercio (32 por ciento) se preocupa mucho y otro 39 por ciento dice creer que su salud es excelente o muy buena.
Los padres de niños varones igualmente se sienten menos preocupados por el peso de sus hijos, en comparación con los padres de niñas con obesidad.
Al igual que los padres, los profesionales de la salud ven la obesidad juvenil como un asunto no tan preocupante. Una parte de esta desconexión entre las percepciones de médicos y adolescentes se explicaría con los siguientes datos:
Solo el 43 por ciento de los médicos tuvo conocimientos sobre la obesidad después de la conclusión de sus estudios profesionales.
De ese universo, solo el 20 por ciento cuenta con una certificación en cursos relacionados con el manejo de la obesidad, y de ellos sólo el 13 por ciento ha tenido un entrenamiento mayor a un día.
Es un dato alarmante, pues habla de que los médicos no están recibiendo un entrenamiento adecuado sobre la obesidad.
“No solo es la cantidad de horas, sino la calidad, pues se descubrió que el 10 por ciento no percibe a la obesidad como una enfermedad ni que genera riesgos en la salud” dijo la endocrinóloga, quien lidera el equipo que analiza los datos del estudio en México, que serán presentados más adelante.
Padres y médicos tienen una percepción menos grave del problema que los jóvenes. “Esto quiere decir que los menores están más sensibilizados al diagnóstico“.
Que los padres tengan esa percepción pone en peligro la salud futura de sus familiares, así como de múltiples generaciones, y que los médicos tampoco lo vean como un problema urgente abona a la falta de diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad.
A pesar de esos riesgos, los adolescentes con obesidad no reciben el apoyo que necesitan, hecho demostrado por los resultados de ACTION teens. De hecho, el 65 por ciento de los encuestados considera que la pérdida de peso es su responsabilidad.
Aranza, quien vivía en Morelos, pero se mudó a Puebla para estudiar la universidad, recuerda que tras subir las escaleras del plantel escolar y antes de entrar a su salón se detenía en el baño para reponerse del esfuerzo físico. “Me daba pena que me vieran tan agitada, sin aliento”.
Esta mexicana, quien gracias a una intervención multidisciplinaria perdió más de 40 kilos (que luego recuperaría casi en su totalidad), lo que más desea es estar sana, pues ahora se enfrenta a la resistencia a la insulina.
Mientras que los adolescentes tienen claro que el principal motivo para perder peso es una mejor forma y buena condición físicas, los médicos encuestados respondieron que los adolescentes quieren adelgazar solo para tener una mejor convivencia social y ser más populares entre sus pares.
“Si los médicos no están en la misma sintonía que los adolescentes, las estrategias de intervención que el médico puede desarrollar para tratar a esos adolescentes no están enfocadas en las necesidades de los jóvenes” puntualiza Nayelli Garibay Nieto.
La adolescencia es una etapa de transición, de cambios psicológicos, y si existe obesidad (ligada a la discriminación y al estigma) es más difícil para los chicos su tránsito por ese periodo.
Tantas dificultades, dice la endocrinóloga pediatra, pueden impactar en su salud emocional y detonar trastornos depresivos, ansiedad, problemas de autoestima y aislamiento social.
Los padres de adolescentes varones igualmente se sienten menos preocupados por el peso de sus hijos, en comparación con los padres de mujeres adolescentes con obesidad.
“Que de chiquito te dijeran que la obesidad es una enfermedad cambiaría todo; hubiera cambiado mi vida”, dice Aranza.
“La etiqueta de ser la gordita me ha perseguido toda la vida. Ahora creo que un cuerpo perfecto es aquel que me permita aguantar el juego con mi bebé. Mi meta en la vida es ser una mujer sana integralmente”.
Las personas con obesidad necesitan corazón y mente sanos para salir adelante, agrega. “El apoyo lo es todo, porque son quienes te impulsan para atenderte” dice Aranza, quien se convirtió en embajadora de Share de Weight.
Las cifras de obesidad en el mundo están al alza. El estigma y la discriminación también, así que ha llegado la hora de hacer cambios estructurales.
El conocimiento sobre las necesidades juveniles, así como sobre la desalineación existente entre adolescentes, sus cuidadores y sus médicos en áreas claves para el diagnóstico y el tratamiento del sobrepeso abre la puerta a cambios que mejoren la comunicación y la educación.
El impacto de la obesidad –en niños y adultos– sobre las personas, la sociedad y los sistemas de salud no debería subestimarse, alerta Jason Halford, director de la escuela de Psicología de la Universidad de Leeds, Reino Unido.
Es urgente que los gobiernos y las sociedades reconozcan y aborden la obesidad como una enfermedad, pues solo así los jóvenes hallarán el apoyo adecuado para ayudarlos a vivir vidas más felices y saludables, agregó el también presidente de la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad.
Cuanto más se ignore la obesidad infantil, mayor será la probabilidad de que la próxima generación desarrolle otras enfermedades y condiciones de salud que alteran la vida, incluida la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares.
El estudio transversal muestra que el 80 por ciento de los adolescentes que vive con obesidad tiene al menos una enfermedad adicional como resultado directo de los kilos extra, y uno de cada cuatro tiene prediabetes o diabetes.
“Sé que duele verte al espejo, no tengas miedo y no seas malo contigo mismo, yo te entiendo, yo no te juzgo y estamos aquí para ti. No estás sola, no estás solo” clama Aranza. Conoce los 4 tipos de obesidad que existen.
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